INTERREGNUM: El reto de la integración asiática. Fernando Delage

Se han cumplido este mes 20 años de la adhesión formal de China a la OMC, un hecho que contribuyó a transformar el país en el gigante que es hoy, facilitando un crecimiento que hará que su economía supere a la norteamericana antes de que termine esta década. En 2001, la República Popular era la octava economía del planeta, con un PIB de 1,16 billones de dólares (similar al de España en la actualidad) y su superávit comercial con Estados Unidos era de 83.000 millones de dólares. En 2020, el PIB chino alcanzó los 15,4 billones de dólares, y el déficit bilateral norteamericano superó los 255.400 millones de dólares.

Dos grandes objetivos condujeron a la administración Clinton a cerrar la negociaciones sobre la incorporación de Pekín a la organización a finales de los años noventa. El primero fue la convicción de que la integración de China en el sistema comercial multilateral impulsaría el propio crecimiento económico de Estados Unidos. El segundo fue la idea de que también propiciaría un proceso de reforma política a favor del pluralismo. Dos décadas más tarde, es evidente que ambos cálculos fallaron.

China atraviesa una etapa de creciente autoritarismo, mientras que los efectos de su extraordinaria expansión económica—atribuible, para no pocos norteamericanos, a la apropiación ilegal de propiedad intelectual y el incumplimiento de las normas de la OMC—ha consolidado la percepción de que su ascenso ha tenido como precio el “declive” de Estados Unidos. Sea correcta o no la interpretación sobre las causas de ese resultado, la cuestión es que las reglas de la OMC se han visto superadas por la propia dinámica global. Aunque la hostilidad de la administración Trump hacia la organización perjudicó su margen de acción, lo cierto es que todo esfuerzo orientado a condicionar las prácticas chinas pasa hoy por atender el nuevo mapa de integración económica en la región.

El 1 de enero entrará en vigor la Asociación Económica Regional Integral (Regional Comprehensive Economic Partnership, o RCEP en sus siglas en inglés), grupo integrado por los diez Estados miebros de la ASEAN junto a China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Al representar casi un tercio de la población mundial y el 30 por cien del PIB global, el nuevo bloque es mayor que NAFTA o que la Unión Europea. El pacto—que incluye un acuerdo de libre comercio entre China, Japón y Corea del Sur—confirmará a Asia como motor de la economía mundial, aún más al sumarse al CTPP, el pacto sucesor del TPP de la era Obama del que Trump retiró a Estados Unidos en 2017, y que Japón reconfiguró con las 11 restantes economías un año después.

Los dos acuerdos—que comparten a siete miembros—respondían a distintas lógicas geopolíticas. Mientras que en el RCEP destaca la centralidad de China como principal economía del bloque, el objetivo del CPTPP era el contrario: evitar una dependencia excesiva del mercado chino y prevenir que Pekín dictase las reglas del juego económico en la región. El anuncio por parte de las autoridades chinas de su intención de incorporarse a este segundo acuerdo cambia radicalmente la situación. Cumplir los requisitos de adhesión no será fácil—se diseñaron precisamente para obstaculizar la participación de la República Popular—, pero su poder económico y comercial le proporciona una notable baza de negociación. Situada ya en el centro del RCEP, la incorporación al CPTPP otorgaría a China un estatus inamovible como gigante regional.

Si quiere reconfigurar las bases de sus relaciones comerciales con China, y gestionar las diferencias que la OMC ya no puede resolver, Estados Unidos debería sumarse por ello al CPTPP, y antes que Pekín. Un objetivo que también debería plantearse la Unión Europea: Asia es el segundo mayor destino de sus exportaciones, e incluye a cuatro de sus diez principales socios comerciales. No se trata, además, de una mera oportunidad económica, sino de hacer posible su participación directa—y no como mero observador—en un proceso de integración que transformará el continente, y que haría de la UE un socio de especial relevancia para aquellas naciones asiáticas que desean evitar las consecuencias de la rivalidad Estados Unidos-China.

 

Las 5 cosas más destacadas del 2021. Nieves C. Pérez Rodríguez

1.- El segundo año de la pandemia en este lado del Atlántico comenzaba con el terrible asalto al Congreso de los Estados Unidos dejando una bochornosa imagen de este país frente al mundo. Precisamente la nación que ha exportado sus valores democráticos a cada esquina del planeta, que ha sido observadora y certificadora de miles de elecciones extranjeras y que ha financiado muchas de las organizaciones internacionales, sufrían un gran golpe en el corazón de Washington D.C., en el edificio que ha simbolizado desde 1800 los valores de democracia y libertad.

 

Ese espantoso episodio, cuyo propósito era desacreditar la legitimidad de las elecciones por el contrario, demostró la solidez de las instituciones americanas y abrió paso a la continuidad democrática de este país, con la toma de posesión del que había sido el ganador de la elección del noviembre anterior. Y en medio de la profunda tristeza y confusión, la toma de posesión de Biden llenaba de ilusión a muchos, pues prometía, por una parte, cambios, pero, por otra, la experiencia de Biden llenaba de esperanza al retorno a una relativa normalidad tan deseada por la mitad de los ciudadanos estadounidenses y, sin duda también, por muchos de los aliados de occidente, sobre todo aquellos que se sintieron abandonados y hasta presionados por la previa Administración Trump.

 

2.- Japón, que se atrevió a celebrar los pospuestos juegos olímpicos del 2020 en julio del 2021 a pesar de la gran oposición doméstica que tuvo a razón de la propia pandemia, aunque siempre con la esperanza puesta en cumplir el comedido y no dejar caer por la borda los 26 millones de dólares que habían invertido en ello. Así mismo, el primer ministro Suga fue el primer líder recibido por Biden en abril y, además, fue Japón el primer destino del Secretario de Estado Blinken junto con el Secretario de Defensa Lloyd Austin, dejando ver como para la Administración Biden Japón juega un rol clave como aliado estratégico, además de la prioridad que ocupa el Indo-Pacífico en la agenda de Biden.

 

3.- Corea del Norte, que ya se pensaba que era el régimen más cerrado del mundo y se ha superado a si mismo durante la pandemia y se ha convertido en un régimen aún más hermético de lo que conocíamos en pro de contener la pandemia. Poco se ha filtrado pero lo que sabemos es que se han blindado incluso del lado de la frontera con China para evitar que el Covid-19 transite libremente por su territorio. Su líder supremo cumplía el 19 de diciembre 10 años en el poder en los cuales ha conseguido tremendos avances en su programa nuclear generando mucho miedo en sus vecinos y gran preocupación para Washington.  A pesar del hermetismo del sistema, Kim Jon-un consiguió hacer crecer la economía  en estos años, aunque la pandemia ha tenido un efecto nocivo en esa recuperación y actualmente se encuentra severamente golpeada.

 

4.- Afganistán. La inoportuna y mal organizada salida de Afganistán perseguirá a Biden para siempre como uno de sus más nefastos errores, todo por la premura de hacerlo coincidir con el vigésimo aniversario del ataque del 11 de septiembre del 2001. Además del terrible retroceso que eso implica para la población afgana. Geopolíticamente altera el orden regional que se había conseguido.  China, además, comparte 76 kilómetros de fronteras con Afganistán a través del corredor de Wakhan y por ahí tiene ahora mayor acceso libre al resto de Asia Central con facilidad para el desarrollo de sus planes de BRI.

 

5.- China. El Partido Comunista chino celebró este año su aniversario número 100, y a pesar de que fue creado tan solo por un grupo muy pequeño de personas en la clandestinidad, hoy en día 1 de cada 15 ciudadanos chinos son miembros del partido. Y aunque la cifra parezca escandalosa ésta responde a la necesidad que tiene el partido de mantener control y lealtad de la población en la militancia política e ideológica desde que se hicieron con el poder en 1949. Desde entonces se han convertido en una fusión de partido y Estado que controla todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos. Con Xi Jinping a la cabeza como secretario general del Comité Central del PC chino, presidente de las fuerzas armadas y, además, actual presidente de la República Popular China desde 2013 y en su aspiración de continuar con el legado de Mao, China ha conseguido que su ideología sobre “el socialismo con características chinas o el socialismo para una nueva era” sea la columna vertebral que dirige al país desde el 2013 y que así continuará en los años venideros.

THE ASIAN DOOR: Laos, nuevo enclave ASEAN de la Ruta de la Seda. Águeda Parra

Con paso firme y bajo una perspectiva de amplia globalidad geoestratégica, la nueva Ruta de la Seda ha ido diseñando el nuevo esquema de comunicaciones, infraestructuras y diplomacia durante los últimos ocho años. La consolidación de la iniciativa, que ha conseguido adherir a multitud de países desde Oriente a Occidente, ha supuesto la remodelación de un modelo de conexiones regionales, con proyección global, difícilmente alcanzable sin el respaldo de la mayor iniciativa de inversión en infraestructuras de la historia.

Conseguir desplegar un nuevo esquema de conexión a través de la construcción de nuevas infraestructuras es la parte tangible de la iniciativa. El poder de una diplomacia reforzada a través de la construcción de vínculos bilaterales más sólidos y relaciones comerciales y económicas más intensas es la parte intangible, un activo imposible de cuantificar cuando se trata de afrontar los retos que plantea la gobernanza mundial ante desafíos globales.

La creciente influencia geopolítica conseguida por China en este tiempo más allá de su entorno más cercano en la región asiática, en África, América Latina e incluso Europa, ha impulsado la presentación de propuestas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea para contrarrestar el poder geoestratégico alcanzado por el gigante asiático. La cooperación en infraestructuras organizada por Estados Unidos bajo la denominación de Build Back Better World (B3W), y la recientemente anunciada como Global Gateway por parte de la Unión Europea, buscan ser la alternativa al desarrollo global de infraestructuras planteado por China.

Anunciados los planes de Estados Unidos y la Unión Europea con los que se espera movilizar miles de millones de dólares para mejorar la carencia en infraestructuras que tiene el mundo en cuestión de acceso universal a la energía, agua, mayor movilidad, y que el Banco Mundial ha cuantificado en 1,3 billones de dólares, la nueva Ruta de la Seda sigue avanzando en su diseño geoestratégico de conexión con la incorporación de Laos al esquema global.

Coincidiendo con el 46 aniversario de la República Democrática Popular de Laos, el país inauguraba el pasado 2 de diciembre los 422 kilómetros de vía férrea que conecta la frontera con China y la capital Vientián a una velocidad de 160 kilómetros a la hora para trenes comerciales y de 120 kilómetros a la hora para mercancías. La nueva conexión ferroviaria que proporciona mayor integración a un país que no dispone de salida al mar, puede convertirse en el game changer que impulse la revitalización de Laos, que figura entre los países en desarrollo con menor desarrollo. Solamente la inversión de la nueva infraestructura ferroviaria supone algo menos de un tercio del PIB de Laos.

Constituida como joint-venture con un reparto del 70% y 30% entre China y Laos, respectivamente, la infraestructura pasará a ser propiedad de Laos después de 50 años, esté o no cancelada la deuda, al tratarse de un proyecto de Asociación Público Privada donde se contempla la construcción, operación y transferencia al Estado de los activos. Un modelo conocido como BOT, Build Operate and Transfer.

Once años, y una pandemia global que ha ralentizado la conclusión del proyecto, han sido necesarios para que Laos cuente con una infraestructura con la que poder convertirse en hub hacia la región ASEAN, haciendo de enlace con el punto de inicio de la vía férrea en la ciudad china de Kunming. Un proyecto que incorpora un total de 75 túneles y 77 puentes para conseguir sortear una orografía montañosa y densamente poblada, que conseguirá modelar los flujos comerciales y económicos de la región en la próxima década.

Con la incorporación de Laos, China suma un enclave más a su esfera de influencia y un punto de enlace adicional hacia las zonas costeras que, de unirse Tailandia, le llevaría a conectarse con Malasia y Singapur. Una pieza más en el tablero de la geoestrategia para evitar la vulnerabilidad que constituye el estrecho de Malaca ante la posible configuración de un nuevo esquema global post-pandemia donde las potencias extranjeras podrían ejercer un mayor control naval en la región.

 

 

China: la propaganda y el éxito

A finales de 2021 se puede afirmar que China, al margen de sus desajustes económicos y problemas estructurales que disimulan, se ha mostrado durante estos doce meses cada vez menos discreta en su expansionismo comercial, político e ideológico. Así, con un dominio absoluto del partido único, el PC chino, un presidente vitalicio, una ausencia total de independencia judicial y un desprecio por las libertades individuales, las iniciativas y las propiedades privadas, las terminales oficiales, mediáticas y los compañeros de viaje habituales se han embarcado en una campaña de de defensa del “modelo chino” como superior a las democracias occidentales de las que exageran, manipulan o se inventan defectos (que los hay).

El gran argumento es la eficiencia, la mejora del bienestar de los ciudadanos chinos y el avance macroeconómico del país hasta situarse como candidato a principal potencia planetaria. Al margen de qué se considera bienestar, es verdad que China, desde la revolución, y con instrumentos de brutalidad difícilmente superables que han dejado miles de asesinatos, ha logrado superar el atraso histórico de China logrando un crecimiento y un desarrollo tecnológico estimable. Y también es verdad que esto se ha conseguido con un dirigismo económico que ha eliminado primero y obstaculizado después el crecimiento de un empresariado chino independiente del Estado, con iniciativa y encuadrado en el libre comercio y el respeto a las leyes.

Este es un principio básico del comunismo para quien las libertades no son esenciales sino subordinadas al Partido. Recordemos la conocida entrevista entre el socialista español Fernando de los Ríos al Moscú revolucionario (para estudiar la adscripción del PSOE a la Internacional Comunista) y en la que expresó a Lenin su preocupación por el excesivo control y con una práctica ausencia de libertades y Lenin le respondió que las libertades no era una cuestión prioritaria en aquel contexto revolucionario. A renglón seguido le espetó: ¿Libertad para qué?

Pero la propaganda no cesa. Cuando se critica la brutalidad contra las minorías religiosas en China (musulmanes y budistas tibetanos especialmente) replican que hay grupos uigures musulmanes en las listas internacionales de terroristas o que en otros países hay mas represión religiosa. Como siempre, utilizan el detalle para desmentir el escenario general. Igual pasa con los teóricamente neutrales analistas que explican los avances tecnológicos chinos sin contextualizarlos ni tener en cuenta el ventajismo chino, las trampas a la competitividad y el desprecio a normas que sí respetan los países más desarrollados con los que China compite.ç

Ese es el gran peligro del ascenso chino. Están en juego intereses económicos poderosos sobre los que se asientan el bienestar de los pueblos. Y tras los éxitos económicos hay sistemas concretos, una determinada manera de tomar decisiones, un control de las administraciones, unas garantías jurídicas contra los abusos y para que se respetan los contratos. Aunque a veces no se explicite, detrás de la competencia comercial hay siempre una competencia de modelos. Y hace falta mucha miseria moral, además de una ignorancia astronómica o un cinismo galopante, para negar que el bienestar proporcionado por los sistemas democráticos liberales sobre los sistemas intervenidos ha sido, y es, a pesar de sus desequilibrios, inmensamente superior.

INTERREGNUM: Democracia y estrategia china. Fernando Delage

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha caracterizado la rivalidad entre Estados Unidos y China como una batalla entre democracia y autoritarismo. Aunque se trata, sin duda, de uno de los elementos que definen la confrontación entre ambas potencias, la realidad es sin embargo mucho más compleja. No sólo se parece poco esta competición ideológica a la que enfrentó a Washington y Moscú durante la guerra fría, sino que elevar la retórica de hostilidad a este terreno obstaculiza las posibilidades de cooperación frente a los grandes problemas globales, como el cambio climático o las pandemias. Lo que es más grave, complica la propia estrategia china de la Casa Blanca. La razón es que la erosión de la democracia y el ascenso de China no son dos asuntos que vayan siempre por vías paralelas.

La ambición de Biden de promover el fortalecimiento de las democracias no sólo es admirable, sino necesaria. Pero el mayor desafío a los regímenes liberales no proviene de China (o de Rusia), sino que tiene un origen interno: las amenazas a la separación de poderes, las violaciones del Estado de Derecho, los populismos identitarios y el abandono de la deliberación racional, así como la polarización política que alimentan los medios digitales. El reto, como el propio Biden ha señalado, consiste en corregir las fuerzas autocráticas demostrando la eficacia de las democracias a la hora de hacer frente a los problemas que han causado la creciente desconfianza popular en instituciones y partidos políticos tradicionales.

La injerencia externa y las estrategias de desinformación de actores internacionales es un peligro contra el que las democracias deben actuar de manera conjunta. Esa cooperación debe consistir, no obstante, en dar forma a instrumentos e iniciativas concretas que mitiguen esos riesgos, más que en un discurso genérico de denuncia de un fenómeno, el autoritarismo, que quizá no sea la clave fundamental de lo que está en juego. En el caso de China, la competición es ante todo geopolítica, económica y tecnológica, y no desaparecería si la República Popular se convirtiera en una democracia. El aumento de su poder y el nacionalismo son, en este caso, factores más decisivos que la naturaleza de su régimen político.

Al contrario que la Unión Soviética, China no pretende ni derrotar a Estados Unidos ni exportar su ideología por el planeta. No hay, tampoco, un choque de sistemas incompatibles entre sí; por el contrario, se trata de una competición entre diferentes modelos económicos en un mismo sistema capitalista global. El autoritarismo chino requiere por supuesto la debida vigilancia con respecto a su proyección exterior, pero sería un error pensar que el apoyo de Pekín a Estados iliberales refleja la intención de construir una coalición contra el mundo democrático. No son valores políticos, sino intereses estratégicos los que llevan a China a acercarse a Rusia y a otros actores.

Variables del mismo tipo son las que explican que Biden haya invitado a unos países y no a otros a la cumbre de la semana pasada. Aun siendo la defensa del liberalismo un objetivo irrenunciable, ¿es realmente la democracia la que guía su estrategia asiática? Si la prioridad es la estrategia hacia China, no parece importar entonces contar con una India cada vez menos pluralista, con un sistema de partido único como Vietnam, o con determinadas juntas militares. Otros, como Indonesia, Singapur, Corea del Sur incluso, mantienen sus reservas sobre una iniciativa que puede provocar nuevas divisiones.

En último término, en lo que representa un debate de más largo alcance, China obliga a Occidente a realizar un ejercicio de introspección. Por primera vez en generaciones, las democracias se encuentran frente a rivales ideológicos, pero también capitalistas, que pueden demostrar eficacia de gestión, armonía social y visión estratégica a largo plazo. Para prevalecer sobre ellos, la democracia liberal debe renovarse. La cuestión es cómo hacerlo cuando en las sociedades occidentales prima la fragmentación y la defensa de las causas de las minorías sobre los intereses comunes y compartidos. Los países asiáticos en su conjunto—los democráticos y los que no—han sabido articular mejor la relación entre individuo y comunidad, una cuestión quizá más relevante que el tipo de sistema político para asegurar a largo plazo la estabilidad, la prosperidad, y también la libertad. Como escribe Jean-Marie Guéhenno en su último libro (Le premier XXIe siècle, Flammarion, 2021), para que haya una democracia primero tiene que haber una sociedad.

 

Los uigures ganan nuevas batallas. Nieves C. Pérez Rodríguez

Por estas fechas en 2018 esta servidora escribía por primera sobre la trágica y más reciente historia de los uigures. En aquel momento era muy poco lo publicado en castellano e incluso en inglés se dedicaban pocas líneas a contar la triste situación de esta minoría turca anclada en la provincia autónoma de Xinjiang, en el extremo oeste de China.

Desde entonces la tragedia no ha hecho más que aumentar. Miles de familias de esta etnia, junto con otras minorías musulmanas en China, han sido objeto de represión cultural, abusos físicos, esterilizaciones masivas, separación familiar y detenciones masivas en centros en los que ya muchos se atreven a llamarlos abiertamente campos de concentración.

Tal ha sido el número de denuncias que progresivamente los medios han ido dedicando más tiempo y líneas en dar a conocer esa dura situación. Desde Washington la lucha ha sido ardua, con unos 8.000 uigures residentes en Estados Unidos, muchos de los cuales tienen algún familiar desaparecido o incluso ellos mismo han sido víctimas directas de la persecución. Desde el Congreso también se han introducido varias leyes, bien sea para protegerles de trabajos forzosos o bien condenando el trato que reciben estas minorías en China, o la ley de protección de los Derechos Humanos de los uigures, entre otras.

Coincidiendo con el día internacional de Derechos Humanos, el 10 de diciembre, el Departamento del Tesoro anunciaba nuevas sanciones, en esta ocasión a Shohrat Zakir, presidente de la Región Uigur entre 2018 y 2021, y Erken Tuniyaz, quién lo sucedió en la posición y es el actual líder político de la región.

Asimismo, el 11 de diciembre la oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas afirmaba que está finalizando su reporte sobre Derechos humanos en Xinjiang. Aunque ya la ONU había afirmado con anterioridad que han identificado patrones de detención arbitraria, prácticas laborales coercitivas y erosión de derechos sociales y culturales.

La semana pasada también el Tribunal Uigur, un organismo independiente compuesto por abogados, académicos y empresarios, y que no tienen ningún poder estatal o gubernamental para sancionar a China, concluyó que el Partido Comunista chino está cometiendo genocidio y crímenes en contra de la humanidad hacia los uigures.

Al tribunal fueron sometidos los primeros documentos oficiales clasificados que se han filtrado, que, de acuerdo con el analista Adrian Zenz, “muestran que Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang, junto con otros funcionarios del gobierno central exigieron después del 2016 la puesta en marcha de políticas de reclusión, transferencia laboral coercitiva, educación en internados centralizados y control de la natalidad.

El presidente del tribunal, Geoffrey Nice, dijo que el fallo de genocidio se basa en la evidencia de las políticas de control de natalidad y esterilizaciones forzadas por el gobierno chino a los uigures y con el objetivo puesto es destruir una parte significativa de la población. Nice afirma también que las prácticas son parte integral de la política de Xi Jinping y de las altas esferas de poder en China.

En miras al nuevo año, el Congreso Mundial de Uigures (WUC por sus siglas en inglés) y el Proyecto Uigur de Derechos Humanos (UHRP) han instruido a abogados para que introduzcan una denuncia sobre crímenes internacionales cometidos contra los uigures y otros pueblos turcos en la región de autónoma de Xinjiang ante la Corte Penal Federal de Apelaciones de Buenos Aires. Todo parece indicar que coincidirá con los juegos olímpicos de Beijing de febrero.

Michael Polak, el abogado de nacionalidad británica encargado de introducir la denuncia ante la Corte argentina, decía a AP que “anticipa que China haga uso de su presión política y financiera hacia Argentina para intentar parar el caso en la Corte. No obstante, la primera barrera la pone la propia normativa de la Corte que contempla que la corte misma debe estar de acuerdo con recibir el caso. Aunque Polak insiste en que las evidencias son tan fuertes que la Corte argentina no debería tener ninguna dificultad en aceptarlo.

Esta semana el congreso estadounidense, después de muchas dificultades, conseguía aprobar la “ley de trabajo forzoso uigur” que representa no solo un gran éxito bipartidista sino una gran estocada a China. El proyecto de ley que fue introducido por el senador Marco Rubio -por el partido Republicano- y quien en los dos últimos años ha sido un ferviente defensor de la necesidad de aprobarlo, ha insistido en que esta ley ha tenido mucha oposición sobre todo desde las grandes corporaciones estadounidenses que han hecho un gran lobby en su contra para poder seguir importando productos de Xinjiang.

Con esta nueva ley se asegura que no podrán entrar a los Estados Unidos productos que han sido elaborados con trabajo forzoso de uigures u otras minorías en la región de Xinjiang. Por lo que las corporaciones estarán obligadas a investigar y probar que los productos que están importando fueron hechos en concordancia con las leyes estadounidenses.

El Senador Jeff Merkel -por el partido demócrata- afirmaba que “con esta ley estamos mandando un mensaje inequívoco en contra del genocidio y del trabajo forzoso. Mientras, nos aseguramos de que los consumidores estadounidenses puedan adquirir productos sin caer en la complicidad de los terribles abusos de los derechos humanos”.

La aprobación de esta ley, que aún debe pasar el filtro de la Casa Blanca pero que no se pone en duda que pase, llega en un momento muy oportuno y definitivamente manda un mensaje muy contundente a Beijing sobre sus prácticas y las consecuencias de estas en una economía globalizada.

Mientras tanto, China se ha dedicado a publicitar su propaganda para intentar limpiar su imagen sobre todo de cara a los juegos olímpicos de inviernos de Beijing. Sin embargo, las críticas contra los abusos a los derechos humanos en China han tenido más eco que nunca y parece estar claro que cada día es más difícil para Beijing disfrazar su auténtica realidad.

 

El reto chino en el Golfo de Guinea

La intensificación de las relaciones de  China con la ex colonia española de Guinea Ecuatorial en la que hasta ahora han ejercido influencia Marruecos, Francia y Estados Unidos ha encendido una luz de alarma ante la posibilidad de que el gobierno de Teodoro Obiang ceda a la potencia asiática el puerto de Bata en el que China instalaría una base logística, con una zona para sus fuerzas navales, con la que potenciar y asistir a sus transportes comerciales marítimos. Tras su base en Somalia y la que negocia con Tanzania, en el Indico, un despliegue militar naval chino en el Atlántico, hasta ahora bajo control occidental, obligaría a EEUU y a la Unión Europea a replantarse sus estrategias defensivas, ya abiertas una reordenación ante las presiones rusas en el Báltico y en Ucrania.

Pero un establecimiento militar en Bata indicaría la debilidad europea (la influencia de España en el único país africano donde el idioma español es oficial es insignificante, la de Francia no parece suficiente y la de Marruecos es, de momento, un instrumento de París) y la lenta reacción de Estados Unidos ante la creciente influencia islamista y a la vez de China en África Occidental. Estados Unidos necesita reforzar sus defensas adelantadas en la ribera oriental del Atlántico y Europa, además de esto, debe insistir en el freno a la inmigración ilegal desde Africa, en la prevención del islamismo y el combate contra el terrorismo yihadista y en el freno a la piratería en aguas de África Occidental . A estos restos sólo le faltaba un despliegue chino en el terreno comercias y militar para hacer aún más complicado el confuso laberinto africano.

En el caso concreto de Guinea Ecuatorial y de toda la región del Golfo de Guinea, los recursos energéticos, madereros y agrícolas guineanos son una fruta apetitosa para todos pero el dictador Obiang ni siquiera ha sido capaz de negociar bien esos recursos, lastrado por la corrupción, la ineficiencia y el control estatal de recursos y mercado.

 

INTERREGNUM: La amistad indo-rusa. Fernando Delage

Mientras democracias y sistemas autoritarios se consolidan en dos grandes bloques geopolíticos (Estados Unidos y sus aliados vs. China y Rusia), división reiterada esta misma semana por la cumbre de las democracias convocada por el presidente norteamericano, algunos países juegan a dos cartas en su política exterior. Entre ellos, pocos tan relevantes como India, que esta semana ha celebrado su cumbre anual con Rusia después de que se cancelara la del pasado año por primera vez en dos décadas.

La reunión de Narendra Modi y Vladimir Putin del 6 de diciembre supone el vigésimo encuentro entre ambos desde 2014, confirmando la estabilidad de una relación que parece ajena a los cambios regionales y globales. Rusia nunca ha dejado de apoyar a India en los foros internacionales, mientras que India no se sumó a las críticas a Moscú por el conflicto de Ucrania, un hecho que no le resulta incompatible con su creciente alineamiento con Washington frente a China. Fue Rusia quien presionó para incorporar a India a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), mientras que Delhi ha proporcionado a Moscú el estatus de socio en la Asociación de la Cuenca del Océano Índico (IORA en sus siglas en inglés) el pasado 17 de noviembre, dándole así entrada en los asuntos del subcontinente. Sus dos gobiernos coordinan asimismo sus respectivas acciones en Afganistán.

La realidad de su acercamiento se ve ratificada por la puesta en marcha el 6 de diciembre de un proceso 2+2, es decir, encuentros conjuntos de los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa, y por la próxima recepción por India de sistemas de misiles rusos S-400 y rifles de asalto AK-203, pese a la obvia inquietud de Estados Unidos (es un acuerdo que podría incumplir las sanciones impuestas por Washington a Moscú). La compraventa de armamento ha sido un pilar tradicional de las relaciones bilaterales—se estima que en torno al 65 por cien de los equipos de armamento de las fuerzas armadas indias tienen origen ruso—y se espera la firma de un acuerdo de 10 años sobre transferencia de tecnología militar.

Salvo por este capítulo, los intercambios económicos constituyen el elemento más débil de la relación. El comercio bilateral apenas superó en 2019-20 los 10.000 millones de dólares (muy por debajo de los 100.000 millones de dólares que representan los intercambios indios con China y con Estados Unidos), aunque se ha fijado el objetivo de alcanzar los 30.000 millones de dólares en 2025. No son economías complementarias, ni hay verdadero interés empresarial por ninguna de las partes.

El principal dilema de Delhi es diplomático. Contentar a la vez a Washington y a Moscú no va a ser fácil, especialmente en un contexto en el que se agravan las tensiones entre estos dos últimos. Tampoco lo será para Rusia conjugar su relación triangular con Pekín y Delhi. Pero de la misma manera que la independencia estratégica es la principal seña de identidad de la política exterior india, Moscú necesita a Delhi para hacer realidad sus proyectos euroasiáticos. Como escribe Dimitri Trenin, analista del Carnegie Endowment, ya que Rusia no cuenta con las capacidades para dominar Eurasia, sí podría desempeñar en cambio un papel clave en el mantenimiento del equilibrio continental, objetivo que dependería de la consecución de un entendimiento Rusia-India-China (y obligaría por tanto a Moscú a mediar para mejorar la relación entre Delhi y Pekín).

El entorno geopolítico se transforma a gran velocidad, pero Rusia e India siguen teniendo pues, como se ve, una considerable relevancia para el otro en sus respectivos cálculos estratégicos.

Beijing 2022 y la enérgica oposición. Nieves C. Pérez Rodríguez

Los Juegos Olímpicos de invierno Beijing 2022, organizados meticulosamente desde sus comienzos, y que, a dos años del brote de una desconocida neumonía en Wuhan que más tarde se convertiría en la pandemia del Covid-19, siguen representando un gran reto que el Partido Comunista chino, no obstante, parecen tener controlado con estrictos protocolos de seguridad. Como si eso no fuera suficiente complicación el gran número de campañas internacionales y llamamientos a boicotear el evento que han puesto en jaque la reputación de las autoridades chinas y en efecto está afectado el prestigio un evento deportivo que suele congregar atletas de distintas nacionalidades en un aforo de sana competición que suele supera las barreras políticas.

A menos de dos meses de los juegos que están previstos que comiencen el 4 de febrero y culminen el 20, la polémica que ha rodeado estos olímpicos desde el comienzo ha girado en torno a los abusos a los derechos humanos que ocurren en China de manos de las autoridades, cuyo principal objetivo han sido las minorías étnicas chinas como los uigures.

Pero también ha habido otros intentos de boicot de los juegos desde organizaciones deportivas y atletas de renombre debido a la desaparición Peng Shuai, la reconocida tenista china con la campaña #WhereisPengShuai. Su desaparición coincidió con la publicación de Peng de un mensaje en la red social Weibo en el que aseguraba que había sido forzada a mantener un encuentro íntimo con Zhang Gaoli un alto cargo del Partido Comunista, un personaje que no solo ha dirigido como segundo a bordo un ministerio chino, sino que ha liderado el politburó del PC chino.

El movimiento del #MeToo desplegó su actividad para demandar explicaciones del paradero de la atleta así como muchas otras voces que se alzaron en redes sociales o medios de comunicación aprovecharon para denunciar la peligrosidad del PC chino cuando un ciudadano disiente del estricto código de conducta impuesto por el ellos desde las altas esferas de poder.

La organización mundial del tenis se unió a la protesta anunciando que no realizarán futuros eventos en China debido la preocupación de la situación de Peng Shuai y las continuas denuncias de violaciones de derechos humanos en China.

Beijing, por su parte, lo ha intentado todo para ser un gran anfitrión de estos juegos mientras han protestado e intentado parar los boicots manteniendo la presión para normalizar en lo posible los previos al evento. Con todo previsto y muy organizado con centros masivos de pruebas de COVID, sistemas de rastreo digital muy sofisticado, así como el área a los alrededores de la villa olímpica fuertemente vigiladas y decretada como “zona libre de COVID”.

Igualmente, la mascota de los juegos es un panda, oso nativo del sur de China, que además es símbolo y orgullo nacional. La mascota lleva un traje de astronauta, lo que es, de acuerdo con la web oficial, un tributo a las nuevas tecnologías hacía un futuro con posibilidades infinitas mientras que también es un traje que ayuda al panda a esquiar, patinar y hacer snowboard que son algunas de las categorías que se practicarán en Beijing en estos juegos de invierno.

Pero todos esos esfuerzos no parecen ser suficiente para calmar las protestas internacionales. En efecto, tal y como se rumoreaba la Administración Biden no enviará representación diplomática oficial a Beijing como parte de la habitual comitiva que representa al país, aunque no esté oficialmente confirmado, y aunque esto excluye a los atletas estadounidense, el no tener autoridades en la inauguración y clausura es una forma de protesta diplomática severa que a su vez manda un mensaje internacional contundente por parte de Washington.

El PC chino tiene que estar muy incómodo con tantas críticas públicas que no hacen más que aumentar por día. Deben sentir una presión internacional tremenda a vísperas de los juegos de invierno y una gran presión domestica que les ha obligado a manejar un mensaje en consonancia con la propaganda del partido frente a sus ciudadanos.

Las autoridades chinas seguirán insistiendo en mantenerse herméticos ante el mundo, pero lo cierto es que cada día ese hermetismo se hace más difícil de sostener y sus acciones y prácticas dejan más secuelas en el camino…

 

 

Estados Unidos y China en Africa

Poco antes de su gira europea y se encuentro con el ministro de Exteriores de Rusia, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken ha realizado una importante gira diplomática por el continente africano, tocando los temas más sensibles pero insistiendo en la necesidad de frenar la expansión económica y política china, esa China que levanta barreras a la instalación y el desarrollo de empresas occidentales en su territorio a la vez que compra y aprovecha el mercado en todo el mundo.

La primera parada fue Kenia, el aliado histórico de Washington en el centro de África dónde, además de examinar  las relaciones bilaterales, se estudiaron las crisis en Etiopía, Sudán y Somalia, graves situaciones que aumentan la inestabilidad y la violencia en la ribera occidental del Índico donde, entre otras cosas, China está cada vez más presente.

China ha irrumpido en una región rica en recursos estratégicos done la inestabilidad política es secular, las luchas inter étnicas son crónicas y donde el terrorismo islamista y las inversiones en influencia china se han sumado a la centenaria rivalidad, discreta pero muy tensa y con frecuencia muy sucia, entre estadounidenses, británicos y franceses

En Nigeria, Blinken señaló la expansión de la economía china en áreas que estratégicas del país, el segundo mayor exportador de petróleo de África. “Como muestra de nuestro compromiso con nuestras asociaciones en todo el continente, el presidente Biden tiene la intención de organizar la Cumbre de Líderes de Estados Unidos y África para promover el tipo de diplomacia y compromiso de alto nivel que pueden transformar las relaciones y hacer posible una colaboración eficaz”, dijo Blinken en su discurso de la capital de Nigeria, Abuja, indicando que África subirá en el rango de prioridades de Estados Unidos.

El desafío chino es mucho más que económico. Claro que las empresas chinas tienen derecho a competir en todo el planeta; lo inmoral, y tramposo, es que lo hagan dopadas con el dinero y la protección del Estado chino y que defiendan la libertad de mercado en el planeta salvo en su cautivo, e inmenso, mercado chino. Y, a la vez, relacionan el crecimiento que proporcionan ese sistema hipócrita con lo que denominan superioridad sobre las democracias occidentales. Ese desafío global es el gran reto del momento.