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INTERREGNUM: Washington aprieta las tuercas. Fernando Delage

por: Fernando Delage
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El 23 de mayo, el Senado de Estados Unidos aprobó, a instancias de 14 miembros de la Cámara—un grupo que incluía tanto a demócratas como a republicanos—una ley que permitirá “sancionar a aquellos individuos y entidades chinas que participen en las actividades ilegítimas de Pekín dirigidas a afirmar la expansión de sus reclamaciones territoriales” en los mares de China Meridional y de China Oriental. Presentada en 2017 pero no puesta en marcha hasta ahora, este instrumento legislativo confirma cómo las tensiones económicas entre Washington y Pekín se extienden con rapidez al terreno político y de seguridad.

Que la medida iba a endurecer la posición de Pekín resultaba previsible. Pero la escalada ha sido mera cuestión de días. El 1 de junio, en la reunión que cada año organiza por estas fechas el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales de Londres en el hotel Shangri-la de Singapur, el secretario de Defensa en funciones de Estados Unidos, Patrick M. Shanahan, advirtió que “el comportamiento que erosiona la soberanía de otras naciones y alimenta la desconfianza en las intenciones de China debe acabar”. Nada más concluir su discurso, muy beligerante en el tono contra Pekín, su departamento hizo público un informe sobre la estrategia de Estados Unidos en el Indo-Pacífico—el primero desde 1998—en el que se acusa a China de buscar “la hegemonía regional en el Indo-Pacífico a corto plazo, y la preeminencia global a largo plazo”.

Pese a sus 60 páginas, el Informe, tras realizar esa descripción hostil de la República Popular como rival, ofrece una descripción del proceso de reforzamiento de las capacidades militares norteamericanas en la región, más que una estrategia operativa propiamente dicha. Pero el guante estaba lanzado de nuevo—retomando el lenguaje y las críticas ya lanzadas por el vicepresidente Pence en su discurso de octubre en el Hudson Institute—, y así fue recibido por Pekín. El 2 de junio, en el mismo foro en Singapur, el ministro de Defensa, Wei Fenghe, respondió a Shananan prescindiendo de toda sutileza diplomática. Además de negar las acusaciones de militarización de las islas del mar de China Meridional, advirtió que China “luchará hasta el final” en la disputa comercial con Estados Unidos, como “luchará asimismo cueste lo que cueste” contra la reunificación de Taiwán, asunto—dijo en alusión a los comentarios del jefe del Pentágono sobre la isla—con respecto al cual toda interferencia externa concluirá en fracaso.

Como en un acto reflejo con los movimientos en Washington, al terminar Wei su discurso, fue el viceministro de Comercio chino, Wang Shouwen, quien presentó en Pekín un Libro Blanco sobre las relaciones comerciales y económicas con Estados Unidos. Apenas 48 horas antes, las autoridades chinas amenazaron con posibles sanciones a empresarios y compañías norteamericanas si interrumpían el suministro a sus socios chinos. En la presentación del informe, Wang acusó a Washington de “imponer unas demandas nada razonables que interfieren en la soberanía china”. “Después de darle una mano, Estados Unidos quiere un brazo”, dijo. “Si quiere recurrir a una presión extrema para que una escalada de las fricciones comerciales obligue a China a capitular, esto es imposible”, concluyó.

Las espadas están pues en alto. Trump confía en su instinto y en las prácticas negociadoras a las que recurrió como empresario inmobiliario. Pero su presión no hace sino reforzar el nacionalismo de una China que no puede permitirse ceder en cuestiones de principio. Pekín se prepara para un conflicto que durará años.  Foto: Flickr, Darkday

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