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Los documentos de Qaraqash muestran parte del calvario uigur hoy. Nieves C. Pérez Rodríguez

por: Nieves Pérez Rodriguez
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Washington.- Una vez más se filtran documentos que prueban que los uigures son víctimas de Beijing. La semana pasada se conocieron los llamados “documentos de Qaraqash” que contienen una extensa y detallada información de individuos que han estado detenidos en los llamados centros de reeducación de Xinjiang.

Los documentos en cuestión son hojas de calculo de Excel, que contienen 667 registros que, de acuerdo con los expertos que los analizaron, describen a 311 individuos y sus comportamientos y actitudes como internos de estos centros durante un periodo de tiempo determinado. También contienen la edad y el sexo de los internos, que en su inmensa mayoría -el 91% de la muestra- son hombres con tan sólo 29 mujeres identificadas.

La razón por la que son hombres la mayoría de los detenidos radica en que son la mayor fuerza laboral, así como el centro y soporte del hogar, como suele ser natural en la cultura musulmana. Y la edad promedio de los detenidos se concentra en edad media, en plena edad productiva del hombre.

La data muestra nombres de los detenidos, así como su número de identificación nacional chino (18 dígitos), la dirección de los individuos, la razón de su detención y sus conexiones personales (miembros de la familia, vecinos, amigos, círculo religioso al que pertenece, lugar de trabajo, posición laboral, además de antecedentes criminales previos a la detención -si los hubiera- que, según los análisis, constituyen un punto crítico para valorar el tiempo de reclusión.

Las razones identificadas por las detenciones en el documento van desde violaciones de las políticas de control de natalidad, el portar velo o pañuelo para cubrir el pelo, crecimiento de la barba, haber solicitado un pasaporte y no haber salido del país, o personas que han viajado fuera, tener comunicación con el exterior, o incluso haber visitado alguna web extranjera.  También se observó que los nacidos entre los años 1980 a los 2000 son mucho más propensos a ser detenidos, pues son considerados por el Partido Comunista como radicales porque no fueron necesariamente educados con libros de textos comunistas.

Los documentos de Qaraqash muestran como algunos de los individuos ya no se encuentran en “entrenamiento”, que es el término que emplean para describir qué hacen estos individuos internados. Pero el no estar en entrenamiento o haber terminado el entrenamiento no significa que han sido liberados. En algunos casos son dejados en una especie de libertad condicional, por lo que regresan a sus hogares, pero permanecen bajo vigilancia constante. Y en otros de estos casos la vigilancia se instala dentro de las mismas viviendas. Otros individuos aparecen clasificados como que encontraron trabajo, definido bajo el término “jiuye” a los que los expertos creen que se refiere a que son enviados a campos de trabajo forzoso; en otras palabras, son trasladados a industrias manufactureras donde están obligados a trabajar bajo monitoreo y control de las fuerzas de seguridad china, con un pago mínimo o sin compensación alguna.

También  se pudo comprobar que el comportamiento de la familia del detenido durante el tiempo de reclusión es clave para la liberación del mismo. Si los miembros se muestras dóciles y obedientes con las autoridades chinas, favorecerá al detenido. Incluso después de la liberación deben continuar mostrándose cooperativos y con “una sincera actitud de arrepentimientos de sus actos”, aunque estos no representen ninguna amenaza real para la sociedad, pero si una amenaza para el Partido Comunista Chino y sus estándares de control y supresión social.

Como si esto no fuera suficiente, el no cumplir con trabajo comunitario puede ser también una razón para ser llevado a uno de estos campos. Por citar un ejemplo, en el documento se comprobó cómo un individuo fue detenido por no haber participado en las ceremonias de izado de la bandera, o participar activamente en eventos de propaganda del partido comunista chino.

Todo esto muestra la opresión bajo la cual se vive en China. Los documentos ponen de manifiesto los niveles control social, como el monitorio de individuos en actividades ordinarias, y como estas actividades y comportamientos ordinarios han llegado a ser criminalizados por las autoridades chinas, como usar atuendos más musulmanes, el rezar con frecuencia, o incluso no participar en actividades comunitarias en las que se venere al Partido Comunista o a su secretario y líder Xi Jinping.

“Los documentos de Qaraqash” son uno más en la lista de otros que se han filtrado. El anterior lo reportó el New York Times el pasado noviembre y al que 4Asia dedicó una columna (Uigures: Las pruebas sobre la mesa, publicado el 27 de noviembre de 2019). Así como los “Cables de China”, ponen en evidencia las prácticas de Beijing contra la población y específicamente el acoso, del que están siendo víctimas las minorías presentes en la región autónoma de los uigures o Xinjiang, que hasta hace poco constituían la mayoría de la población de esa región, pero que Beijing ha ido repoblando con ciudadanos de la etnia Han para ir imponiendo su presencia y al final, acabar con las diferentes creencias y cultura que han existido por siglos en esa zona.

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