INTERREGNUM: El legado de India. Fernando Delage

Raro es el día que China no aparece por un motivo u otro en los medios occidentales. Es un reconocimiento de su nuevo poder y de los efectos de su ascenso para la economía y la geopolítica globales. Mucha menor atención atrae India, pese a ser el país más poblado del planeta y una de las economías de más rápido crecimiento. Muy lejos aún de contar con capacidades comparables a las chinas, la mayor democracia del mundo sigue siendo una gran desconocida. Hubo un largo período, sin embargo, durante el que ocupó una posición central.

Esa antigua historia es objeto del más reciente libro del prolífico escritor británico William Dalrymple. Residente en Delhi, y autor de varias aclamadas obras sobre el subcontinente, en The Golden Road: How Ancient India Transformed the World (Bloomsbury, 2024), Dalrymple pone en valor esa larga etapa (aproximadamente desde el año 250 a.C. a 1200) en la que India proyectó su influencia cultural, económica y científica. Los ejemplos más claros fueron el budismo y el hinduismo: si el primero se expandió sobre todo hacia el noreste asiático para transformar China (y desaparecer de India en el siglo XIII), el segundo marcó en gran medida el sureste de la región. Es en Camboya donde se encuentra el mayor monumento del hinduismo (Angkor Wat), y en Indonesia donde puede visitarse el mayor templo budista (Borobudur).

Las artes, arquitectura y literatura indias acompañaron a la expansión de sus tradiciones religiosas a través de misioneros y comerciantes, produciendo también una notable riqueza. Recientes descubrimientos arqueológicos revelan el alcance del comercio indio con el imperio romano, del que fue el primer socio comercial. Sobre la base de distintos estudios, estima Dalrymple que hasta un tercio de los ingresos fiscales de Roma procedían de los derechos de aduana derivados de los intercambios entre ambos. Con esos vínculos económicos se propagaron asimismo los logros indios en matemáticas, álgebra y astronomía. Del cero al sistema decimal, sus conocimientos llegaron a Europa en la Edad Media a través de Oriente Próximo, lo que permitió sustituir a los números romanos, simplificar los cálculos, y realizar complejas transacciones financieras.

Esa influencia económica y cultural se detuvo una vez que, como consecuencia de una serie de diversos factores examinados por el autor, entre 1300 y 1700 India pasó a pertenecer a la esfera persa. Aunque su cultura continuó floreciendo en el interior, hacia fuera se transmitió a través del farsi y el islam, no del sánscrito, el budismo o el hinduismo. El islam, escribe Dalrymple, sería de hecho la última gran exportación india, en la medida en que fueron sus peregrinos, navegantes y hombres de negocios quienes lo llevarían a Malaya y Java.

Con el tiempo, de la ocupación británica a mediados del siglo XVIII a la partición en 1947, el conocimiento de la cultura india decaería. El absorbente libro de Dalrymple corrige esa deriva para recordar personajes e historias fascinantes, revelar la notable interconectividad del mundo premoderno, y demostrar el peso que tuvieron otras civilizaciones en la construcción y desarrollo de Occidente. The Golden Road termina por ello con una provocativa pregunta. Si India fue un motor de cambio durante más de mil años, ¿podría traducirse su ascenso contemporáneo en el comienzo de una nueva etapa en su impacto global?

 

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