Creciente agresividad militar china

En los últimos meses ha aumentado perceptiblemente la agresividad militar china y no sólo en el estrecho y los alrededores de Taiwán como ya venía ocurriendo. Pekín lleva tiempo testando la rapidez de las reacciones de Taiwán y de las fuerzas occidentales desplegadas en los espacios aéreos y marítimos de la región que tratan de impedir que China ocupe de facto rutas protegidas por los acuerdos internacionales. El principal problema está, como han señalado fuentes militares de Estados Unidos, en que “si operan tan de cerca no se necesita mucho para que haya un error y alguien se haga daño”.

La opción china, sin embargo, forma parte de una estrategia planificada en la que los riesgos están rigurosamente calculados, aunque eso no excluye la posibilidad de accidentes. Pekín es consciente de que, desde el punto de vista estrictamente militar, China es aún inferior a los aliados occidentales, aunque en los conflictos intervienen elementos que traspasan el balance militar entre las fuerzas enfrentadas. Hay que tener en cuenta los recursos de cada uno, el acceso a fuentes de energía, la producción industrial, la estabilidad institucional de cada lado, el territorio de choque y los ánimos y voluntades de las fuerzas. China está intentando acortar distancias en todos esos campos, además de incrementar con toda la rapidez que puede sus capacidades aeronavales.

Pero, además, China interpreta que la incertidumbre internacional está planteando a Occidente dificultades que no reconocen y que aumentar la presión en las áreas sensible del Indo Pacífico las agudiza creando contradicciones entre los aliados. En realidad, al menos públicamente, parece estar ocurriendo justamente lo contrario: Japón y Corea del Sur guardan sus viejos recelos, Filipinas y EEUU superan reticencias y aumentan su colaboración, EEUU lidera una alianza más estrecha con Australia, Reino Unido, India se acerca a Occidente y, en general, la solidaridad sobre el terreno con Taiwán es mayor que nunca.

China, que estudia cada paso en la guerra de Ucrania, ha visto las vulnerabilidades rusas y la capacidad de reacción de Occidente, y analiza sus propias capacidades. Pero estima que la situación en el Pacífico es distinta, que muchas declaraciones de alianzas son más débiles de lo que parecen y ganan tiempo para plantear sus desafíos.ç

Por otra parte, China está más involucrada en el sistema económico internacional que Rusia, porque tiene mucho capital y muchas inversiones en el exterior y, a la vez, mucha dependencia de recursos energéticos ajenos para mover su economía y, eventualmente, sus fuerzas armadas.

En ese escenario, la agresividad militar china es un conjunto de muchas cosas: puesta a punto, chantaje, exigencia de que se reconozca un mayos liderazgo regional y mensajes de autoestima para una sociedad que ahora crece menos y en la que crecen tensiones sociales. Pero el riesgo es, tal vez, excesivo.

Rusia-China: grietas en el subsuelo político

Algunos expertos vienen advirtiendo de que, debajo de la publicitada luna de miel política y sobre todo comercial entre Rusia y China, se abren algunas grietas asentadas en viejos contenciosos históricos y recelos de Moscú ante el aprovechamiento que Pekín está haciendo de las vulnerabilidades rusas para desplazar la influencia eslava en Asia Central y a lo largo de los más de 4.000 kilómetros de la frontera que comparten.

Desde el punto de vista coyuntural, las relaciones comerciales con China estás permitiendo a Rusia sortear con menos dificultades la situación en la que su gobierno se ha metido con su criminal aventura en Ucrania. Rusia da salida a productos que ahora no compra Occidente y China consigue petróleo ruso a 30 dólares el barril. Pero desde el punto de vista estratégico que exige mirar más allá de lo cotidiano,  Rusia ve cómo, a medio plazo, China avanza en su aspiración de ser la gran potencia centro asiática en lo que siempre fue el patio trasero ruso y su plataforma para contrarrestar las influencias occidentales, tradicionalmente británicas, en la península indostánica, Afganistán y el flanco oriental de Oriente Medio.

Estos hechos no deben ser perdidos de vista pues forman parte también de las ambiciones y aspiraciones de los gobernantes, actores secundarios pero imprescindibles, de aquellos países desligados hace décadas de lo fue el poder soviético y su influencia. Esos países, con fronteras discutidas entre sí, con aparatos militares y de seguridad de inspiración soviética y con asesores rusos, ven como renacen brotes separatistas, intentonas terroristas islamistas y maniobras de terceros países que quieren pescar en rio revuelto. Y, así, ante los problemas rusos, estos gobiernos intercambian cada vez más guiños con el gobierno de Pekín, necesitado a su vez de estabilidad en la región para sus proyectos de extender y blindar sus rutas comerciales, terrestres y marítimas, hacia Europa y Occidente.

Además, la existencia de importantes minorías islámicas en China que ven negados sus derechos de manera aún más brutal que para el resto de los chinos y que están emparentados étnicamente con los territorios de la frontera occidental china, añaden motivos para que China se vea obligada a estar más presente en la región.

Este complejo escenario lastra y limita las relaciones ruso chinas y condiciona el panorama geoestratégico a medio y largo plazo pues contamina y condiciona otros escenarios cercanos y no menos tensos ni menos conflictivos.

 

 

India y la UE con Rusia al fondo

En la reciente cumbre europea de ministros de Asuntos Exteriores de países integrantes de la UE se ha hablado mucho de Ucrania, pero también de India. El motivo: que empresas petroleras y refinadoras de aquel país están haciendo grandes negocios con países europeos revendiendo el petróleo y productos derivados y tratados en India que compran a Rusia a precios muy bajos (por las necesidades rusas de financiar una guerra frente a un bloqueo occidental, al menos oficial).

Obviamente, Europa no puede llevar este asunto a organismos jurídicos internacionales en lo que hace referencia a India, aunque sí tal vez en referencia a algunos países europeos que, habiéndose sumado, oficialmente, a las sanciones y a la decisión de no comprar recursos energéticos a Rusia, lo compran a través de países terceros y no siempre por canales legales . Como ha explicado el responsable de la política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, no hay nada reprochable desde el puto de vista legal a India y a sus empresas, “pero estamos estudiando cómo actuar teniendo en cuenta que, en todo caso, Rusia se ve obligada a vender más barato y obtener menos ingresos”.

Pero el asunto no es de legalidad ni económico, aunque también, sino esencialmente político. India siempre ha sido un aliado de Rusia desde los tiempos en que los imperios inglés y ruso se disputaban su influencia sobre la península del Indostán y toda la región. Mucha tecnología india y sus fuerzas armadas son de sello ruso. Y, aunque desde hace décadas hay un ligero giro indio hacia Occidente por las amenazas chinas y pakistaní y la pérdida de influencia rusa, los lazos co Moscú se mantienen. Por eso, EEUU y la UE quieren aprovechar la coyuntura y propiciar un mayor alejamiento indio respecto a Rusia y para que gane protagonismo frente a China.

En todo caso, India está en buena posición para empujar a Rusia hacia una aceptación de negociar la paz, aunque sea Turquía la que está consiguiendo algunos acuerdos parciales y China la gran propagandista de su papel de mediación aunque de momento sin grandes avances.

En ese entramado, la UE quiere jugar un papel sin alterar mucho el escenario. La UE no tiene, ni ha querido tener, durante decenios la fuerza ni la estrategia necesaria para jugar un papel propio y el aumento de la importancia de EEUU, de nuevo, en el escenario internacional, parece dar alergia a algunos países europeos instalados entre la soberbia y el desconocimiento, tal vez voluntario, de su propia historia.

Estos son los límites europeos que pivotan en la redefinición de las relaciones geoestratégicas con India, un país en crecimiento, en una posición geográfica muy importante frente al expansionismo de la influencia china, cn unas fuerzas armadas nada despreciables y en una región de creciente expansión.

China sigue con problemas económicos

China no acaba de volver a la senda de recuperación económica tras el desastre que supuso la gestión de la política Covid cero y que suponen las deficiencias estructurales de su sistema planificado, autoritario y corrupto. Es verdad que, necesidad obliga, la venta de recursos energéticos rusos a menor precio y la repatriación de capitales chinos del exterior han significado un alivio, pero no suficiente.

Así, La producción industrial china aceleró hasta alcanzar un crecimiento de un 5,6% interanual en abril, lo que supone un avance frente al dato de marzo (3,9%), pero muy por debajo de los pronósticos de los analistas, que esperaban un alza cercana al 10%, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística de China.

Según los expertos, La tasa oficial de desempleo en zonas urbanas se situó en el 5,2% a finales de abril, 0,1 puntos por debajo de la registrada en el mes anterior y dentro del límite máximo que se impusieron las autoridades para este año, del 5,5%.

Por su parte, la inversión en activos fijos aumentó un 4,7% interanual en los cuatro primeros meses del año tras haberlo hecho en un 5,1% hasta marzo, lo que se traduce en un descenso en marzo que la ONE prefirió expresar en términos intermensuales (-0,64%). Los analistas habían vaticinado que dicho indicador crecería hasta el 5,5%.

En este contexto, China, más allá de su propia propaganda, tiene que priorizar su atención a su propia situación interna para evitar fracturas sociales y atender a las crecientes demandas de su propia sociedad, cada vez más interesadas en el tipo de bienestar occidental que el sistema chino no puede satisfacer. Puede crear millonarios y clases pudientes, sobre todo si se está en el partido gobernante o en buena relación con su aparato, pero no llega a un estado del bienestar amplio.

Por eso, entre otras cosas, incluyen en sus amenazas a Taiwán, además del consabido y tramposo mensaje de la unidad nacional, el mensaje de la necesidad reposición demográfica y tecnológica aspirando a incorporar a su sistema económico anquilosado a una sociedad más joven y demográficamente dinámica como la taiwanesa y con una importante proporción de cuadros tecnológicamente avanzados que han hecho a algunos sectores industriales de la isla estar a la vanguardia mundial.

Estos datos deben formar parte de los análisis sobre el papel de China en el mundo, sus límites y sus necesidades y, por eso, Occidente lleva meses presionando a Pekín para que frene a su aliado ruso y no emprenda aventuras, ya que el país asiático, de momento, necesita más los mercados fuertes y abiertos, de los que no respeta sus reglas, que estos mercados a China, aunque sí los deseen.

Asia Central: China redobla esfuerzos

Hace un mes, en una cumbre del gobierno chino con ministros de Relaciones Exteriores del Asia Central y ex soviética, a la que asistieron el viceprimer ministro y ministro de Relaciones Exteriores de Kazajistán, Murat Nurtleu, el ministro de Relaciones Exteriores de Kirguistán, Kulubaev Zheenbek Moldokanovich, el ministro de Relaciones Exteriores de Tayikistán, Sirojiddin Muhriddin, el primer viceministro de Relaciones Exteriores de Turkmenistán, Vepa Hajiyev, y el ministro de Relaciones Exteriores de Uzbekistán, Bakhtiyor Saidov. China escenificó su oferta de ser el nuevo Gran Hermano de la región en sustitución progresiva de una Rusia enredada en Ucrania, exhausta, y empeñada en una victoria completa que, de momento, parece imposible.

A esta cumbre seguirá otra en pocos días en la que China insistirá en un estrechamiento de lazos, haciendo hincapié en la asistencia mutua y aumentar el apoyo recíproco con respeto mutuo a los caminos de desarrollo elegidos en función de las propias condiciones nacionales, su apoyo mutuo y firme en las cuestiones tocantes a sus respectivos intereses medulares, así como una oposición resuelta a la injerencia de las fuerzas externas en los asuntos internos. También dijeron que nunca permitirían a nadie ni a ninguna fuerza crear caos y turbulencias en Asia Central.

Es la doctrina oficial china de penetración blanda en sus zonas de interés sin admitir el cuestionamiento de su sistema autoritario ni de los regímenes pseudo democráticos de la región heredados de la Rusia soviética. Además, se trata de bloquear influencias occidentales que abran las puertas a mercados más abiertos y a una fortaleza institucional que garanticen libertades y bienestar.

Para China es vital esa región que haga de colchón entre China y Rusia, facilite las rutas comerciales terrestres chinas hacia Occidente y permita a Pekín constituirse en en gran gendarme internacional cuyo papel ha venido imputando críticamente Pekín a Estados Unidos. A la vez, la diplomacia china está actuando intensamente en la periferia de esa región con los gobiernos de Irán, Arabia Saudí y, con más precauciones pero no menos interés, con Israel.

Todo esto ocurre, además, en el maro de cierta desaparición de la presencia occidental tras el retraimiento parcial de Trump, no corregido por Biden, y la incapacidad de la Unión Europea para impulsar iniciativas propias, tal vez porque entre sus componentes hay intereses contrapuestos respecto, precisamente, a Irán, Arabia Saudí e Israel.

Se estrechan las alianzas en el Pacífico

Conforme avanza la presencia y la presión aeronaval china (provocaciones en realidad) sobre Taiwán y las rutas marítimas internacionales en los mares adyacentes, los tradicionales aliados de Occidente van dejando atrás viejos rencores y antiguos resentimientos históricos y acercándose para reforzar lazos y reforzar acuerdos ante el peligro chino como en el pasado debieron alertarse ante el imperialismo japonés.

Así, el primer ministro nipón, Fumio Kishida, visitará Seúl para encontrarse con el primer ministro surcoreano, Yoon Suk Yeol, visita que no se producía desde 2011. En la agenda estarán los sistemas de alerta y defensa frente a Corea del Norte, una evaluación de los movimietos de la flota china y sus amenazas a Taiwán, sus respectivos acuerdos de seguridad con Estados Unidos y, como telón de fondo, las consecuencias económicas y geopolíticas de las agresiones rusas en Europa.

Japón prepara la cubre del G7 que se producirá en el país, ofrece un mensaje de lazos estrechos  con Corea del Sur dejando pendiente algunos contenciosos bilaterales que colean desde las agresiones japonesas en la II Guerra Mundial y avala su decisión de mantener el pulso ante la presión china a la que se va incorporando Rusia en el Pacífico.

Hace unos meses, Filipinas frenó un leve acercamiento comercial a China, superó algunos roces con Estados Unidos y decidió ampliar las instalaciones militares norteamericanas en las islas, con gran disgusto y expresiones de protesta de Pekín.

Todo esto se da en el marco del rearme australiano con ayuda y programas conjuntos con Estados Unidos y Gran Bretaña y el aumento de fuerzas navales en la región y en las rutas internacionales de la zona. La situación es, desde luego, crecientemente tensa aunque los expertos consideran que, de momento, no es de alto riesgo aunque éste existe. Analistas de EEUU consideran que China tiene capacidad suficiente para atacar Taiwán aunque añaden que a Pekín le costará, como a Rsia en Ucrania, resolver rápidamente el conflicto si se produce y añaden que la disuasión de una agresión china es militar pero también política y económica y creen que debe dejársele claro a China que un enfrentamiento en la zona sería especialmente catastrófico para China con dus vulnerabilidades estructurales en economía.

Europa-China: pugna en Mercosur

La irrupción sostenida de China, económica y políticamente, en  América Latina está urgiendo a tomar medidas de contención en las que actúan como catalizadores Estados Unidos y la Unión Europea, preocupados por unas inversiones chinas cuyo capital proviene de un Estado totalitario e intervencionista que no respeta el libre comercio y que, además, tienen sus propios intereses en la región amenazados por el largo brazo de Pekín. En lo que a la UE se refiere se trata del acceso a materias primas estratégicas como el litio, clave en el sector de las comunicaciones y en concreto en la construcción de teléfonos móviles, a lo que se añade la opción por la carne y los cereales americanos.

Es en el marco de Mercosur donde pueden aprobarse medidas de contención a la entrada del capital dudoso de empresas chinas y las próximas presidencias de Brasil en la institución americana y de España en la Unión Europea hacen de los encuentros entre los presidentes Lula y Sánchez reuniones de alto interés. Es verdad que ni uno ni otro se distinguen por su combatividad contra las prácticas y los interese chinos pero Sánchez está condicionado por interese europeos y alianzas que no puede desoír aunque lobbies dirigidos por los socialistas Rodríguez Zapatero y José Blanco aboguen por conocidas empresas chinas.

España y Brasil están ya trabajando en un protocolo de regulación de inversiones que trataría de proteger a medianas y pequeñas empresas de inversiones sin control y que, como consecuencia, obligaría a China a nuevas condiciones. En todo caso las ambiciones, tanto de Lula como de Sánchez, de intervenir en los mercados debería llevar a mirar con atención los acuerdos porque pueden entrañar trampas.

La pugna con China, obviamente, excedes la competencia económica ya que la potencia asiática liga su expansión de negocios a la influencia política a favor de un modelo en el que los mercados se conciben como instrumentos de los gobiernos y limitación de las libertades públicas y las garantías jurídicas para ciudadanos y empresas, un sistema que ha destacado por su ineficacia y su agresividad.

Esa pugna de fondo, a la que Europa se va a enfrentar en el segundo semestre de 2023 con presidencia de Pedro Sánchez, va a llegar en un marco internacional lleno de incertidumbre, donde crece la conciencia de que si bien Rusia es la amenaza inmediata, China es el gran riesgo y el mayor desafío.

Macron, China y Taiwán

El presidente de Francia, Enmanuel Macron, en plena (y grave) crisis interior, ha tenido tras su visita a Pekín, una de sus actuaciones más desafortunadas en política exterior que reflejan, una vez más, el sueño melancólico francés de una grandeur que nunca fue, la obsesión por ponerse como potencia europea en el mundo de EEUU y la ingenua creencia de que cuando una potencia como China te halaga y te aplaude es por tu carácter de líder y no por servirle a sus intereses.

A la vuelta de Pekín, Macron defendió lo que se denomina la autonomía estratégica de Europa tal como la entiende China (y no como la conciben otros aliados europeos), es decir, como diferenciada y alternativa a EEUU, subrayó la necesidad de distanciarse más de los aliados del otro lado del Atlántico y, como perla para Pekín, subrayó la necesidad de no asumir, en relación con Taiwán, “riesgos que no son nuestros”.

Francia juega un papel central en Europa y, consumada la salida de Gran Bretaña, posee el ejército más potente de la Unión Europea incluidas armas nucleares. Pero siempre, y especialmente desde De Gaulle, no ha podido soportar el liderazgo de EEUU que, entre otras cosas, ha sido el garante de la supervivencia de Francia ante Alemania en las dos guerras mundiales. Durante las últimas décadas, y hoy mismo, Francia ha intervenido unilateralmente en África mientras critica (por cierto con el apoyo entusiasta de la izquierda europea) el “unilateralismo” de EEUU en el mundo y ha tratado de mantener equilibrios vergonzantes en Oriente Medio donde ha protegido a gobiernos sangrientos en Siria (su antigua colonia) y sus negocios con Sadam Hussein intentando blanquear estos actos con apoyos a Israel como la transferencia de tecnología en materia nuclear.

Taiwán necesita una defensa clara de la Unión Europea, aunque sea difícil y arriesgada, porque, como Ucrania, representa un modelo de sociedad que, aún con vulnerabilidades, sobre todo en el caso ucraniano, supone unos valores cercanos a los europeos (y norteamericanos) que han propiciado sociedades de bienestar y libertades sin precedentes y hoy amenazadas por Rusia y China. Ni los negocios ni el riesgo deberían hacer abdicar de esa defensa como no lograron frenar los esfuerzos contra Hitler, aunque hubo tentaciones (curiosamente más en Francia).

Claro que hay que evitar los conflictos mientras sea posible, y un choque militar en el Pacífico sería catastrófico. Pero no pueden ofrecérsele a China signos  de quiebra en la  alianza occidental por más que Francia se sienta dolida por su exclusión de la alianza del Aukus, por la pérdida de su contrato para construir los submarinos australianos y por ignorar EEUU que Francia, que tiene posesiones como Nueva Caledonia, se considera una potencia, también, en el Pacífico.

China: el aspirante desairado

El gobierno de Xi está enfadado. Su plan de paz para Ucrania recibe más dudas y suspicacias que aplausos; Europa, a pesar de las presiones de Pekín, no renuncia a sus propósitos de restringir la presencia de empresas chinas susceptibles de ser un peligro para la seguridad ni exigir a China cumplir las leyes del mercado, y, para colmo, EEUU recibe con encuentros de alto rango (aunque no máximos) a la presidenta de Taiwán que, además, representa a una corriente que empieza a distanciarse del sueño de lograr una unidad china en clave de democracia y juega con la posibilidad de proclamar Taiwán como un país independiente y democrático más.

China ha reaccionado a la manera arrogante, autoritaria y provocadora que la caracteriza en momentos de debilidad. Ha desplegado un enorme potencial aeronaval en torno a la isla (enorme pero aún alejado de las capacidades de EEUU y aliados en la región) y ha exhibido su capacidad para invadir Taiwán y poner al mundo aún más patas arriba. China no sólo juega con fuego sino que enseña la mano con la mecha encendida lo suficientemente cerca del barril de pólvora.

Pero hay signos de incertidumbre. Mientras EEUU aguanta el pulso y refuerza sus alianzas en Asia Pacífico, en Europa aparecen dudas, y países como Alemania, oficialmente dispuesto a no aceptar desafíos de Pekín, juega a la ambigüedad en el terreno comercial y otros como España se muestran reacios a frenar actividades de empresas chinas problemáticas para la seguridad. Y esto, justamente, es lo que lleva a China a pensar que puede abrir brechas en la unidad occidental y combinar su cara amable y tramposa con una promesa de terror bélico en el Pacífico para tratar de conseguir ese objetivo. En el fondo es el mismo objetivo con el que sueña Rusia y en la que rusos y chinos asientan parte de su alianza estratégica, solo que Moscú está en situación de mayor debilidad.

Ese es el gran pulso actual en el planeta, en el que Europa, tan importante en la esfera económica y de valores, juega de invitada de piedra sin capacidad de protagonismo diplomático y mucho menos militar, aunque creciendo. Sin embargo, este es un reto del que a la UE y a Europa le va a ser muy difícil evadirse o ponerse de perfil, entre otras cosas porque la guerra está en sus fronteras orientales, escenario recurrente de los grandes conflictos bélicos de los dos últimos siglos. Y probablemente este debería ser un punto prioritario a tratar en las cancillerías europeas. De hecho lo es, aunque muchos países escondan sus intenciones reales y sus miedos paralizantes.

 

China, economía, mercados y propaganda

China lleva décadas soñando con establecer una amplia zona económica planetaria donde la moneda de referencia no sea el dólar sino la divisa oficial china, la renminbi (RMB), “moneda del pueblo” y cuya unidad básica es el yuan. Con el crecimiento de influencia en regiones en desarrollo y el apoyo servil de una Rusia en dificultades muy necesitada de apoyos chinos, Pekín cree que ha llegado el momento de acelerar en ese objetivo estratégico. No parece sencillo, no sólo por la fuerza del dólar y el euro, sino porque estas monedas corresponden a economías dinámicas y poderosas que marcan el ritmo mundial, que suponen las tasas de I+D más altas, a pesar de la creciente competencia china, y porque incluso en aquellas economías en las que China va penetrando la dependencia del comercio mundial y de los mercados libres y desarrollados es grande y no parece descender.

En su reciente definición de su “nueva política exterior”, proclamada por Putin ante la Duma, Rusia alude a este objetivo estratégico, básicamente chino porque Rusia no puede aspirar a un mayor protagonismo del rublo, aludiendo a la necesidad de dar respuesta a “EEUU y el neoliberalismo” que es como Moscú y Pekín, con la izquierda mundial denominan la economía que trata de limitar los intervencionismos estatales a lo estrictamente necesario. En el caso ruso se liga su oposición a Occidente en una alianza con la iglesia cristiana ortodoxa y su rechazo al “libertinaje occidental” sobre lo que no se sabe qué opinan las izquierdas mundiales.

En todo caso esta es una batalla en curso, inmediata y relativamente silenciosa, que implica muchos frentes, muchos intereses cruzados y, como en las guerras sangrientas, mucha propaganda, muchas desinformación y muchas mentiras. Por el momento, China, con Rusia, y algunos aliados dudosos y coyunturales como Sudáfrica y Brasil (por otra parte con economías mucho más interrelacionadas con el mundo del dólar y el euro) quieren presentar como siempre un mundo (falso y demagógico) de Norte contra Sur y ricos contra pobres. Es decir, y a pesar de las contradicciones, del Occidente de las libertades y el bienestar contra los sistemas autoritarios, ineficientes y agresivos contra sus vecinos y contra sus propios pueblos.