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INTERREGNUM: Dos discursos. Fernando Delage

por: 4Asia
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El apoyo transmitido por el presidente chino, Xi Jinping, a su homólogo ruso, Vladimir Putin, en su reciente visita a Moscú, ha marcado un punto de inflexión en la competición estratégica global, así como en los movimientos de Pekín. Si se ha hecho más evidente que nunca que en la batalla por Ucrania están en juego los principios que determinarán el futuro orden internacional, Xi ha dejado igualmente de camuflar sus intenciones para pasar a desafiar abiertamente el statu quo. Utilizar a una Rusia debilitada y aislada como instrumento de sus ambiciones multiplica, no obstante, los costes de su ofensiva diplomática. Así ha podido comprobarse durante los últimos días.

Mientras Xi visitaba a Putin en Moscú, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, se encontraba en Kyiv con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, en una nueva indicación de las implicaciones de una guerra que ha roto las barreras entre la seguridad europea y la asiática. Los cambios en la política de seguridad japonesa incluyen entre sus causas la amenaza revisionista planteada por Rusia—país con el que Japón aún tiene pendiente la firma de un tratado de paz desde 1945—, aunque China sea el desafío mayor. Ambas potencias proporcionaron el contexto para la visita de Kishida a India, la segunda que realiza en dos años, y desde donde viajó a Ucrania.

El fortalecimiento de la asociación estratégica entre las dos grandes democracias asiáticas, ambas vecinas de China, no ha pasado inadvertido en Pekín. La coordinación de agendas entre los actuales presidentes del G20 (India) y del G7 (Japón) ha propiciado que Kishida acudiera a Delhi para relanzar la estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto (FOIP en sus siglas en inglés). Debe recordarse que fue en la capital india donde, en 2007, su antecesor Shinzo Abe dio origen al concepto al hablar de la creciente interconexión entre el Índico y el Pacífico.

En un discurso pronunciado ante el Indian Council of World Affairs el 20 de marzo, Kishida actualizó la iniciativa que mejor expresa la idea de una estructura regional alternativa a la visión sinocéntrica de Pekín. El primer ministro japonés expuso un plan que extiende el FOIP a los países del Sur Global apoyado en cuatro grandes pilares: la promoción del Estado de Derecho y el rechazo al uso unilateral de la fuerza; fomentar la cooperación sobre problemas transnacionales (cambio climático, seguridad alimentaria, pandemias, desastres naturales y desinformación); apoyo a la interconectividad como motor del crecimiento económico; y refuerzo de las iniciativas de seguridad en el terreno naval y áreo. Kishida anunció asimismo un programa de apoyo a las infraestructuras y la seguridad de las naciones emergentes por valor de 75.000 millones de dólares.

El acercamiento entre Japón e India es uno de los principales ejes de la dinámica estratégica asiática, vinculado a su vez a la respectiva relación de cada uno de ellos con Estados Unidos, y a la pertenencia de los tres (junto a Australia) al Diálogo Cuadrilaterald e Seguridad (QUAD). Pero sin la relación Tokio-Delhi sencillamente no habría “Indo-Pacífico”. Japón e India han descubierto, por otra parte, el potencial papel que puede tener la UE como elemento de equilibrio frente a la bipolaridad Estados Unidos-China, y son dos socios, por tanto, a los que Bruselas debe prestar mayor atención si aspira a construir un perfil propio en Asia.

Esa dimensión regional se echó en falta en otro importante discurso enfocado en China: el pronunciado el jueves por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en vísperas de su viaje a Pekín con el presidente de Francia, Emmanuel Macron. En un acto organizado por el Mercator Institute of Chinese Studies (MERICS) y el European Policy Centre, von der Leyen declaró que Europa necesita ser más proactiva frente a una China que se ha vuelto “más represiva en casa y más asertiva en el exterior”. Refiriéndose a los intentos de mediación china en Ucrania, subrayó que el futuro de las relaciones de la UE con Pekín estará determinado en buena medida por cómo evolucione la interacción entre la  República Popular y Rusia. Y, en términos no empleados hasta la fecha por un líder europeo, describió la clara determinación de las autoridades comunistas de situarse en el centro de un reconfigurado orden internacional.

La presidenta de la Comisión indicó que los Estados miembros deberán reforzar sus instrumentos económicos frente a las medidas coercitivas chinas; definir la relación con Pekín en áreas tecnológicas sensibles (microelectrónica, computación cuántica, robótica, inteligencia artificial y biotecnología); a la vez que anunció la presentación antes de finales de año de una nueva estrategia de seguridad económica de la Unión.

Como se ve, no es China la única potencia activa en el frente diplomático. En Asia sus movimientos están motivando el acercamiento de sus principales rivales frente a sus aspiraciones hegemónicas. En Europa, pese a sus intentos por dividir a los Estados miembros y separarlos de su aliado norteamericano, se está encontrando con una UE cada vez más hostil. No son obstáculos menores a su objetivo de destronar a Estados Unidos.

 

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