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Diplomacia o guerra de vacunas. Nieves C. Pérez Rodriguez

por: Nieves Pérez Rodriguez
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Actualmente hay una docena de vacunas de covid-19 en prueba experimental en el mundo. Y mientras se sigue avanzando en los pasos de prueba en voluntarios, las industrias farmacéuticas siguen su proceso de aprobación y los gobiernos comienzan a definir cómo serán administradas, estableciendo prioridades para aquellos que deben recibirlas primero.

Mientras tanto, Xi Jinping apareció el sábado pasado en la Cumbre del G20 en Riad a través de videoconferencia diciendo que “China está dispuesta a fortalecer la cooperación con otros países en la investigación y desarrollo, producción y distribución de vacunas”.  Una vez más, Xi aprovecha la palestra de un evento internacional para liderar la emergencia más grave de las últimas décadas.

Mientras China propone una estrategia internacional conjunta, aprovecha y se presenta a sí misma como el país que se preocupa por liderarla, pero también para gestionar esa coordinación con otras naciones.

Las grandes farmacéuticas han apostado por el desarrollo de estas vacunas, entre ellas Pfizer en colaboración con la alemana BioNTech SE, que hasta el momento parece la más efectiva con un 95% aunque requiere de temperaturas extremadamente bajas para su conservación y transporte. Moderna (estadounidense) le sigue con una eficacia del 94,5% y ambas solicitaban el pasado viernes a la agencia estadounidense de medicamentos (o FDA por sus siglas en inglés) la aprobación por vía rápida debido a la emergencia.

China por su parte ha desarrollado varias vacunas de las que poco información técnica ha sido compartida. Una de ellas es Coronavac desarrollada entre Sinovac Biotech Ltd (china) y el prestigioso instituto Butantan de Sao Pablo, bajo el auspicio del gobernador del Estado de Sao Pablo Joao Doria, férreo enemigo de Bolsonaro, y quien cuenta con la facultad de establecer acuerdos internacionales. El pasado 18 de noviembre recibía 120.000 dosis y está previsto que para enero recibirán 46 millones de dosis más.

Como todo en esta pandemia, en Brasil se ha politizado el Covid-19 y las vacunas.  Bolsonaro quién antes de convertirse en presidente atacó fuertemente a China, en la misma tónica de Trump, se ha visto obligado a bajar el tono debido a que China es su mayor socio comercial. Sin embargo, ha twitteado sobre su negativa a aceptar el uso de una vacuna china.  El ministro de salud de Turquía decía el jueves pasado que está planificando comprar entre 10 a 20 millones de las vacunas de la empresa Sinovac Biotech Ltd. Sinopharm (otra farmacéutica china) afirma tener dos vacunas distintas, una de ellas en fase tres de desarrollo, que ha sido administrada a 60.000 personas en 10 países: Emiratos Árabes, Bahréin, Jordania, Perú y Argentina. Mientras tanto, las autoridades de Indonesia están considerando aprobar la vacuna de Sinopharm junto con otras vacunas chinas ante la premura que impone la situación sanitaria.

Por su parte, CanSino Biologics (también china) ha desarrollado otra vacuna en colaboración con el ejército chino que ya ha sido suministrada a 40.000 voluntarios en Pakistán, Rusia y México y requiere permanecer en una temperatura de entre 2 a 8 grados centígrados y su vida útil es de 24 meses. México ya ha dicho que comprarán 35 millones de dosis de esa vacuna para distribuir entre sus ciudadanos.

Mientras, Anhui Zhifei Longcom Biopharmaceutical, otra farmacéutica china de capital privado, está planificando probar su vacuna en Uzbekistán, de acuerdo con información publicada en los medios estatales chinos.

Los medios chinos afirman que desde julio han estado vacunando a personas cuyos trabajos son de alto riesgo, y aseguran que las vacunas administradas son efectivas. Sin embargo, no se han publicado mucho más datos y la comunidad científica internacional pone en duda la veracidad de la efectividad. Aparentemente, en China las autoridades locales tienen autonomía para vacunar a sus residentes. Así lo relataba un miembro sanitario de la provincia de Zhejiang al Wall Street Journal: “en los últimos meses alrededor de 100 personas diariamente han acudido a recibir la vacuna de Sinovac pagando unos 30 dólares por las dos dosis”.

De acuerdo a Zhu Tao director científico de CanSino Biologics “no es difícil para las empresas chinas desarrollar una eficacia del 70 al 80 por cierto” así como “no es necesario que cada vacuna llegue a la eficacia del 90 por ciento para que sean exitosas”.  Mientras que el Centro de evaluación de Medicamentos chinos afirma que los medicamentos deben tener al menos el 50 por cierto de eficiencia e idealmente superar el 70 por ciento para ser aprobados. Una vez más queda claro la diferencia de los estándares chinos a los occidentales. 

“Cumpliremos nuestros compromisos, ofreceremos ayuda y apoyo a otros países en desarrollo y trabajaremos arduamente para hacer de las vacunas un bien público que los ciudadanos de todos los países puedan usar y pagar”, decía Xi en la Cumbre del G20, quien ante la ausencia de un fuerte liderazgo estadounidense asume él el rol de salvador del mundo mientras en Washington Trump sigue negando que ha perdido la contienda electoral y por lo tanto no se está compartiendo información estratégica con el equipo del presidente electo Biden.

La nueva Administración demócrata tiene una oportunidad de oro para reposicionar el lugar de Estados Unidos en el mundo y retomar el liderazgo que ha ido abandonando y que oportunamente China ha ido asumiendo. La desesperación por salir de esta pandemia está siendo aprovechada por China para llenar los vacíos y desarrollar su ruta sanitaria de la Seda a nivel global. Sin embargo, aún se está a tiempo de un cambio de rumbo, de haber dos opciones sobre la mesa, las vacunas de Oriente o las vacunas de Occidente. Muchas naciones se decantarían por las de Occidente por su rigor científico. Salvar a una nación en medio de un colapso sanitario y económico puede traducirse en reconquistar espacios perdidos para Washington y, por tanto, restituir valores democráticos en el mundo.

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