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Nuevos gestos, viejas amenazas

por: 4Asia
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China sigue empeñada en asumir todo el protagonismo mundial que es capaz de generar. En pocos días ha perpetrado un simulacro de agresión contra Taiwán sin precedentes y ha tomado, por presión popular la medida de pasar del todo dictatorial a la nada irresponsable en su control del COVID trasladando al mundo una nueva ola de temor aunque esta vez la mayoría de los países está mejor preparada para hacer frente a nuevas infecciones de este coronavirus. Y, en medio de esta nueva tormenta, una entrevista Xi-Putin en la que los dos países más desestabilizadores del panorama internacional han jurado apoyarse aunque Pekín sigue marcando distancias evidentes respecto a la agresión rusa a Ucrania.

China sigue dando una enorme importancia a la defensa de su imagen internacional, sobre todo cara a países del segundo y tercer mundo donde busca hacer negocios, ampliar su espacio de influencia e ir colocando puntos de avance en su estrategia de ganar presencia en cada punto de importancia comercial y política. Pero el modelo chino, su nacionalismo y sus gestos arrogantes no facilitan estas operaciones, a pesar de los lobbies y de las enormes cantidades gastadas en generar lealtades corruptas.

Mucho se dice que Occidente desconoce los resortes de la cultura china y las concepciones filosóficas y religiosas instaladas en su realidad colectiva. Y es verdad. Pero tampoco en China se  conoce tanto como se aparenta la realidad occidental y a veces desde Pekín se actúa con suficiencia y torpeza solo apenas efectivas por la ingenuidad, que esa sí que la manejan bien los estrategas chinos, de que hacen gala numerosos políticos occidentales, en su mayor parte europeos.

Esto plantea un reto a las sociedades democráticas, a sus gobernantes a sus instituciones y a sus medios de comunicación, muchos de ellos ignorantes o beneficiados de la profundidad de las operaciones chinas (como de otros países con posibilidades financieras y necesitados de aumentar su influencia y mejorar su imagen). Armar una sociedad con mecanismos de defensa no implica ni debe implicar recortar libertades ni requiere intervenciones que limiten el libre mercado, dos tentaciones que siempre aparecen al calor de las crisis y en beneficio de las doctrinas populistas que, con coartadas de izquierdas o de derechas acaban pareciéndose a los argumentos de Pekín. Y esto a va estar presente en un año, 2023, que llega cargado de incertidumbre.

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