INTERREGNUM: No es sólo China. Fernando Delage

Parece a veces como si China representara por sí sola la gran transformación asiática. Un crecimiento económico sostenido durante 40 años y la determinación de sus líderes de adaptar el orden internacional a sus preferencias—sumados naturalmente a su población, extensión territorial y posición geográfica—, han ampliado el alcance del ascenso de Asia, iniciado por Japón desde la década de los sesenta. Pero la justificada atención que atrae China no debería ignorar un proceso simultáneo al de su auge: la gradual integración del espacio regional.

De ser una mera denominación geográfica acuñada por los europeos, “Asia” ha pasado a convertirse en un sistema económico y estratégico unificado que sustituye a la mera suma de sus partes. Tras siglos de colonialismo y desaparecidas las barreras políticas de la guerra fría, el desarrollo económico y la interacción estratégica de los Estados de Asia oriental, meridional y central han facilitado un fenómeno de creciente interdependencia—tanto continental como marítima—, que explica la restauración de Eurasia como concepto y la adopción de la idea del “Indo-Pacífico” como nuevo mapa de la región.

No son dos términos que aparezcan analizados en detalle en el libro del analista indio Parag Khanna, “The Future is Asian: Commerce, Conflict, and Culture in the 21st Century” (Simon and Schuster, 2019), la más reciente aportación a la literatura sobre el siglo de Asia. La razón es que la dinámica geopolítica detrás de ambos conceptos no es objeto de la atención del autor. Sí parte al menos de la premisa de que se abre una nueva fase histórica en el mundo, al adquirir Asia una cohesión sin precedente, que atribuye a factores económicos, políticos y culturales.

Al enumerar un dato tras otro, en vez de ofrecer un examen sistemático del contexto, Khanna convence a medias al lector. Revela bien cómo el rápido aumento de los intercambios económicos entre los países asiáticos está acabando con su tradicional dependencia de Estados Unidos y de la Unión Europea. Su descripción de la estrategia regional de emprendedores y empresas tecnológicas es especialmente reveladora. Su defensa sin matices de la tecnocracia autoritaria frente a la democracia liberal plantea muchas dudas, sin embargo. La eficiencia como criterio supremo de gobernanza—Singapur, donde reside, es el modelo de referencia—es difícilmente justificable. Tampoco parecen muy sólidos sus argumentos sobre una supuesta convergencia cultural, sin perjuicio de que las clases medias asiáticas compartan, en efecto, series de televisión, música o moda.

Hace un siglo, un japonés—Okakura Kazuko—, un indio—Rabindranath Tagore—y un chino—Liang Qichao—ilustraron un movimiento panasiático definido sobre bases idealistas, y en contraposición al materialismo de europeos y norteamericanos. Más que una renovada confluencia intelectual, es la capacidad de desafiar el poder y las ideas occidentales lo que, por resumir, observamos hoy en Asia: sin apenas darnos cuenta, la modernización ha dejado de ser un monopolio de nuestra parte del mundo. (Foto: Christian Steinborn)

La ceguera maltusiana. Miguel Ors Villarejo

Desde que Thomas Malthus argumentara en su Ensayo sobre el principio de la población (1798) que nunca erradicaríamos el hambre, porque la humanidad crecía más deprisa que los alimentos, la natalidad no ha gozado de buena fama. Todavía en 1968 el entomólogo Paul Ehrlich sacudía la opinión pública con La explosión demográfica, un bestseller en el que auguraba la inminente muerte por inanición de millones de personas si no se adoptaban medidas inmediatas y, en 1979, Pekín decretaba la política del hijo único en medio de la aprobación general: dado que el comunismo no lograba mejorar la renta, Mao reducía el per cápita y así le salía una ratio más presentable en las estadísticas.

Las tesis antinatalistas se veían reforzadas por las imágenes de aglomeraciones que nos llegaban de Asia. Al ver los trenes masificados de la India y las riadas de ciclistas chinos pensábamos: ¿cómo van a salir nunca de la miseria si no dejan de reproducirse como conejos? En nuestras cabezas, la realidad estaba compuesta, de una parte, por un planeta de recursos menguantes y, de otra, por una especie de necesidades crecientes. El resultado solo podía ser la explosión de la que hablaba Ehrlich.

Sin embargo, las investigaciones más recientes y, en particular, las del último Nobel Paul Romer ven las cosas de un modo diferente. La realidad no está formada por recursos y necesidades, sino por objetos e ideas. Los recursos surgen de combinar las ideas con los objetos y, aunque estos son limitados, las ideas no lo son y, por tanto, los recursos tampoco. Podemos quedarnos sin carbón (el objeto), pero no sin carburante (el recurso), porque sustituimos las máquinas de vapor por motores de explosión (la idea) que funcionan con gasolina.

Kenneth Boulding publicó en 1966 un ensayo en el que hablaba de “la nave espacial Tierra”, para enfatizar los límites del planeta en el que viajamos, pero estos son más elásticos de lo que su metáfora sugiere, como puso de manifiesto la apuesta que planteó Julian Simon a Ehrlich. “Si son ciertos sus negros augurios”, le vino a decir al autor de La explosión demográfica, “los precios de las materias primas no dejarán de subir. ¿Por qué no coge usted las cinco que quiera y vemos qué ha pasado con su cotización dentro de 10 años?” Dicho y hecho. Asesorado por John Paul Holdren (físico, profesor de Harvard y futuro consejero científico de Barack Obama), Ehrlich eligió el cobre, el cromo, el níquel, el estaño y el tungsteno y, en 1980, suscribió un contrato con Simon.

A lo largo de la siguiente década, la población siguió aumentando y las reservas de metales se mantuvieron estables. “Ehrlich se frotaba las manos”, cuenta en su blog David Ruyet. Pero llegó octubre de 1990 y “para espanto de uno y carcajadas del otro”, se comprobó que las cinco commodities se habían abaratado. El descubrimiento de nuevos yacimientos, la finalización del monopolio del níquel canadiense, las mejoras en la extracción del cromo, la aparición de sustitutivos como cerámicas y plásticos y, en suma, el ingenio del hombre habían conjurado el apocalipsis de Ehrlich.

Esto no significa que vaya a ser siempre así. De hecho, desde comienzos de siglo la tendencia de las materias primas se ha invertido. “No hay ninguna ley de la naturaleza”, observa Ruyet, “por la que los precios de los productos básicos deban bajar inexorablemente”. Pero en cuanto se encarecen más de la cuenta, la gente se busca la vida, lo que reduce la presión alcista. Como comentó en cierta ocasión Don Huberts, un directivo de Royal Dutch/Shell, “la edad de piedra no se acabó porque nos quedáramos sin piedras”. El desarrollo tecnológico nos ha permitido sortear las escaseces antes incluso de que se materializaran.

En esa capacidad para combinar objetos e ideas radica el origen de la riqueza de las naciones y, en principio, más gente debería significar más ideas. ¿Por qué se da la paradoja de que naciones densamente pobladas como China y la India sean más pobres? Se trata de “una anomalía”, dice Alex Tabarrok. “Ni China ni la India fueron pobres en el pasado y tampoco lo serán en el futuro”. Su atraso relativo ha sido consecuencia de su tardía adopción de las instituciones que hicieron posible el despegue de Occidente.

Pero una vez asimiladas las reglas del capitalismo, los investigadores Klaus Desmet, David Krisztian y Esteban Rossi-Hansberg creen que no tardarán en recuperar el liderazgo mundial. “Dos fuerzas impulsan este proceso”, escriben en un artículo ganador del Premio Robert Lucas. “Primero, la gente se muda a las áreas más productivas y, segundo, las concentraciones más densas se vuelven más productivas con el tiempo, porque resulta más rentable invertir allí [donde hay más clientes]”.

El único modo de que Europa y Estados Unidos eviten verse desbancados es liberalizar la inmigración, pero seguimos presos de viejos prejuicios maltusianos que consideran a cada recién llegado otro estómago que alimentar, en lugar de la mente que alumbrará las futuras soluciones.

Europa y China, grietas en el escenario

La visita del presidente chino, Xi Jinping, a Europa está permitiendo visualizar algunos cambios, al menos en el escenario, en las relaciones de la Unión Europea con Pekín. Y estos cambios afectan tanto en el endurecimiento de algunos países en la relación con China sino en el acercamiento claro de otros al país asiático.

En el segundo caso está Italia, que, con sus acuerdos con China, aunque no han hablado, al menos oficialmente, de los desafíos tecnológicos a la seguridad de la UE, ha suscitado la desconfianza y el recelo de la propia Unión y fundamentalmente de Francia y Alemania. La combinación en Italia del discurso euroescéptico y de primacía de sus aparentes intereses nacionales a corto plazo no sólo está debilitando la UE sino introduciendo variables que pueden volver la situación cada vez más incontrolable.

Del otro lado, desde el que quiere repensar las relaciones con China marcándole a Pekín el terreno y definiendo intereses estratégicos más firmes de la UE, Macron se está erigiendo en líder de esa estrategia de contención.

No es fácil el papel. La capacidad de inversión de China, su dinamismo innovador, sus avances tecnológicos con el apoyo del aparato de Estado y sin respeto real a las leyes del mercado ni normas legales que le crearían problemas constituyen señuelos seductores para una Europa que ha venido perdiendo pulso y abandonándose a una inactividad alejada de conflictos. Por eso se han combinado los nuevos gestos de dureza con el anuncio de un macro contrato con Airbus, negociado semanas antes, en medio de la crisis de confianza en la seguridad de Boeing.

Ese es el escenario. O los negocios a corto plazo y el desprecio a las decisiones colectivas del modelo italiano o el modelo multilateral, en el que no debemos olvidar que prima el interés de Francia y su industria, pero que define un  marco común y un comienzo de decisión estratégica nueva. (Foto: Marco Zak)

THE ASIAN DOOR: Ha nacido un país de unicornios. Águeda Parra

Que a los unicornios les gusta China es una afirmación que hoy en día ya muy pocos cuestionan. No se trata de que Estados Unidos haya dejado de competir con el gigante asiático en la creación de este tipo de empresas, valoradas en más de un 1.000 millones de dólares. Más bien es que China ha entrado en una dinámica de revolución tecnológica que alcanza a todos los ámbitos de su economía y que le está impulsando a liderar la creación de grandes centros de innovación al estilo de Silicon Valley.

Existe todo un ecosistema que propicia este ritmo de generación de nuevas startups en China. Las reformas económicas introducidas por el gigante asiático hace 40 años han conseguido generar una sociedad que ha incrementado su nivel de ingresos significativamente, lo que conlleva un mayor nivel de consumo y una capacidad de compra que ha crecido rápidamente. De este modo, se ha llegado a abordar una revolución digital que tiene a más de la mitad de su población conectada a Internet, superando los 700 millones de personas, usuarios todos ellos de un complejo entramado de plataformas tecnológicas que conforman el ecosistema digital de China. Esta trepidante dinámica de digitalización de la sociedad ha llevado a que China cree un unicornio cada 3,8 días en 2018, según un estudio de Hurun Report, posicionando la tecnología Made in China en la vanguardia mundial.

China, un país de unicornios, acoge a 186 de estas empresas, generando un crecimiento del 50% respecto a los 120 con los que contaba en 2017. No solamente el crecimiento es significativo en el número de nuevas empresas, sino que los 181 unicornios tienen un valor agregado de más de 736.000 millones de dólares, casi el doble de la valoración de los 120 unicornios de 2017 que alcanzaban los 433.000 millones de dólares. En la creación de este tipo de empresas juegan un papel destacado los grandes titanes tecnológicos en su papel de incubadoras o aceleradoras, contando hasta 11 unicornios con el apoyo de Alibaba, mientras que Tencent ha confiado su inversión en 28 de estas empresas.

A medida que existen ciertos sectores que con el tiempo empiezan a considerarse ya maduros en el mercado chino, como el e-commerce, comienzan a estar en alza otros nuevos intentando satisfacer rápidamente la demanda de los usuarios. Por sectores, lideran la clasificación los unicornios relacionados con los servicios de Internet, seguidos del e-commerce y las FinTech. Precisamente es en el sector de los servicios financieros online donde se encuentra el unicornio con mayor valoración de mercado, Ant Financial, compañía de la que Alibaba posee un 33% y que está valorada en 148.400 millones de dólares. Por ubicación, Beijing sigue siendo la ciudad elegida para desarrollar el mayor número de unicornios que genera China, tanto por los ya existentes como por los nuevos creados durante el último año. Las ciudades de Shanghai y Hangzhou, ciudad natal de Jack Ma, ocupan el Top 3 de los grandes hub de innovación que está desarrollando China, aunque en el último año Nanjing ha conseguido posicionarse como uno de los centros con más atractivo para atraer la innovación, principalmente por la vocación de la ciudad por desarrollar la tecnología del automóvil del futuro.

De los 97 nuevos unicornios creados en 2018, 23 de ellos están relacionados con el sector servicios, principalmente relacionados con la demanda de las bicicletas y coches compartidos. El siguiente grupo que mayor número de unicornios agrupa es el de salud y medicina, seguido del de educación, Big Data y Cloud Computing, que muestran el creciente interés de la sociedad china por estas nuevas tecnologías y los servicios asociados a las mismas. Por el contrario, la madurez del mercado del e-commerce en China, donde los consumidores cubren plenamente sus demandas con los servicios que ofrecen los titanes tecnológicos chinos como Alibaba y JD.com, supone que apenas sean dos los nuevos unicornios creados en este ámbito.

Ahora que la economía china está sufriendo una importante desaceleración motivada por la guerra comercial con Estados Unidos, la aportación de los unicornios a la nueva economía digital resulta fundamental para mantener los ritmos de crecimiento económico de China. El escenario de inestabilidad que está provocando a nivel mundial el conflicto internacional ha lastrado las exportaciones chinas en enero hasta un 21% respecto al año anterior, un impacto mayor de lo que habían pronosticado los analistas, lo que está provocando retrocesos en el resto de economías mundiales. De ahí que China siga confiando en sus unicornios para intentar mantener el ritmo de desarrollo económico ante una situación que ya ha sobrepasado la tregua de tres meses establecida y cuyas consecuencias en el medio plazo todavía son inciertas. (Foto: Andrew Morrell)

Una revolución logística en Corea del Norte. Nieves C. Pérez Rodríguez

Desde que Kim Jong-un llegó al poder a finales de 2011, el mercado negro de Corea del Norte ha venido experimentando grandes cambios que se están llevando a cabo como una “revolución logística”. Con la expansión de las telecomunicaciones móviles estatales y el transporte privado como forma de entrega de pedidos, expone Yonho Kim, experto especializado en Corea del Norte, con especial foco en políticas económicas.

Alrededor del 20% de la población norcoreana, es decir unos 4 millones ciudadanos, ahora tienen teléfonos móviles, lo que facilita la comunicación en tiempo real de la información de tendencias del mercado. Esto ha permitido a los comerciantes determinar mejor las cantidades y los precios de los productos para el comercio, así como los métodos de envío y entrega a través del móvil. Estos datos fueron suministrados en una discusión que tuvo lugar en el Instituto coreano Económico de América, presidida por el antes mencionado experto, y en el que 4Asia participó.

El mercado negro de Corea del Norte se desarrolla en total secretismo, como es usual en este tipo de regímenes, y en donde la confianza es la clave de las transacciones. En cada provincia hay una organización con gente que se encarga tanto de la distribución de las mercancías, como de los pagos o la recaudación del dinero. Por ejemplo, un usuario interesando en comprar gasolina solicita el producto a su contacto a través de una llamada, quién a su vez llama a quien es su proveedor de gasolina y se la pide. A partir de ese momento se hacen los pagos correspondientes y se ponen en contacto al chófer y al cliente quienes establecerán el lugar de entrega por teléfono. De surgir algún inconveniente, como que sea parado por un control del Estado, se activa un protocolo, en el que el chófer llama a su contacto provincial, quien se comunicará con el ministro o funcionario que está afiliado a la red para que le permita el paso.

El experto norcoreano explica que los comerciantes ya no pueden competir en los mercados sin un teléfono móvil. Además, agrega, la tolerancia de Kim Jong-un con las empresas privadas en Corea del Norte y la creación de operaciones de colaboración público-privadas de facto han ayudado a fomentar la empresa de servicios de transporte privado, también conocida como “servi-cha”.

Aprovechamos la oportunidad para hablar con Yonho Kim, e indagar sobre el informe. Nos explicó que sus datos se basan en entrevistas realizadas a 19 desertores norcoreanos que ahora están reasentados en Corea del Sur y que todos cuentan con experiencia como comerciantes que usaban sus teléfonos celulares y servicios de transporte privado, en los años recientes.

En la conversación con el especialista en Corea del Norte le preguntamos si el desarrollo y crecimiento de esta economía paralela puede de hecho ayudar al régimen de Kim a perpetuarse en el poder porque oxigena la vieja crisis económica que atraviesa esa nación, y él nos explicó que Kim Jong-un sabe que ha utilizado el mercado para resucitar la economía y asegurar la legitimidad de su gobierno. Los norcoreanos no están seguros de su liderazgo como dictador de tercera generación que carece de logros políticos heroicos.

Hasta ahora, el mercado y el régimen mantuvieron con éxito unas relaciones simbióticas de las que Kim puede reclamar que hoy hay una parte menor de la economía bajo su supervisión. Pero el problema es que las personas ya no perciben al régimen como un cuidador, porque no dependen del Estado para su supervivencia diaria, sino de sus propias actividades de mercado. Kim tendrá que mostrar grandes resultados económicos para permanecer en el poder a largo plazo, afirma nuestro interlocutor.

El dictador norcoreano debe conocer los riesgos de la mercantilización en términos de estabilidad de su régimen. Es por eso que es muy cuidadoso al abrir su economía. Intentará minimizar el impacto negativo de la normalización de las relaciones económicas con el mundo exterior mediante el desarrollo de políticas de reforma muy calculadas. Aunque, asegura nuestro experto, ningún dictador tiene un control total de las consecuencias inesperadas de su propia política. ¿Y por qué la corrupción sería tan rampante en una sociedad estrechamente controlada como Corea del Norte? La corrupción es una herramienta para que Kim reduzca la presión sobre su régimen por parte de los funcionarios estatales que enfrentan dificultades económicas. Es posible que Kim no sepa cuál es el resultado final.

Por ahora lo que se sabe es que el crecimiento de ese mercado negro ha desencadenado la “revolución logística” y que está cambiando profundamente la sociedad norcoreana. Yonho Kim asevera que las personas están haciendo llamadas y enviando mensajes de texto, tomándose selfies y mandándolos a sus amigos. Estas son experiencias sin precedentes para las personas en una sociedad cerrada como Corea del Norte. Y la creciente importancia de la credibilidad y la confianza entre los comerciantes gracias a la introducción combinada de teléfonos celulares y servicios de transporte comercial en última instancia plantaría una semilla de la sociedad civil. (Foto: Jeff Johnson)

El ascenso de China: entre la geografía y el discurso. Isabel Gacho Carmona

La geopolítica clásica trata de explicar los fenómenos políticos basándose casi exclusivamente en los accidentes geográficos. Muchos autores actuales siguen esta línea y, aunque suelen intentar desnatar su determinismo geográfico hablando de determinismo probabilístico, lo cierto es que el peso que le otorgan a la geografía es desmedido.

A comienzos del siglo pasado el geógrafo ingles Mackinder revolucionaba la geopolítica siendo el primero en ofrecer una visión universal e integrada. En su tesis más famosa establecía Eurasia como el centro del mundo o Isla Mundial y en el corazón de esta estaría el Heartland, un área a caballo entre Europa oriental y Asia central que significaría la llave del poder mundial. De esta manera, si Eurasia representa el centro geoestratégico del mundo, China cuenta con una situación geográfica privilegiada para alzarse como gran potencia: “Si los chinos (…) llegaran a vencer al Imperio ruso y conquistar sus territorios, podrían representar un peligro amarillo para la libertad del mundo, simplemente porque añadirían un frente oceánico a los recursos del gran continente, ventajas de las que no han podido gozar todavía los rusos”.

Esta manera simplista de entender la potencia del poder chino sigue muy presente entre realistas y neorrealistas. Sin ir más lejos, Kaplan, uno de los analistas geopolíticos más influyentes del momento, analiza el ascenso chino examinando la realidad actual a través de la tesis del geógrafo inglés: “Dejemos a un lado el inherente sentimiento racista de la época, así como el ataque de histeria con que se recibe el auge de cualquier potencia que no sea occidental y concentrémonos en cambio en el análisis de Mackinder”. China no es exclusivamente un poder continental, ya que no solo se extiende hasta el núcleo estratégico centroasiático, donde abundan los hidrocarburos, sino hasta las rutas marítimas del Pacífico, donde goza de 14.500 kilómetros de costa con numerosos puertos naturales de aguas templadas. La geografía la situaría en una posición privilegiada respecto a Rusia, por supuesto, pero también frente a otras potencias como Brasil, que “ofrece menos ventajas. Se encuentra aislada en Sudamérica apartada de las masas continentales”.

La situación geográfica privilegiada de China no es nueva, entonces ¿Cómo explicamos, por ejemplo, el siglo de las humillaciones? Solo la geografía no basta. Frente al determinismo de la geopolítica clásica, hay otra manera de analizar las dinámicas de poder mundiales. A finales de los 80 surgió una nueva corriente: la geopolítica crítica. Esta otra manera de entender la geopolítica pone el acento en la concepción que las élites y las poblaciones tienen de la realidad. Para esta corriente de corte constructivista, los discursos, las ideas, la manera de proyectar los mapas… son de vital importancia para comprender el contexto y las pugnas por el poder. Para entender el ascenso de China desde este prisma, Agnew, uno de los creadores de la geopolítica crítica, trata de ofrecer un contrapunto a clásicos como Mackinder o Kaplan analizando los discursos en torno a China creados en oriente y occidente. Se trata de analizar cómo las premisas geopolíticas calan y dan forma al entendimiento del mundo.

De esta manera, la visión de Mackinder y Kaplan no sería más que una manera de verlo. Estarían enmarcadas en un discurso occidental con una concepción estatista y lineal de la historia basada en la lucha por la supremacía, según el cual China estaría reemergiendo, sería otra gran potencia en una sucesión de ellas. Este discurso explica la ansiedad y el miedo que causa entre los analistas occidentales el ascenso de China, desde el peligro amarillo de Mackinder hasta metáforas actuales como el despertar del dragón chino.

Sin embargo, una historia completamente diferente puede ser contada. La geografía es la misma para todos, pero la importancia que le damos y el discurso que creamos a partir de ella puede llegar a ser más importante. Precisamente el aislamiento físico del pueblo chino (el Himalaya al sur, el desierto del Gobi al norte, el Pacífico al este y las montañas Tian Shan y el desierto Taklamakán al oeste) favoreció la creación de una sensación de unicidad y un discurso propio acerca de su propia realidad y la del mundo.

Aunque el siglo de las humillaciones, con el cambio en el imaginario que supuso pasar de ser el centro del mundo a un jugador secundario, y el ascenso del comunismo de Mao, con su antitradicionalismo, fueron puntos de inflexión en su discurso milenario, se puede decir que existe una cosmología sinocéntrica que ha dado forma a la visión que tienen los chinos sobre sí mismos y sobre el mundo. China, como centro de la civilización rodeada de una periferia de bárbaros, eso sí basada en preservar la armonía y codificada por el confucianismo. Estas ideas han vuelto a un primer plano: fueron rescatadas en la época de Deng con los cinco pilares de coexistencia pacífica de Zhou Enlai.

No existe una sola concepción del papel de China como potencia emergente y la geografía en sí misma no es la respuesta, sino la base sobre la que se asientan los discursos. La situación actual es que China se tiene que adaptar a un mundo que no ha diseñado y que la ve como una amenaza. Un mundo que, además, es muy diferente de otras épocas de sucesión de potencias hegemónicas y en el que las visiones occidental y sinocéntrica ni siquiera son las únicas. La geografía reparte las cartas, pero no es tanto lo que tengas en la mano sino como te proyectas y como te perciben. La geopolítica se parece más al mus que a las siete y media. (Foto: Julio Sabina)

THE ASIAN DOOR: Alipay no conoce límites. Águeda Parra

“Para los seres humanos, la primera globalización fue la Ruta de la Seda, pero hoy en día, en la edad de Internet, creo que deberíamos convertir la Ruta de la Seda en una e-Ruta, […] una e-Ruta para conectar todos los países”. Así se expresaba Jack Ma durante la inauguración en 2017 de la plataforma electrónica de comercio mundial que va a actuar de hub en Malasia, el primer centro de estas características fuera de la sede principal del gigante del e-commerce en Hangzhou. Una instalación que tendrá las funciones centralizadas de despacho de aduanas y almacenamiento, estará destinada a cubrir las necesidades de Malasia y de toda la región del Sudeste Asiático.

Desde entonces, la visión de negocio de Alipay, la marca comercial de Ant Financial, el gigante de las FinTech, le ha llevado a seguir expandiéndose más allá de la muralla china, implantando su modelo de pagos electrónicos por otros países fuera de China. La cifra récord de usuarios por todo el mundo asciende a 1.000 millones, de los cuales 700 millones son usuarios chinos. Aunque dos tercios de su negocio proceden de las ventas en China, los negocios internacionales están creciendo rápidamente, siendo la comunidad china el público objetivo prioritario de Alipay. Con esta estrategia de externalización, Alibaba está consiguiendo poner a disposición del turista chino en sus viajes al extranjero el medio de pago digital preferido que utilizan cuando están en el país. Expandiendo el ecosistema tecnológico de China más allá de sus fronteras, Alibaba está favoreciendo que los nativos digitales impulsen la recuperación económica del país lastrada tras meses de estar en vigor la guerra comercial que mantiene con Estados Unidos. En un país donde más de la mitad de la población está conectada a Internet, Alibaba ha conseguido que el número de usuarios activos mensuales desde dispositivos móviles crezca hasta los 699 millones en el cuarto trimestre de 2018, 30 millones más respecto al trimestre anterior. Sin duda, una buena noticia para el comercio electrónico global y para la recuperación de la economía china en general.

Los acuerdos que ha establecido con compañías de pago electrónico como Paytm, en India, y TrueMoney, en Tailandia, y que forman parte de las cerca de 10 colaboraciones con otras grandes empresas de pago electrónico en el extranjero, han favorecido la expansión internacional de una de las marcas más reconocidas del universo Alibaba. Desde que Alipay comenzara su campaña de expansión internacional en 2007, los turistas chinos pueden solicitar en 80 aeropuertos de más de 40 países la devolución instantánea de impuestos a través de Alipay. De hecho, hasta dos tercios de los turistas utilizan el pago por móvil, sobrepasando por primera vez el uso del dinero en efectivo, según un informe de Nielsen.

La ambición de Alibaba también ha llegado a Europa, considerándose la compra de la empresa de servicios de remesas World First en el Reino Unido como el gran desembarco de Alipay en Europa, avanzando así en su expansión global. La adquisición se produce un año después de que el Comité sobre Inversiones Extranjeras de los Estados Unidos bloqueara la oferta de Ant Financial sobre MoneyGram. Un acuerdo que viene después de que en enero de 2019 Alipay adquiriera la licencia de dinero electrónico en Luxemburgo que le permite conectar su plataforma a los usuarios de todos los países de la Unión Europea.

En el caso de España, Alipay está presente gracias al acuerdo de colaboración con CaixaBank, que permite a los turistas chinos utilizar su medio de pago móvil preferido en más de 300.000 comercios españoles. Un acuerdo al que se suma el firmado con El Corte Inglés a principios de 2018 con el que la cadena de grandes almacenes pretende ofrecer un servicio de pago personalizado a los clientes chinos. En el caso de Estados Unidos, Alipay cuenta con un acuerdo con la cadena de tiendas Walgreens para aceptar el pago por móvil en más de 7.000 establecimientos a partir de abril.

Con esta trayectoria, Alipay se ha convertido en uno de los grandes exponentes del éxito del titán tecnológico chino. Esto le ha servido para que en la última ronda de financiación, Ant Financial consiguiera una valoración de 150.000 millones de dólares, convirtiéndose así en el unicornio más grande del mundo. Un reconocimiento de que a los unicornios les gusta China, y que alguno de ellos, como en el caso de Alipay, han conseguido situarse como la marca mejor percibida en China en 2018, una clasificación en la que participan grandes firmas internacionales y que valoran, entre otras características, su calidad, valor, reputación, satisfacción y recomendación de la marca. (Foto: David Feng)

INTERREGNUM: China: demografía e innovación. Fernando Delage

Entre esos datos estadísticos que no suelen aparecer en los titulares de los medios de comunicación, la semana pasada se dio a conocer la cifra de nuevos nacimientos en China en 2018: 15,2 millones. Es decir, dos millones menos que el año anterior, y segundo año consecutivo, por tanto, de caída de la natalidad desde que, en 2015, se aboliera formalmente la política del hijo único. En términos porcentuales, la población china creció un 0,38 por cien, un incremento comparable al de los países de Europa occidental. Lo significativo es que se trata del crecimiento más bajo desde 1961, año en que la República Popular afrontaba la pérdida de hasta 40 millones de personas como consecuencia de las hambrunas causadas por el Gran Salto Adelante maoísta.

La demografía, como vienen advirtiendo numerosos economistas desde hace años, es uno de los principales obstáculos al crecimiento sostenido de China. El tamaño de la población activa—y la ventaja competitiva de unos bajos salarios—fue uno de los factores decisivos del despegue económico desde la década de los ochenta. La política del hijo único—impuesta por la presión que suponía una población de esas dimensiones sobre un Estado con limitados recursos—ha tenido, sin embargo, un impacto difícil de corregir. El censo de 2010 ya reveló un crecimiento anual de la población del 0,57 por cien en la primera década del siglo XXI frente al 1,07 de los años noventa, un dato muy por debajo de lo que se esperaba.

La consecuencia es que el número de chinos en edad de trabajar ha comenzado a contraerse: si entre 1990 y 2010 seis millones de trabajadores se incorporaban anualmente al mercado laboral, durante las próximas dos décadas la población activa se reducirá en unos 6,7 millones de trabajadores cada año. De 940 millones en 2012, se pasará así a 700 millones en 2050, fecha en la que uno de cada tres chinos tendrá más de 65 años. (La población total comenzará a disminuir tras alcanzar un máximo de 1.440 millones en 2029).

El envejecimiento de la población —en un país con una reducida red de seguridad social—, y la reducción de la población activa se traducirán en una disminución gradual del ahorro (y por tanto de la inversión), y empujarán al alza de manera significativa los costes salariales, afectando a la competitividad y al empuje de la economía. Es un desafío que explica la prioridad de los dirigentes chinos por promover un aumento de la productividad apoyado en la innovación y la tecnología. Lo que, a su vez, está en el origen de las actuales tensiones económicas con Estados Unidos y, en parte también, con la Unión Europea.

La aceleración del envejecimiento de una sociedad con una renta per cápita aún baja—al contrario de lo que ocurre en Japón o Corea del Sur, países que también atraviesan un complejo declive demográfico—puede complicar en gran medida las ambiciones chinas y alterar la dinámica política interna. Pero también pone de relieve—justamente cuando la Comisión Europea acaba de adoptar unas nuevas orientaciones estratégicas hacia China que el Consejo Europeo discutirá en su reunión de esta semana—, que la competencia internacional no es tan sólo geopolítica o comercial. La variable demográfica es una de las razones que explica por qué es en relación con la política industrial, y con el sector tecnológico en particular, donde se juega la pertenencia a la primera división mundial del futuro.

Estados Unidos lo tiene claro, aunque quizá no haya formulado una estrategia hacia China coherente y sostenible a largo plazo. Es ahora el turno de los líderes europeos de ser consecuentes con el mundo que se avecina. La demografía condiciona la superación por China de la trampa de los ingresos medios, pero formular una política sobre la base de un escenario de no sostenibilidad de su crecimiento a largo plazo significa desconocer la determinación de Pekín de ocupar una posición de liderazgo en la economía global del siglo XXI. (Foto: Eric Hevesy)

¿Mata la desigualdad? Miguel Ors Villarejo

La aparición en 2009 de Un análisis de la (in)felicidad colectiva levantó una enorme polvareda. Los epidemiólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett trazan en este libro regresiones entre la desigualdad y una serie de variables (esperanza de vida, obesidad, criminalidad, mortalidad infantil, embarazos de adolescentes, salud mental…) y su conclusión es demoledora: a mayor brecha de ingresos, peores indicadores. Wilkinson y Pickett admiten que Occidente ha alcanzado un nivel de desarrollo material sin precedentes, pero a costa de la cohesión. La competitividad extrema nos aísla y nos genera una ansiedad que no solo nos hace desgraciados, sino que nos pone literalmente enfermos.

En los años siguientes, potenciada por la Gran Recesión, la desigualdad se ha colocado en lo más alto de la agenda política. El sociólogo Göran Therborn escribiría en 2013 un desalentador ensayo cuyo título, The Killing Fields of Inequality, compara los campos de exterminio de Pol Pot con las diferencias sociales y que en España se tradujo directamente por La desigualdad mata.

¿De verdad la desigualdad mata?

Cuando Un análisis de la (in)felicidad colectiva se publicó, el periodista Christopher Snowdon ya señaló importantes objeciones. En particular, Wilkinson y Pickett habían excluido a algunos países sin ninguna explicación y, cuando Snowdon los incluía, las correlaciones se desvanecían. Los epidemiólogos sacaron una secuela de su bestseller el año pasado, The Inner Level y podían haber aprovechado para salir al paso de estas críticas, pero las han ignorado soberanamente y se han dedicado a argumentar cómo la desigualdad nos amarga la existencia. No hay gráficos nuevos y Snowdon ha decidido rellenar la laguna. Si la teoría es sólida, razona, el deterioro de la cohesión experimentado durante la Gran Recesión tendría que corroborarla. “Así que, aprovechando el décimo aniversario [de Un análisis…]”, escribe en su blog, “pensé que sería interesante someter a prueba sus afirmaciones más controvertidas” y calcular algunas regresiones con datos actualizados del Informe sobre Desarrollo Humano, la misma fuente que utilizaron Wilkinson y Pickett.

Como cabía esperar, el resultado es nulo por lo que respecta a la obesidad, los trastornos mentales, los embarazos adolescentes, los homicidios o la mortalidad infantil. Ninguno de estos problemas se exacerba con la desigualdad. En lo que sí parece influir es en la esperanza de vida, pero en sentido inverso: cuanto mayores son las diferencias en una sociedad, más longevos son sus habitantes.

Naturalmente, sería disparatado sacar ninguna conclusión de este divertimento estadístico. El mundo está lleno de correlaciones espurias. Tyler Vigen enumera algunos ejemplos en su web. Los hay muy curiosos: gasto en investigación de Estados Unidos y muertes por estrangulamiento, ahogados en piscinas y películas en las que aparece Nicolas Cage, consumo de queso per cápita y personas que fallecen enredadas en sus sábanas, consumo de margarina y tasa de divorcio en Maine, exportaciones petrolíferas de Noruega y víctimas por colisión de un coche contra un tren…

Por supuesto, no es lo mismo. Nicolas Cage no tiene la culpa de que la gente se ahogue en su piscina, mientras que sí puede haber conexión entre la desigualdad y cierto malestar, aunque únicamente sea la envidia que a todos nos inspira el éxito ajeno. Pero responsabilizarla de las plagas de Egipto suena excesivo. “Es ciertamente verosímil que la desigualdad influya (para bien o para mal) en muchos ámbitos”, apunta Alex Tabarrok, “pero se trata de efectos pequeños y sutiles, que difícilmente sacará a la luz una mera comparación entre países”. (Foto: Winsion Ng)