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China: programas y contradicciones

por: 4Asia
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El recién celebrado congreso de los comunistas chinas y sus medidas de política económica han llevado incertidumbre a los mercados y a los socios de China en diversas partes del mundo. China va a seguir el camino de ir sustituyendo, poco a poco, como señala en estas páginas nuestra redactora Nieves C. Pérez Rodríguez, el pragmatismo autoritario que le proporcionó crecimiento económico por los viejos principios dictatoriales y una vuelta al intervencionismo duro. Pekín y Xi se están enrocando en un discurso antiguo, belicista y provocador que, al mismo tiempo intentan hacer compatible con una propuesta, derivada de la necesidad, de buscar un alto el fuego en Ucrania que alivie la tensión internacional de respiro a la economía europea y, con todo ello, deje espacio a los negocios de las empresas chinas.

La ventaja que proporcionó el pragmatismo chino y dio ventaja sobre países de rigidez ideológica intervencionista como Corea del Norte y Cuba (o la misma Rusia que pese a décadas de teórica liberalización nunca ha entrado en una fase económica expansiva) no va a ser capaz de enjugar la nueva aventura de China aunque probablemente el delirio neo maoísta tenga límites impuestos por la realidad de los mercados internacionales. Esta es una de las razones, según expertos financieros, por las que el yuan chino tocó mínimos en 14 años frente al dólar y las acciones de empresas chinas de la bolsa de Hong Kong cayeron tras el resultado del Congreso del Partido Comunista.

La economía planificada de los comunistas fue un fracaso desde el primer momento, a pesar de los esfuerzos ingentes que se hicieron (y aún se hacen) para abrillantarla y siempre vivieron mejor en occidente las capas más pobres que en las dictaduras comunistas como demostraron las cifras y los flujos migratorios, aunque prohibidos, en una sola dirección.

China tiene depositadas esperanzas en mantener sus negocios en África y  en América  Latina a través de sus empresas dopadas de capital estatal y estaba muy inquieta por el resultado de las elecciones en Brasil, una de las grandes economías del mundo y done China tiene inversiones e intereses desde hace años. Y desde Brasil, Pekín ha recibido con alivio la victoria de Lula (aunque hubieran hecho buenos negocios con Bolsonaro) porque esa victoria en la presidencia con un parlamento de mayoría conservadora es visto por los gobernantes chinos como una promesa de estabilidad favorable a sus inversiones en la zona. Pero tendrá que contar con aquel mercado para seguir haciendo negocios. La inestabilidad en una de las principales economías del mundo ha poblado de pesadillas los sueños chinos.

Esos pueden ser los límites al renovado intervencionismo chino y es que van a necesitar seguir obteniendo fondos para financiar sus planes estratégicos y en ese camino puede ser un obstáculo el discurso nacionalista y radical sobre el que se asientan precisamente esos planes estratégicos.

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