INTERREGNUM: El sureste asiático en el Indo-Pacifico. Fernando Delage

La última cumbre de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), celebrada a finales de octubre en Kuala Lumpur, atrajo mayor atención de la habitual. Pocos encuentros de la organización cuentan con la asistencia del presidente de Estados Unidos, como ocurrió en esta ocasión, en la que también se completó la integración de la totalidad de los países de la subregión al formalizarse la adhesión de Timor. Mientras las ambiciones económicas del grupo quedaron identificadas en el documento “ASEAN Community Vision 2045”, adoptado con anterioridad, la principal prioridad diplomática del sureste asiático consiste hoy en evitar convertirse en peones de la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China; un objetivo que vuelve a demostrar cómo ha sido un espacio condicionado por el contexto geopolítico de cada momento.

Nunca existió un “sureste asiático” hasta que el mando británico en Singapur durante la Segunda Guerra Mundial le dio el nombre. Y fue posteriormente la Guerra Fría la que hizo posible su ascenso al contar con la garantía de seguridad ofrecida por Estados Unidos, y establecerse la ASEAN en 1967 por parte de los cinco Estados no comunistas de la zona (Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia y Filipinas). Las inversiones norteamericanas y japonesas sentaron las bases para su rápido crecimiento económico y la consolidación de su estabilidad política, tanto a escala subregional como en cada uno de los Estados miembros. Dicho proceso se extendería con la incorporación del resto de los vecinos una vez concluida la era bipolar (Brunei, Vietnam, Laos, Camboya y Birmania). Pero las realidades geopolíticas una vez más se han transformado: China ha sustituido a Japón como la mayor economía asiática, y sus capacidades militares superan con creces a todas las demás naciones de su entorno. La República Popular es la principal variable que explica la irrupción de la idea del “Indo-Pacífico”, un concepto que podría poner en riesgo la identidad del sureste asiático.

El impacto de estas nuevas circunstancias es el objeto del último libro de uno de los grandes especialistas en la ASEAN, Amitav Acharya, profesor en la American University en Washington (From Southeast Asia to Indo-Pacific: Culture, Identity, and the Return to Geopolitics, Penguin, 2025). Si la “centralidad” de la ASEAN fue uno de los pilares del “Asia-Pacífico” —la denominación de referencia de la región desde los años ochenta y que ilustraba sobre todo su dinamismo económico—, las connotaciones estratégicas del “Indo-Pacífico” —una construcción geopolítica orientada a equilibrar el creciente poder chino— representan, según Acharya, una amenaza existencial para la ASEAN.

Duda el autor que la organización pueda sobrevivir a la competición entre las grandes potencias, a la vez que se complica en gran medida su libertad de maniobra. Las políticas de Trump y su desinterés por este espacio (que parece haber intentado corregirlo en su reciente vaje) han creado, por un lado, una percepción negativa sobre el liderazgo de Estados Unidos. Los Estados miembros viven igualmente con inquietud, por otra parte, la posibilidad de una China confirmada como hegemón regional. Para asegurar el futuro del grupo, indica Acharya, resulta necesario reforzar su identidad, avanzar en la democratización, y subrayar una posición diplomática de equilibrio y neutralidad.

Respuestas quizá demasiado genéricas para un espacio estratégicamente vital, situado en el centro de las líneas marítimas de navegación más relevantes del planeta, y convertido en el quinto mayor bloque económico. Razones estas últimas que también deberían motivar un mayor interés por parte europea, cuando —por primera vez— la UE fue invitada a una cumbre de la ASEAN (el presidente del Consejo, António Costa, la representó en Kuala Lumpur), y se acaba de concluir un acuerdo de libre comercio con Indonesia, al que podrían seguir otros similares con Tailandia, Malasia y Filipinas.

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