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Dèjá vu pandémico. Nieves C. Pérez Rodríguez

por: 4Asia
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Como si de un dèjá vu se tratara comenzamos el 2023 reportando los estragos del Covid-19 en China. El 2020 comenzó de manera parecida, escribíamos sobre un posible y desconocido virus respiratorio que había inundado la ciudad de Wuhan pero que las autoridades chinas convenientemente desestimaron sobre todo de cara al extranjero. Una vez más, la ausencia de información se hace presente y el mundo vuelve a temblar frente al incremento exponencial de infecciones en China que surgen de manera paralela con la salida de cientos de miles de ciudadanos chinos al extranjero.

El levantamiento de la estrictísima política de “cero-covid” en China ha abierto un natural y reprimido deseo de liberación ciudadana frente a las restrictivas medidas que padecieron los ciudadanos de a pie, quienes han vivido en muchos casos en ciudades casi fantasmas, donde la actividad más activa transcurría en torno a los centros de pruebas y la movilización policial que aseguró el cumplimiento de tales confinamientos.

Poco a nada se da a conocer de manera oficial. Las autoridades chinas recurren al mismo guión, al del silencio, la confusión o incluso la desinformación tanto doméstica como internacional. En esta ocasión, hasta la OMS y su director se han apresurado en pedir más data a Beijing para poder valorar el posible impacto del levantamiento de restricciones de viajes al extranjero y con ello poder hacer estimaciones; “es importante el monitoreo y la publicación oportuna de datos para ayudar a China y a la comunidad internacional a formular y hacer evaluaciones de riesgos precisas e informar de respuestas efectivas”.

En busca de evitar masivos contagios, muchos países intentar cerrarse o al menos controlar la llegada de chinos imponiendo el requisito de prueba negativa para poder entrar. Una exigencia que se usó en los primeros meses pero que gracias a la vacunación se ha desestimado. Justo esa es la mayor vulnerabilidad china, una vacuna con pocos niveles de efectividad y los bajísimos porcentajes de vacunados, incluso en la población más vulnerable: los mayores y aquellos con sistemas inmunológicos comprometidos. Aunque tampoco ha habido mucha información oficial compartida al respecto.

Japón fue de los primeros en anunciar restricciones en número de vuelos desde China y la presentación del PCR negativa de los pasajeros. Estados Unidos ha restablecido la presentación de la prueba negativa antes de abordar un avión en China a partir del 5 de enero, lo que ha generado críticas domesticas por no haber empezado con la medida unos días antes. A esta medida se ha sumado Reino Unido, Francia, Canadá, Italia quién fue le primero en sugerirle a sus socios de la UE hacer lo mismo. También lo ha hecho Australia, India, España, Malasia, Corea del Sur y Taiwán.  Marruecos, por su parte, cerró las fronteras a los chinos ante la amenaza. Y seguro que en las siguientes horas la lista crecerá.

Washington, además, ha ampliado su programa de vigilancia genómica basada en viajeros para detectar e identificar nuevas variantes del virus que causa el Covid-19. El programa consiste en tomar pruebas nasales a pasajeros voluntarios, cuya identidad se mantiene anónima, con el propósito de que si se detecta el virus se estudia y descifra el genoma para identificar entonces la posibilidad de nuevas variantes.

En medio del temor de apariciones de nuevas brotes y variantes, la semana pasada la Administración Biden extendía a un total de siete aeropuertos el programa de vigilancia genómica, entre ellos el de Los Ángeles y Seattle que cubren unos 290 vuelos semanales de China y sus cercanías. Así mismo, el programa ha comenzado la vigilancia de aguas residuales en los baños de las aeronaves, como parte de un esfuerzo de expandir un sistema de radar nacional y en el futuro global que vigile la aparición de virus y bacterias, de acuerdo con un editorial del Washington Post del 31 de diciembre.

Mientras tanto, lo que algunos valientes e influencers publican en sus redes desde China son noticias sobre hospitales desbordados, pacientes muy enfermos sin poder recibir cuidados y cadáveres amontonados frente a la incapacidad de incinerarlos. Incluso las cajitas usadas para depositar las cenizas se han agotada por lo que han optado por poner los restos humanos en bolsitas rojas en ausencia de las pequeñas cajas usadas para tal propósito.

Cuando parecía que corrían aires de normalidad y sentíamos que la vida tal y como la conocíamos se retomaba progresivamente en casi todos los países del mundo, ahora el temor por brotes masivos en muchas naciones nos inunda. Las autoridades intentan imponer la calma con medidas preventivas pero sin garantías de éxito. Los científicos vuelven a preocuparse y mantienen la alerta frente a la certeza de la falta de honestidad del Partido Comunista chino y la ausencia de informción.

Debería ser sancionable el comportamiento de las autoridades de la segunda economía del mundo. Debería el mundo democrático unir esfuerzos para confrontar a Xi Jinping y su gabinete sobre cómo han manejado la pandemia desde el momento de su aparición. Deberíamos poder reclamar y exigir que tomen responsabilidad por los millones de muertes del mundo y por los billones de dólares que ha costado la pandemia al mundo.

No vale decir que los chinos son así y que maltratan a sus ciudadanos, esos pobres ciudadanos que han sido víctimas de las medidas más restrictivas nunca antes vistas precisamente por la falta de honestidad y aceptación de la inefectividad de su vacuna.

Aun cuando el margen de maniobra es pequeño, el mundo libre tiene el deber de pedir explicaciones y considerar muy seriamente dejar de ser dependiente del país que usa el derecho internacional en su conveniencia y las instituciones para hacer presión según sus intereses. Debemos aprender de lo vivido y no dejarnos liar por los tiranos. Lo hemos visto con Rusia, Putin ha aterrado a Europa y el mundo porque no se le paró en seco cuando se pudo. Xi lo vuelve hacer porqué no ha visto consecuencias drásticas. Países como Canadá y Australia han sido un ejemplo a seguir a pesar de que no son naciones tan poderosas.

Este dèjá vu puede ser nuestra nueva pesadilla o nuestra motivación a tomar el primer paso para defender nuestras libertades que hoy están en riesgo por líderes como Xi, Putin, Maduro, Kim Jong y Alí Jamenei entre otros.

 

 

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