THE ASIAN DOOR: La revolución del transporte público con BYD. Águeda Parra

Las compañías del sector del automóvil tienen en China su mayor mercado. Lo mismo sucede en el caso de los vehículos eléctricos (VEs), ya que el gigante asiático es el centro de la demanda mundial en ambos casos. Sin embargo, el futuro en China pasa por reducir la dependencia de la importación de petróleo y reducir la contaminación de las ciudades, de ahí que la apuesta por los coches eléctricos sea una de las prioridades para el gobierno.

Los objetivos son ambiciosos y sitúan las ventas de vehículos eléctricos en 7 millones en 2025, o un 20% del total. De este modo, la iniciativa Made in China 2025 se consolida como herramienta principal para que las firmas nacionales como BYD, Geely, BAIC Motor y NIO vayan ocupando posiciones que les permitan competir con los grandes gigantes de la industria dentro de China y, en un futuro, abordar también los mercados internacionales. De hecho, una reciente encuesta entre propietarios de VEs realizada por la empresa americana J.D.Power situaba a NIO, la startup china de vehículo eléctrico con sede en Shanghai, en primera posición en cuestión de calidad, seguida de la alemana BMW. Las empresas chinas del sector de VEs comienzan a revolucionar la industria del automóvil, aportando buena imagen de marca con la que poder competir con otros grandes de la industria, como los modelos alemanes, japoneses y americanos.

Una de las empresas chinas más reconocida de la industria es BYD (Build Your Dreams), que compite directamente con Tesla. Con fábricas de producción en Hungría, Francia e India, que complementan las bases industriales repartidas por distintas ciudades de China, la empresa china cotiza en las bolsas de Hong Kong y Shenzhen. La flota más importante actualmente en servicio son los 27.000 autobuses eléctricos que circulan por China, de los cuales 16.000 sólo en Shenzhen, ciudad donde se encuentra la sede central. Toda una revolución a la que se suma, entre las innovaciones más recientes, el anuncio de la venta de baterías de almacenamiento para fábricas y centrales eléctricas a partir de 2021. Asimismo, la compañía está expandiendo su oferta de baterías estacionarias tanto a nivel nacional como en el mercado norteamericano, lo que le permitirá mejorar su posicionamiento global hasta representar un 10% de la cuota mundial del sector, por detrás de sus rivales surcoreanos Samsung SDI y LG Chem.

En el caso de BAIC Motor, la empresa china va a ser la responsable de transformar la actual flota de taxis de Beijing a vehículos eléctricos en los próximos dos años, lo que supondrá poner en servicio más de 20.000 nuevos VEs. Una iniciativa similar a que ya desarrollara BYD en Shenzhen y que supuso el reemplazo de la flota de taxis por modelos puramente eléctricos en 2018. Con este tipo de proyectos, BYD ha conseguido posicionarse como líder en el sector de vehículos de transporte público puramente eléctricos, representando una cuota del 60% del mercado chino. Un cambio costoso pero que, unido a la innovación tecnológica en energía limpia, ha permitido reducir las emisiones de dióxido de carbono en 440.000 toneladas al año y mejorar las condiciones medioambientales de la ciudad de Shenzhen, conocida además como la ciudad del software, uno de los Silicon Valley que China tiene diseminados por todo el país.

La iniciativa de transformar el transporte público en China por autobuses eléctricos impacta en la mejora del medioambiente, pero también en el consumo de petróleo que requiere la economía. De hecho, la revolución de los autobuses eléctricos podría suponer la reducción de 6,4 millones de barriles diarios en la demanda de petróleo en 2040, según un informe de Bloomberg New Energy Finance. Según estos cálculos, China dejará de demandar unos 270.000 barriles diarios de diésel desde finales de 2019, posicionando al gigante asiático al frente de la carrera por los vehículos eléctricos en el sector privado, pero también como referente en el transporte público con energía limpia. Parte de esta revolución radica en el crecimiento de los puntos de recarga, que ascienden a más de 410.000 en el esquema de red de carga pública y a más de 590.000 en zonas de carga privada, con datos de finales de junio de 2019.

El mercado del automóvil en China es un referente para el sector y las empresas españolas son parte de este crecimiento. Destaca la multinacional española Gestamp, que reforzó su presencia en China con una Joint Venture (JV) con la compañía especializada en componentes de automoción Beijing Hainachuan Automotive Parts Co. Ltd. (BHAP), empresa que forma parte de Beijing Automotive Industry Group Co. Ltd. (Grupo BAIC). La firma de la JV en noviembre en 2018 ha dado paso a que en abril de 2019 se haya ampliado su acuerdo de colaboración extendiendo la cooperación al área del vehículo eléctrico. Gestamp consolida y amplía sus capacidades en el gigante asiático, uno de los principales mercados de consumo del mundo, siendo parte del grupo de empresas españolas que se abren camino para llegar a China.

Los vehículos autónomos van para largo. Miguel Ors Villarejo

Mi sobrina dice que antes de una década habrá autos sin conductor circulando por las calles. Yo creo que no y nos hemos apostado una comida. ¿Quién piensa usted que va a ganar? Hace apenas un año, me habría dirigido una mirada conmiserativa y me habría dado una palmadita en la espalda. El sector era muy optimista. Waymo, la filial de vehículos autónomos de Alphabet/Google, había anunciado la compra de 62.000 camionetas Chrysler y 20.000 Jaguar eléctricos para su flota de robotaxis. Y General Motors tenía previsto lanzar un servicio de transporte de viajeros a finales de 2019.

Esta confianza estaba justificada. En los años precedentes el progreso había sido notable. Cuando en 2004 se celebró el primer DARPA Grand Challenge, un rally para coches autónomos, ningún inscrito completó el recorrido de 230 kilómetros. Pero 18 meses después, en la segunda edición, siete lo lograron y los inversores pensaron que culminar el desafío estaba al alcance de la mano. “Había que coger un puñado de sensores por aquí y un poco de inteligencia artificial por allá, y ya estaba”, cuenta en The New York Times un analista.

Y, efectivamente, en muy poco tiempo la industria tenía lista la tecnología necesaria para lidiar con la mayoría de las situaciones. Con ayuda de cámaras y lídares (unos radares que usan haces de láser) no resultó complicado adiestrar a una máquina para que identificara los obstáculos habituales, los procesara y los sorteara. Quedaban, sin embargo, los imprevistos: los peatones que saltan inopinadamente de la acera, los ciclistas que circulan a contramano, los automovilistas que hacen giros de 180 grados. Se trata de sucesos estadísticamente marginales, pero en un país con 26 millones de conductores como España incluso una probabilidad ínfima (del 0,001%, por ejemplo) supone que cada día se dan cientos de ellos. Concebir un programa capaz de tenerlos en cuenta se ha revelado más engorroso de lo previsto y es absolutamente indispensable, porque las consecuencias pueden ser fatales, como se puso de manifiesto en marzo, cuando un Volvo autoguiado de Uber arrolló a una mujer que cruzaba la avenida Mill de Tempe (Arizona) fuera de un paso de peatones.

Tampoco es sencillo meterle en la cabeza a un autómata micromaniobras que cualquier novato aprende en una tarde de autoescuela, como levantar el pie del acelerador cuando otro coche asoma el morro en un cruce, aunque venga por la izquierda y no tenga preferencia. ¿Y no se puede diseñar un software supercauto, que se ponga siempre en lo peor? Por supuesto. Ese automóvil a prueba de golpes ya existe, pero se pasa todo el rato dando frenazos y “es un fastidio”, como admite un investigador de la Universidad de Michigan.

Al final, la tecnología disponible solo permite usar los vehículos autónomos en entornos controlados y a velocidades muy bajas. May Mobility ya opera un servicio de lanzaderas sin conductor en tres ciudades de Estados Unidos. Realizan viajes cortos, por rutas definidas y a no más de 40 kilómetros por hora. Esta iniciativa ha permitido llevar el transporte público a zonas donde una línea tradicional de autobús no sería rentable. Es un avance social indudable, pero me imagino que sabrá a poco a mi sobrina y es posible que termine costándole una comida.