China no lo está teniendo fácil este verano. A pesar de que ha mantenido un bajo perfil respecto los grandes conflictos internacionales, Ucrania y Oriente Próximo, sin dejar de apoyar verbalmente a sus socios a veces contradictorios entre sí, nuevas dificultades económicas, una mayor presencia militar occidental en el Mar del Sur de China y los aranceles de EEUU han desdibujado su estrategia de discreto avance en influencia política, militar y económica.
Para colmo, aunque no se tiene información suficiente de la autocracia china, un remodelación de la cúpula militar del país ha suscitado algunas protestas en las altas esferas militares del Partido Comunista Chino que algunos en Occidente, con clara exageración, han llegado a denominar “ruido de sables”. Frente a todo eso, Pekín ha intentado exhibir músculo militar en el Estrecho de Taiwán, en los límites marítimos con Japón y Filipinas, y realizando maniobras en la región, a veces con presencia de unidades militares rusas, lo que ha originado incidentes potencialmente peligrosos con navíos de Estados Unidos.
Pero no debemos engañarnos. El crecimiento tecnológico de China se mantiene, su crecimiento militar aeronaval sigue a buen ritmo y está aprovechando la política proteccionista de Donald Trump para reforzar lazos económicos con sus vecinos.
Según análisis de expertos norteamericanos que recoge El Economista, la resistencia de las empresas chinas, junto a su capacidad de innovación y creación, han hecho que, a pesar de todo, hayan logrado alcanzar a EEUU en lo que se refiere a nivel tecnológico, y han ido generando alternativas a cada uno de los servicios o plataformas que se lanzaban en EEUU.
China sigue representando el mayor reto a Occidente, por más que Putin haga esfuerzos por devolver a Moscú ese título, y cuente para ello con los giros de Trump y sus prisas ausentes de todo plan estratégico de medio o largo plazo. Cada uno negocia como lo que es: Trump como un mercader que aspira a beneficios inmediatos en imagen y votos, y Putin como un ex oficial de inteligencia con una visión estratégica profunda y, por eso, dadas las ambiciones históricas de Rusia, resulta especialmente peligroso para Europa y la democracia.