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Trabajar para el Gobierno y la Administración que dirige Donald Trump se ha convertido en un laberinto. Si sumamos las dimisiones, los ceses y nuevos nombramientos y la falta de nominación para numerosos puestos estratégicos, es fácil llegar a la conclusión de que la política estadounidense pasa por una de sus etapas de mayor inestabilidad e incertidumbre.
¿Qué está pasando? En primer lugar que en la Casa Blanca hay un presidente outsider, que llegó a la presidencia con apoyo del Partido Republicano pero sin ser parte del Partido Republicano, que parece improvisar, que se guía de una intuición cultivada no en medios políticos sino en sectores empresariales propios de una economía volátil, donde el juego de capitales y la especulación sustituyen criterios más tradicionales como estrategia a plazo medio y largo, productividad y respeto a los mercados.Eso lleva a Donald Trump a cambiar de caballo y de ruta, aliarse con líderes coyunturales, medir su propio éxito por el estado de ánimo de sus electores y así, llegar a impulsos populistas que están desestabilizando la tradición política estadounidense. Aunque, al parecer, no está produciendo merma en sus apoyos electorales y sociales.
Este fenómeno no deja de tener importancia mundial, fundamentalmente por el papel de liderazgo objetivo, y estabilizador, que desempeña Estados Unidos desde la II posguerra mundial. Una Administración errabunda, que trata de combinar posiciones de fuerza con giros tácticos poco explicados, su intento de combatir la globalización desde un proteccionismo nacionalista que está creando incertidumbres mundiales junto a estrategias para fortalecer alianzas viejas, está llevando a sus aliados a la perplejidad y a sus adversarios a nuevas oportunidades de ocupar espacios e influencias.
En ese panorama, la moral está baja en la Administración USA, crecen las rebeldías de los críticos de Trump y los intentos de reconducción desde el Partido republicano y, mientras tanto, la dinámica en conflictos potencialmente muy peligrosos (Corea del Norte, Siria e Irak, el centro de África), sigue su propio ritmo sin esperar a que Trump ponga algo de coherencia en sus decisiones. (Foto, Kalamarrak, Flickr)