Home Asia Ansiedad sobre Corea del Norte

Washington.- A poco más de dos meses que la Administración Trump tomó el poder, el Secretario de Estado Rex Tillerson, hace su primera visita oficial a la región de Asia Pacifico, en un momento de gran tensión después de que Estados Unidos comenzara a realizar ejercicios militares en la zona, simultáneamente a la intensificación de su presencia para dejar por sentado que seguirán del lado de sus aliados históricos Japón y Corea del Sur. Todo esto como respuesta a los misiles que Corea del Norte lanzó el pasado seis de marzo. Finalmente, parece que la política exterior estadounidense empieza a tomar forma, y, lo más importante, que el mundo puede saber hacia dónde va a apuntar, al menos en relación a esta parte del mundo.

Tillerson no ha viajado con el avión lleno de periodistas, un dato que llama la atención, porque rompe con lo que se estila, por lo que en un primer momento se pensó que sería para mantener un bajo perfil. Sin embargo, sus comentarios han sido claros y directos, “Estados Unidos ratifica la alianza de larga duración que está basada sobre la paz, prosperidad y libertad en la región de Asia Pacifico”. En Japón afirmó que “rechaza cualquier intención que pueda minar la presencia japonesa en la administración de las Islas Senkaku”. Estas son unas pequeñas islas que Japón incorporó a su territorio en 1895, aunque no fue sino hasta 1971 que comienza una disputa sobre las Senkaku, cuando Taiwán las reclamó, seguido por el reclamo chino, coincidiendo con el momento en que la Comisión Económica para Asia (por sus siglas en inglés, ECAFE) sugirió que las islas podrían estar rodeadas de petróleo. Todo esto, unido al hecho de que están ubicadas al este del mar chino, muy cerca de Taiwán, y su posición es estratégica para determinar la supremacía militar en Asia Pacifico.

Esta visita viene a reforzar los lazos entre Estados Unidos y Japón. Y secunda la reunión que tuvo el primer ministro Abe con el presidente Trump el mes pasado en Florida, y que a la vez aleja las dudas sembradas durante la campaña electoral sobre la posible ruptura o distanciamiento de estrechos lazos entre aliados tradicionales.

En cuanto a Corea del Norte, el secretario de Estado fue tajante a su paso por Seúl al afirmar que «la estrategia de paciencia se ha agotado”, aunque no dió por sentada ninguna acción precisa a tomar. Dijo que todas las opciones están sobre la mesa si el riesgo del programa nuclear llega a niveles que merezcan una respuesta militar. Esto se distancia considerablemente de  la política exterior de Obama, en la que la diplomacia de guante de seda dirigió las relaciones junto a la imposición de sanciones por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.  Tillerson quiso enviar un mensaje claro a Pyongyang de parar el juego de miedo y provocaciones; de no hacerlo, verán las consecuencias.

La visita la cerró con su paso por Beijing, con un vocabulario firme pero menos extremo que el que usó en Japón. Afirmó que Estados Unidos y China comparten una visión común sobre los altos niveles de tensión en los que está la península ahora mismo. Y que las cosas han llegado a un nivel peligroso. Sin embargo, se cuidó de no usar ninguna de las afirmaciones, ni el tono usual del Presidente Trump sobre que China no está haciendo suficiente para detener a Pyongyang. Mientras que su homólogo chino, Wang Yi, defendió con un tono muy diplomático la posición de su gobierno, apostando más por  aplicar las sanciones en contra de Corea del Norte pero bajo un clima de diálogo, mientras que expresaba su esperanza de que Estados Unidos pudiera hacer una valoración de la situación con cabeza fría para llegar a una decisión sabia.

China se excusa en que, de llegarse a acciones militares, la situación se tornaría en una ola de millones de desplazados norcoreanos que se refugiarían en su territorio, situación que no podrían manejar. Pero en el fondo, es China la única potencia con capacidad de presionar al líder de Pyongyang, como país aliado y proveedor de mucho de los productos que consumen.

Las dos economías más grandes del planeta necesitan solventar sus diferencias en cuanto a Corea del Norte. La instalación del sistema antimisiles (THAAD) en Corea del Sur ha disgustado mucho al gobierno chino, quien alega que el radar podría debilitar su capacidad de disuasión nuclear. Hasta ahora China no ha jugado del lado de Occidente. Pero si la situación se tornara muy complicada y vieran sus intereses afectados, seguro que comenzaría a  buscar puntos intermedios de negociación que hasta este momento no han sido ni tan siquiera evaluados. Habrá que esperar la visita del presidente chino a Washington el mes que viene y ver las reacciones in situ. Por ejemplo, ver si Trump decide usar la frialdad e ignorar a su homólogo, como ha hecho con Ángela Merkel, o si intentará hacer un acercamiento estratégico que le ayude a solventar la mayor crisis diplomática que tiene esta nación por delante.

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