Home Asia INTERREGNUM: La crisis surcoreana. Fernando Delage

INTERREGNUM: La crisis surcoreana. Fernando Delage

por: 4ASIA
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Siguen siendo muchos los puntos oscuros que rodean la declaración de ley marcial hecha por el presidente Yoon Suk Yeol la noche del 3 de diciembre. Pese a su retirada seis horas más tarde, queda por explicar una decisión que conocían menos de una decena de personas, en cuya ejecución se demostró una notable torpeza, y que tenía escasas—si no nulas—posibilidades de éxito. El intento de evitar una votación en la Asamblea Nacional que pudiera anular la declaración de emergencia difícilmente podía prosperar, y tampoco la sociedad surcoreana iba a aceptarlo sin reaccionar. Corea del Sur ha demostrado de nuevo la fortaleza de su democracia, pero también la fragilidad de un sistema político cada vez más polarizado. La crisis no puede darse aún por concluida, mientras que sus consecuencias no sólo se dejarán sentir en el frente interno: tendrán igualmente efectos para la política exterior del país.

Aunque la destitución de Yoon no haya salido adelante, y se le vaya a mantener apartado de los “asuntos de Estado”, cuesta imaginar que pueda completar su mandato hasta la primavera de 2027. Si no dimite, afrontará la constante presión de la oposición, que pedirá una votación para su destitución cada semana, además de la movilización ciudadana. Que su propio partido se haya abstenido a favor de su cese pese a no compartir la declaración, da a entender, no obstante, que han primado las consideraciones electorales. Tanto una destitución como una dimisión supondrían, casi con toda seguridad, la victoria de la izquierda en las próximas elecciones presidenciales. Ganar tiempo puede ser la táctica de los conservadores.

También la historia reciente puede explicar ese comportamiento. A finales de 2016, las manifestaciones contra la presidenta Park Geun-hye, acusada de corrupción, condujeron a su destitución por el Parlamento. Pero tuvieron que pasar tres meses para que el Tribunal Constitucional lo confirmara, y otros dos para la celebración de elecciones. Entonces, como ahora, las instituciones demostraron su neutralidad, y los surcoreanos su compromiso con el pluralismo y el Estado de Derecho.

Resulta arriesgado en consecuencia afirmar que la democracia esté en peligro en Corea del Sur. Cuestión distinta es que los incidentes de los últimos días han abierto un periodo de inestabilidad, con un elevado nivel de enfrentamiento entre las dos principales fuerzas políticas (la oposición tiene la mayoría en la Asamblea Nacional), y en un momento especialmente inoportuno, cuando se afronta la amenaza de Corea del Norte, además de una China y una Rusia revisionistas.

El partido conservador ha recibido otro golpe a su reputación, ya dañada por los antecesores de Yoon pertenecientes a la misma organización—Park Geun-hye (2013-2017) y Lee Myung-bak (presidente de 2008 a 2013, detenido por corrupción años después)—, y por cierta herencia autoritaria que resurge cuando se multiplican los problemas internos. Pero tampoco el actual líder de la oposición, Lee Jae-myung, se libra de los escándalos, tras haber sido imputado por distintos delitos. Existe así un llamativo contraste entre el comportamiento de los políticos, la independencia de las instituciones (de los tribunales en particular) y la cohesión de la sociedad civil. Un escenario no muy diferente en realidad del que se vive en otra democracias.

Las implicaciones en política exterior pueden ser también relevantes cuando Donald Trump se prepara para tomar posesión de su segunda presidencia, y Corea del Norte ha acentuado su hostilidad hacia el Sur. Corrigiendo la diplomacia de su antecesor, Moon Jae-in, Yoon estrechó la alianza de defensa con Estados Unidos, formalizó la cooperación en seguridad con Japón, se sumó a un acuerdo trilateral con Washington y Tokio, participó como invitado en las cumbres de la OTAN, apoyó sin titubeos a Ucrania, y adoptó una posición de firmeza hacia Pyongyang. Mientras la crisis surcoreana se mueve hacia la próxima fase, su sucesor podrá volver a modificar la orientación estratégica de la nación.

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