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THE ASIAN DOOR: El iceberg de nombre Huawei. Águeda Parra

por: Agueda Parra Perez
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Estados Unidos y China no parecen entenderse. O quizá demasiado. La decisión de la administración Trump de empezar a aplicar nuevos aranceles sobre los productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares vuelve a tensar una relación que la tregua comercial no ha conseguido rebajar. Competir por el mismo objetivo, uno como valedor de ostentar la posición de potencia hegemónica, y el otro como protagonista de la reivindicación por un nuevo orden mundial, tiene este tipo de consecuencias.

La advertencia del gobierno norteamericano se basa en considerar que los componentes chinos puedan tener puertas traseras que permitan el espionaje de las comunicaciones por parte del gobierno chino, sin que por el momento existan pruebas que lo demuestren. Sin embargo, la CIA acusa a Huawei de haber estado financiada por el gobierno chino y, de existir la amenaza que pronostica Washington, las consecuencias más importantes no serían únicamente las comerciales, sino las implicaciones militares, por el grave efecto que podrían tener las vulnerabilidades de seguridad de Huawei en cuestión de seguridad nacional.

Con una batalla no se gana la guerra, y mientras la campaña comercial no parece tener un ganador claro, sin embargo, en lo tecnológico, China parece estar sorteando los planes de Estados Unidos de frenar su futuro liderazgo. El clásico chino de El arte de la guerra de Sun Tzu indica que “un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después”, situación que parece adaptarse a la estrategia seguida por Pekín en su ambición tecnológica. En este contexto, China ha estado haciendo sus deberes casi desde que Washington comenzara a alertar sobre los problemas que podría acarrear para la seguridad del resto de países incorporar la tecnología china como parte de la red de sus telecomunicaciones nacionales. Y hasta ahora el “ejército victorioso” ha ganado ya algunas batallas.

La primera sería la del liderazgo por la inversión, donde China se ha posicionado como un fuerte competidor, sobrepasando el gasto realizado por Estados Unidos hasta alcanzar los 24.000 millones de dólares, con una estimación de 411.000 millones de dólares en los próximos diez años. Una inversión que también se extiende por los países de África, donde muchos gobiernos están optando por la tecnología de Huawei para el desarrollo de la red 5G en base, por una parte, a las buenas relaciones bilaterales con China y, por otra parte, a los competitivos precios del suministrador chino respecto al resto, sin entrar a valorar demasiado las amenazas por cuestiones de ciberseguridad sobre las que Washington no ha cesado de advertir.

En lo geopolítico, la balanza también parece estar cayendo del lado de Pekín. Que los países que se han mostrado a favor de no vetar a Huawei para el despliegue de la red 5G sumen más del 40% del producto interior bruto mundial es un éxito de la diplomacia china. Entre ellos, Reino Unido que, en busca de aliados ante un posible Brexit, y a pesar de ser miembro de la alianza de inteligencia denominada Five Eyes (FVEY), ha optado por no seguir la recomendación de Washington, pasando a liderar el grupo de aquéllos que apoyan a Huawei aunque incorporando medidas de seguridad adicionales. Reino Unido, no es el único a favor de la empresa china del grupo los cinco países, que además integran Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Éste último, aunque inicialmente siguió la recomendación de Washington de aplicar el veto en diciembre de 2018, se ha pasado al grupo de países que no quieren verse desplazados en una más lenta adopción de las revolucionarias aplicaciones que utilizarán la tecnología 5G, una carrera que marcará una clara diferencia entre los países, esta vez no por su nivel de desarrollo económico, sino por el tecnológico. Al final, la relación calidad-precio está marcando el debate en muchos países, incluido España. En la decisión de Nueva Zelanda también ha influido el enfriamiento de las relaciones comerciales con China tras la decisión de vetar inicialmente a Huawei, un efecto que ya ha comenzado a resentirse en el entorno de los negocios en Canadá.

Sin embargo, otros países encuentran otras razones para vetar a Huawei, como la República Checa, un país pequeño que, a pesar de formar parte del mecanismo 16+1 que reúne a China y a los Países de Europa Central y Oriental (CEEC, en sus siglas en inglés), ha preferido situarse al lado de Estados Unidos, buscando un mayor apoyo ante las posibles consecuencias. En el caso de Vietnam, donde el gobierno considera el desarrollo de la red 5G una prioridad política, el veto a Huawei surge, sin embargo, por diferencias históricas con China.

Entre los países a favor también figura Alemania, la propia Comisión Europea, y el operador holandés KPN, que han alcanzado el acuerdo de dar acceso a Huawei a su red de radio, menos expuesta a cuestiones de ciberseguridad, mientras la parte de la red principal, mucho más sensible a este tipo de ataques, quedará fuera del alcance del suministro chino. Un respaldo que muestra el nivel de integración al que ha llegado Huawei con los operadores europeos con los que ha cerrado hasta 23 de los 40 contratos de despliegue de red 5G en Europa. El resto se reparten entre 10 en Oriente Medio, 6 en Asia Pacífico y 1 en Asia, mientras resulta sorprendente que en China solamente figuren, por el momento, algunos proyectos en Shanghai y Shenzhen.

Todo un caleidoscopio de razones que mantienen de nuevo dividido el mundo en una cuestión bipolar, esta vez teniendo que elegir entre Estados Unidos y China. Una decisión que trasciende al reconocimiento internacional de quién es la potencia hegemónica y qué capacidades tiene la aspirante al puesto, sino que esconde múltiples derivadas que van a marcar en los próximos meses el devenir de la economía internacional, la lucha por el poder tecnológico, y el futuro desarrollo militar de China, principalmente por una cuestión de estándares, aunque ésta es otra guerra.

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