Home Asia INTERREGUM: Eurasia: el regreso de los imperios. Fernando Delage

INTERREGUM: Eurasia: el regreso de los imperios. Fernando Delage

por: 4Asia
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El conflicto de Ucrania es probablemente la primera guerra imperial del siglo XXI. Para Putin, el problema de fondo no es que Ucrania quiera incorporarse a las estructuras euroatlánticas sino su existencia misma. Porque considera que Ucrania es Rusia, Moscú tendría por tanto el derecho a no respetar su soberanía e integridad territorial.

Aunque los imperios supuestamente desaparecieron con el proceso de descolonización posterior a la segunda guerra mundial, Rusia es el ejemplo más claro de un actor cuyo comportamiento está marcado por su pasado imperial. Pero no es el único. Como ella, otras tres potencias euroasiáticas—Irán, Turquía y China—definen su identidad sobre la base de ese legado histórico. Aunque sin ir estas últimas tan lejos como Moscú (que no ha dudado en recurrir a la fuerza para hacer realidad sus ambiciones), los cuatro países se ven a sí mismos como centro de distintos órdenes regionales. Los cuatro desafían en consecuencia el sistema de reglas e instituciones establecidas por Occidente tras 1945.

Su incompleta transformación de imperios en Estados-naciones, y las consecuencias de este hecho para la dinámica internacional, constituyen el objeto de un fascinante libro de Jeffrey Mankoff, investigador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington. En Empires of Eurasia: How Imperial Legacies Shape International Security (Yale University Press, 2022), Mankoff examina en los cuatro casos su formación y evolución histórica, los desafíos de asimilación en su periferia, y las implicaciones geopolíticas de su impulso revisionista.

El panorama descrito por el autor es el de la irrupción de una nueva era en Eurasia. Coincidiendo con la desaparición de las barreras que mantuvieron fragmentado este espacio geográfico, el factor imperial adquiere un nuevo protagonismo dada la inclinación de Rusia, Turquía, Irán y China a intervenir en los asuntos de sus vecinos mediante el uso de instrumentos militares, políticos y económicos. Sus respectivos líderes hacen hincapié en su continuidad con un pasado idealizado, en el que buscan inspiración, un modelo político autoritario y un estatus internacional como grandes potencias.

Pero más que el compromiso con una determinada ideología, lo que comparten es la idea de que son algo más que Estados “ordinarios”; una convicción que se ha hecho más visible desde el fin de la Guerra Fría. Los cuatro se han sentido al margen de un orden internacional basado en la igualdad soberana y la integridad territorial de los Estados, y que ha hecho hincapié en los principios democráticos como clave de legitimidad política. Rechazando la supuesta universalidad de los valores occidentales, sus líderes sostienen su legitimidad por el contrario en su pasado imperial. La gradual integración de Eurasia mediante nuevas infraestructuras y redes económicas les ha ofrecido una nueva oportunidad para proyectar su poder e influencia a favor de sus intereses y valores.

Es un espacio en el que, de hecho, compiten entre sí. Desde una perspectiva global, sin embargo, se oponen de manera conjunta al liderazgo político, institucional y normativo de Occidente. El desafío que plantean consiste de este modo en su apoyo a un concepto alternativo de orden mundial, basado no en el Derecho internacional y sus pilares westfalianos, sino en el poder derivado de una determinada cosmovisión histórica, cultural o religiosa. La tensión entre su reclamación de un estatus especial y el orden liberal es pues una de las principales líneas de división en esta nueva era, era de competición entre las grandes potencias, así como una de las características de la actual geopolítica euroasiática.

El alcance de lo que está en juego explica por qué Ucrania dista de ser un mero conflicto local. Mankoff no concluye su libro de manera optimista. La mentalidad imperial está tan enraizada en estos países que, en su opinión, incluso bajo un liderazgo democrático seguirían desafiando las reglas que rechazan la concepción imperial como modelo de organización política.

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