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INTERREGNUM: Oportunidades europeas. Fernando Delage

por: Fernando Delage
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Las ambiciosas iniciativas financieras, comerciales y de infraestructuras chinas—del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras a la Ruta de la Seda—y la política proteccionista de la administración Trump constituyen un notable desafío al orden internacional liberal creado por Estados Unidos y los países europeos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin pretender desmantelar en su totalidad dicho orden, Pekín busca su reforma para reorientarlo a su favor. Washington sí defiende el abandono del sistema económico multilateral—no el de seguridad—pero sin proponer más alternativa que la defensa de sus intereses nacionales bajo el discurso de “America First”.

Ambos factores han obligado a reaccionar a aquellos otros actores—como la Unión Europea y Japón—que defienden el libre comercio y un orden basado en reglas como claves de la prosperidad y la estabilidad global. En defensa de esos principios, Bruselas y Tokio han encontrado por fin la oportunidad de sustituir las declaraciones retóricas de cooperación de tantos años y la colaboración puntual en distintos asuntos de la agenda mundial y regional, por una relación estratégica con verdadero contenido.

La elección de Trump, el Brexit, y la creciente preocupación compartida por ambos sobre las implicaciones de la creciente proyeccion china explican, en efecto, que, tras años de negociaciones, el pasado mes de diciembre la UE y Japón concluyeran dos acuerdos paralelos—de libre comercio y de asociación estratégica—que pueden elevar sus relaciones a un nuevo nivel. Sus intereses y valores políticos comunes reclamaban este acercamiento en unas circunstancias de incertidumbre internacional. Este último contexto exige, no obstante, que Europa—como ya está haciendo Japón—desarrolle una mayor ambición geopolítica y geoeconómica. Es una demanda que deriva asimismo de un tercer actor—Rusia—, pero que le acerca igualmente a otro protagonista en Asia con el que Tokio ya está construyendo una relación de gran potencial: India.

La reciente visita a Delhi del presidente francés, Emmanuel Macron, ha pasado prácticamente inadvertida en nuestros medios. El interés de París por el gigante de Asia meridional es revelador, sin embargo, del papel económico y estratégico en ascenso de este último. La firma de 14 acuerdos y de contratos por valor de 16.000 millones de dólares—incluyendo la venta de 36 cazas Rafale y seis submarinos de la clase Scorpene—, revela las ambiciones diplomáticas de Macron—así como la acelerada pérdida de influencia británica—pero también supone un reconocimiento de lo que, como mayor democracia de Asia, India puede aportar a los europeos. La negociación de un acuerdo de libre comercio entre Bruselas y Delhi avanza con dificultad, y las autoridades indias no terminan de comprender la complejidad de la estructura institucional comunitaria, de ahí que prefieran dialogar bilateralmente con los grandes Estados miembros de la UE.

Lo relevante, en cualquier caso, son las oportunidades que se abren a Europa para multiplicar sus opciones y socios estratégicos en esta era de redistribución de poder. ¿Cobrará forma en el futuro un triángulo Bruselas-Delhi-Tokio que, de un extremo a otro de Eurasia, equilibre un espacio chino-ruso? En buena medida dependerá de la estrategia que adopte un Washington post-Trumpiano, pero la defensa de los intereses y valores europeos no puede limitarse a esperar. (Foto: Steve De Jongh, Flickr)

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