China: contra la crisis, más dictadura

Xi Jinping lo tiene claro. Ante el frenazo del crecimiento, la crisis inmobiliaria, los brotes de protesta y la incertidumbre nacional e internacional, el presidente chino ha aumentado aún más su control sobre el aparato estatal. En el marco de la reunión de la Asamblea Nacional, Xi ha opacado el ya escaso protagonismo de su primer ministro, ha anunciado una limitación de sus funciones ha señalado que el Partido Comunista aumentará su control sobre nombramientos y gestión pública y no ha comparecido ante los medios de comunicación. Parece estar a punto de recuperar la liturgia de los emperadores chinos. Lo único que le separaría de lo que Carlos Marx denominaba despotismo oriental.

En realidad podría tratarse de una huida hacia adelante. A falta de más datos de eventuales disputas internas en el difícilmente penetrable Partido Comunista, China estaría pasando por una serie de problemas económicos en los que la situación internacional marcada por las guerras de Ucrania y Gaza, las dificultades para el tráfico marítimo por el canal de Súez y los vaivenes de los recursos energéticos estarían sobrepasando las previsiones chinas y su capacidad para hacer frente a los múltiples problemas que se les presentan. Aunque, como ya hemos informado, por encima de todos los planes ha quedado la aprobación un año más de un aumento considerable del presupuesto para desarrollar y modernizar sus fuerzas navales y aérea, la I+D militar y los planes para dominar las rutas marítimas, sobre todo en los mares del sur de China.

En todo caso, la situación no es tan cómoda como podría pensarse para Xi. China necesita que se estabilice la situación internacional para volver a crecer más fácilmente y las autoridades temen protestas sociales si se producen recortes sociales drásticos. Y el panorama internacional, en estos momentos, solo parece que va a agravarse.

El refuerzo de los mecanismos de autoridad es un reflejo habitual de las dictaduras en dificultades y, con frecuencia, es un  preludio de mayores dificultades. China ha crecido mucho las últimas décadas y ha ido sorteando problemas sin mermar el control del Estado sobre los ciudadanos. Pero los tiempos cambian y los problemas crecen.

China: cumbre para una crisis

China celebra este año su Asamblea Nacional Popular en medio de las tensiones de la crisis económica que sacude al país y de la delicada situación internacional con varias guerras (Ucrania y Gaza y otros menos publicitados).Esto, que ha provocado debates internos en el gobernante Partido Comunista Chino y acelerado el intento de Xi Jinping de aumentar su control férreo de todos los poderes y el control de  la economía será el gran asunto de fondo de la reunión.

Miles de delegados de toda China se encuentran en Pekín para debatir los informes que harán sobre la segunda mayor economía del mundo y sus propuestas para el próximo año e intentarán disipar la creciente preocupación por los retos a los que se enfrenta.

Según los expertos, proyectar confianza será probablemente una de las prioridades del líder chino y de sus altos cargos del Partido Comunista durante este evento coreografiado de varios días de duración, conocido como las “dos sesiones”, en las que se reúnen el poder legislativo y el máximo órgano consultivo de China.

Pero las cifras amenazan los planes del gobierno. El sector inmobiliario de China, un pilar de su economía, ha pasado de una crisis a otra desde 2021 después de que el Gobierno emprendiera una represión regulatoria contra la construcción impulsada por la deuda.

Desde entonces, una serie de promotores ha incumplido sus obligaciones de pago y muchos de ellos han iniciado o están en proceso de comenzar procesos de reestructuración de deuda para evitar enfrentarse a procedimientos de quiebra o liquidación.

Los precios de las viviendas nuevas en China han venido cayendo y el Gobierno busca reactivar la demanda, por ejemplo, promoviendo tasas de interés hipotecarias más bajas. Pero muchos potenciales propietarios han estado posponiendo sus compras a medida que los endeudados promotores retrasan o suspenden la construcción de nuevos proyectos de vivienda.

La situación es vista con lupa por inversionistas de todo el mundo, no solo por tratarse de la segunda economía más grande del planeta, sino porque muchos de ellos son acreedores a quienes posiblemente nunca les llegue su pago.

En todo caso, los dirigentes chinos ya han adelantado que se aumentarán las inversiones en defensa y rearme en casi un 8 por ciento, una cifra similar a las de los últimos años, al margen de las dificultades financieras. La incertidumbre sobre el panorama internacional, el empeño chino por fortalecer día a día su dominio de los mares sobre EEUU y sus aliados y la estrategia de Pekín de robustecer su influencia a todos los niveles posibles van a lastrar aún más las dificultades de la economía china.

Israel frena inversiones chinas en el país

Hace unas semanas, el Comité de Licitaciones de la Compañía de Puertos de Israel descalificó a la empresa china China Harbour Engineering Company  para competir en una licitación para establecer un puerto de destilería en la bahía de Haifa, al norte del país, el puerto más importante de Israel y de gran valor estratégico. El motivo de la descalificación, según se publicó, se debe a “los intereses de seguridad nacional de Israel”. La empresa matriz de China Harbour, China Communications Construction Company, está en la lista negra de Estados Unidos por participar en proyectos que ayudan a China a expandir su presencia en el Mar de China Meridional. Aunque China ya gestiona una parte del puerto de Haifa a través de la empresa el Shanghai International Ports Group.

China Harbour es conocida en Israel principalmente a través de su filial, Pan Mediterranean Engineering Company (PMEC), que construyó el Puerto Sur y amplió el Muelle 21 en Ashdod un puerto al sur de Israel cerca de la frontera con Gaza.

La decisión israelí se produce en el contexto de la guerra de Gaza  en el que han aumentado las presiones estadounidenses y rechazo de la opinión pública y el gobierno de Israel la postura china en la guerra que, aunque oficialmente neutral, no ha parado, en la ONU y en varios foros  internacionales, de votar contra las operaciones militares contra Hamás.

El frenazo plantea problemas a China en su presencia en la región pues, aunque tenga negocios en Araba Saudí, Jordania y Egipto, y las planea en Turquía, considera que estar en Israel es vital para su presencia en el mediterráneo oriental.

Pero Israel tampoco va romper radicalmente pues necesita diversificar sus inversiones extranjeras y alejar la imagen de aislamiento que empieza a asomar con la guerra. Fuentes gubernamentales israelíes ha matizado que “El Estado de Israel no puede darse el lujo de romper sus vínculos con China, pero debería dirigirlos a áreas que no sean sensibles a su seguridad nacional”.

Ucrania: Japón promete inversiones para después de la guerra

Mientras crece la sensación de que puede estarse debilitando lentamente el apoyo a Ucrania y el mensaje de que sería mejor para Kiev buscar un acuerdo con Moscú, las autoridades ucranianas han conseguido algunos compromisos para constituir alianzas de seguridad para después de la guerra y promesas de importantes inversiones para la reconstrucción nacional tras la catástrofe. En estos capítulos se han adelantado Francia y Japón.

En una conferencia que Japón coorganizó con el Gobierno ucraniano y organizaciones empresariales, el primer ministro japonés, Fumio Kishida,  dijo que la cooperación pública y privada japonesa será una asociación a largo plazo basada en la inclusión, el humanitarismo, así como la tecnología y el conocimiento. Entre los acuerdos suscritos destacó la promesa de Japón de entregar 15.800 millones de yenes (105 millones de dólares o unos 97 millones de euros) en nuevas ayudas para Ucrania, con el propósito de financiar el desminado y otros proyectos de reconstrucción que se necesitan con urgencia en los sectores de energía y transporte.

El primer ministro de Ucrania, Denys  Shmyhal, señaló que la reconstrucción de Ucrania va mucho más allá de la retirada de minas terrestres y escombros. Destacó la fortaleza de su país en agricultura, sus ricos recursos naturales y su ambición de ser un centro digital de Europa con su experiencia en información y ciberseguridad. También instó a los fabricantes de automóviles japoneses a abrir fábricas en Ucrania.

La Conferencia Japón-Ucrania para la Promoción del Crecimiento Económico y la Reconstrucción fue organizada conjuntamente por los Gobiernos japonés y ucraniano, la poderosa organización empresarial japonesa Keidanren y la Organización de Comercio Exterior de Japón.

Es muy probable que las sutiles presiones a Ucrania para encontrar una solución que la haga ceder en una fórmula hipócrita que tranquilice las conciencias y, más exactamente, las economías europeas necesite promesas de futuro, una anestesia económica para el después. Pero, a la vez, un Japón con una economía que se ralentiza también necesita vender a sus empresarios operaciones de futuro, rentables y con marca de humanitarias.

La sombra de Trump asusta a Taiwán

El crecimiento de las posibilidades de Donald Trump de volver a la Casa Blanca para un segundo mandato como presidente está sembrando preocupación en Taiwán, sobre todo a raíz de las declaraciones del candidato republicano en el que subordina su apoyo a la OTAN contra una eventual nueva agresión rusa a que los integrantes europeos de la alianza militar acepten la postura de EEUU sobre la financiación de la estructura militar aliada.

Trump defendió ya en su primer mandato como presidente la necesidad de que los integrantes europeos de la OTAN eleven su nivel de gasto en defensa y atenúen así los gastos de EEUU que hasta ahora corre con la principal carga financiera en medio, por cierto, de no pocas críticas europeas a la política exterior de EEUU mientras esperan que desde allí sigan asumiendo el peso principal. Pero ahora el contexto es distinto. Los aliados europeos están aumentando sus presupuestos de defensa, Rusia es más amenaza que nunca tras su agresión a Ucrania y Trump acompaña su mensaje de una discreta voluntad de llegar a un acuerdo con Putin y reducir su costoso apoyo a la resistencia ucraniana.

Esto es lo que se analiza con preocupación en Taiwán. Se teme que Trump, si gana las elecciones de noviembre, comience a matizar su apoyo a la isla y la política disuasoria respecto a China para llegar a un acuerdo global con Pekín en una especia de reparto de zonas de influencia donde dejaría a China la expansión de su sombra en Asia Pacífico a cambio de una moderada contención general. Taipei teme que la isla sea una moneda de cambio si Pekín se compromete a que la asimilación se haga sin intervención militar directa.

Trump ha evidenciado una posición aislacionista de EEUU respecto a los grandes conflictos internacionales, a pesar de sus bravatas y sus gestos frente a Corea del Norte en su primer mandato. Esto no es nuevo y la historia tiene ejemplos de cualificados políticos norteamericanos (como el padre del presidente Kennedy frente a Hitler) que abonan esta tradición, luego corregida en gran parte por agresiones exteriores o por amenazas globales.

Ucrania y Taiwán temen, quizá con más razón de lo que parece, una nueva presidencia de Donald Trump en la que su empatía con Putin y su atolondrada e irresponsable concepción del peligro ruso y sus ganas de evitar todo choque con China le lleven a sacrificar dos piezas esenciales en el gran tablero mundial.

Vietnam y Taiwán se acercan y miran a China de reojo

Un acercamiento entre Vietnam y Taiwán está causando cierta inquietud en China. Aunque Vietnam mantiene oficialmente su reconocimiento de la doctrina de “una sola China” (defendida por Pekín) se viene produciendo una intensificación de contactos y acuerdos entre autoridades vietnamitas y taiwanesas precisamente cuando China lleva años con una creciente presión sobre la isla para conseguir la sumisión de su régimen al Estado autoritario de la China continental. A esto se añade que Vietnam, a despecho de la historia, lleva décadas estrechando relaciones con Estados Unidos con quien ha firmado acuerdos comerciales importantes.

China mantiene en estos momentos una relación cordial (aunque no intensa ni entusiasta) con Pekín, por lo que se ha apresurado a explicar que únicamente “mantiene e impulsa los nexos pueblo a pueblo y no gubernamentales con Taiwán en los campos de economía, comercio, inversión, ciencia y tecnología, cultura, educación, entre otros y no desarrolla cualquier relación a nivel estatal con ese territorio”.

La situación es compleja. No hay que olvidar que en 1979, cuando Vietnam se reunificaba tras lograr la retirada de las fuerzas de EEUU del país y contaba con el apoyo de la Unión Soviética, fuerzas chinas invadieron el norte de Vietnam en apoyo de Camboya que mantenía contenciosos territoriales, étnicos e ideológicos (aunque se reclamaban ambos del marxismo-leninismo) con Vietnam. Actualmente Vietnam y Camboya se entienden a distancia y China es el gran padrino de los militares camboyanos que gobiernan tras un golpe de Estado que ha desatado una gran represión en el país.

Tampoco las relaciones entre Vietnam y Taiwán han sido siempre fáciles. Mantienen discrepancias respectos a sus límites territoriales marítimos, y algunas maniobras de las fuerzas navales taiwanesas han suscitado protestas de Vietnam por entender este país que se cruzaban aguas vietnamitas. Pero en estos momentos el intercambio de contactos y la firma de acuerdos se están intensificando y esto alerta a Pekín, que trata de crear una red de apoyo a su política de aislamiento internacional de Taiwán para facilitar su absorción sin excluir acciones militares como proclama Pekín oficialmente.

China: crisis económica en varios frentes

China se enfrenta a una tormenta casi perfecta en el plano económico. Junto a sus problemas estructurales: demográficos, energéticos y de falta de libertades, se han unido dos problemas nuevos aunque no totalmente inesperados. El primero, la decisión del más alto tribunal de Hong Kong de ordenar la liquidación del gigante inmobiliario chino Evergrande, al no haber logrado la compañía presentar una propuesta de reestructuración de su deuda estimada en 2,39 billones de yuanes (333,000 millones de dólares.

Esta decisión arrastrar al sistema financiero chino, fuertemente estatalizado y con poco margen de maniobra en un momento en que la coyuntura internacional está creando problemas a las inversiones chinas. De hecho, China está retirando capital del exterior y paralizando algunos proyectos en África y América Latina para intentar atender a problemas internos.

Y, en conexión con esta situación está el segundo elemento, el bloqueo por parte de Irán y sus aliados hutíes de la ruta del Mar Rojo y el Canal de Suez alargando dos semanas el traslado de productos chinos a los mercados occidentales. Esto ha provocado un choque, discreto pero intenso, entre Pekín y Teherán que tiene una mayor significación si consideramos los acuerdos chino-iraníes para inversiones chinas en infraestructuras a cambio de facilitar a Pekín instalaciones navales militares en la costa de Irán en conexiones con las que ya tiene China en Pakistán.

A la vez, está presión China para que Irán frene a las milicias chiitas en Yemen se produce en el marco de un deshielo en las relaciones entre China y Estados Unidos que han felicitado a Pekín por su presión sobre Irán, lo que ha hecho torcer el gesto a la teocracia de Teherán.

Esta situación en el Mar Rojo está agravando la tensión internacional porque, de mantenerse, la subida de costes en el transporte y en las rutas del petróleo se trasladará a las economías más sólidas pero que vienen padeciendo problemas desde hace varios años como consecuencia de otros conflictos como el de Ucrania. En este escenario, China y Estados Unidos tienen los mismos intereses y van a verse obligados a pactar acciones que favorezcan los deseos de ambos en cuando a rutas comerciales y eso va a matizar al menos coyunturalmente los planes estratégicos chinos de extender su influencia hacia Oriente Medio o al menos de recalcular algunas alianzas. Son datos a tener en cuenta.

Irán-Pakistán, ¿nuevo frente?

Los enfrentamientos entre Irán y Pakistán a lo largo de su frontera han puesto un punto más de alerta en la región situada entre Oriente Medio y la península india y entre Asia Central y el Índico. Y se trata de países oficialmente aliados, que se apoyan en la pretensión pakistaní de conseguir la soberanía sobre la región india de Cachemira y que son ambos socios de China de la que reciben apoyo e inversiones estratégicas. Aunque también hay que señalar que Pakistán, país islámico de mayoría sunní se siente muy cerca de Arabia Saudí, frente a la pretensión de Irán, país islámico de mayoría chií, de ampliar su infuencia regional. De hecho Pakistán, que tiene armas nucleares, ha ofrecido a los saudíes tecnología nuclear para equilibrar los planes de Irán en este campo.

De momento el conflicto es local y se produce en territorio de Baluchistán, una región hoy dividida entre Pakistán, Afganistán e Irán, con aspiraciones hace décadas a constituir una entidad estatal propia y que, como en tantos otros casos, ha sido víctima de los manejos y errores de colonialismo británico en la zona. Irán ha atacado las bases en Pakistán del grupo terrorista suní Jaish al Adl, enemigo de los chiies y partidario de la independencia de la región de Baluchistán y Pakistán ha atacado bases de separatistas baluchis que actúan desde Irán. Este es el laberinto.

Los británicos llegaron a Baluchistán en el siglo XIX y crearon cuatro  principados: Makrán, Jarán, Las Bela y Kalat prometiendo una futura amplia autonomía. Pero a mediados del siglo XX, cuando Gran Bretaña se ve obligada a abandonar India, y la brutal lucha interétnica lleva a la creación de un Estado para los musulmanes indostánicos que sería Pakistán, Londres acepta que el territorio baluchi sea dividido en varios países. Baluchistán, evidentemente, quiso el suyo, pero Pakistán exigió que la región estuviera dentro de sus fronteras y tomó militarmente su parte.

En la situación actual el país más alarmado es China, que está intercediendo para un acuerdo porque sus planes pasan por abrir una vía estable desde su territorio hasta el Índico, tanto por Irán como por Pakistán, y establecer bases militares en sus puertos.

Pero las claves del conflicto tiene muchos lazos emocionales, religiosos y políticos con Oriente Próximo lo que añade un elemento de incertidumbre que no parece controlable por Pekín y los futuros puestos chinos tienen ya un rival adelantado, los hutíes, en sus propósitos de controlar las vías hacia los mercados occidentales. Ese es el endiablado escenario.

Taiwán, un test para EEUU y China

La victoria del candidato del PDP, Lai Ching-te (William Lai), en las elecciones taiwanesas va a plantear un test para China, para EEUU y para las relaciones entre ambos países que, desde hace unos meses han entrado en un proceso de relativa distensión.

El PDP taiwanés, que ya estaba al frente del gobierno de la isla, se caracteriza por definir su estrategia para el futuro y su gestión del presente sin que la reunificación con la China continental se plantee como un objetivo esencial. Plantea un fortalecimiento de la soberanía de la isla, su crecimiento como una nación democrática más y sin romper relaciones con China establecer con ésta unos lazos de igual a igual desde el que construir el futuro.

Esto choca con la aceleración de las pretensiones anexionistas de Pekín y sus crecientes provocaciones militares, ineficaces por otra parte como presión a los habitantes de la isla como explica en esta página el profesor Fernando Delage, y con la promesa de Xi Jinping de lograr la absorción de la isla en su mandato.

A la vez, para Estados Unidos la situación también es delicada. Ante la presión China, EEUU ha multiplicado sus promesas de apoyo a la isla y sus compromisos con la defensa de su territorio ante una eventual agresión desde el continente. Pero Washington subraya que no apoya avances hacia una independencia de iure de la isla y se muestra más partidario de un acuerdo negociado entre las dos Chinas.

La situación no es sencilla. Los habitantes de Taiwán no parecen querer vivir mirando de reojo a la China continental y quieren mantener su nivel de vida y libertades democráticas sin interferencias exteriores, al menos mientras en el continente perviva un régimen autoritaria y expansivo donde el Estado y el Partido Comunista (valga la redundancia) lo deciden todo.

A todo esto se une la incertidumbre sobre la próxima presidencia de los EEUU donde una eventual vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca inquieta a las cancillerías de todo el mundo y no sólo por las posiciones defendidas por el ahora candidato sino, sobre todo, por sus iniciativas erráticas, sus cambios imprevisibles su inacción en algunos momentos críticos y su empatía con personajes tan peligrosos con Vladimir Putín.

Corea del Norte, el vecino amigo, e incómodo, de China

Los últimos incidentes entre las dos Coreas no por habituales cada vez que Corea del Sur despliega maniobras militares con Estados Unidos son menos preocupantes. En el actual escenario internacional, que Corea del Norte haya disparado obuses sobre zonas terrestres y marítimas adyacentes a las líneas de demarcación de ambos países parece un intento deliberado de subir varios grados la tensión internacional, precisamente en un momento en que la dictadura norcoreana ha perdido capacidad desestabilizadora desplazada por los dos grandes conflictos internacionales actuales: Ucrania y Gaza.

La notoriedad alcanzada por el régimen norcoreano con su exhibición amenazante de varios meses seguida por los encuentros del dictador Kim Jon un con el entonces presidente estadunidense Donald Trump ha perdido valor el mercado de la amenaza de apocalipsis para conseguir ventajas. De ahí los gestos de exhibir una estrecha alianza con Moscú, a donde Corea del Norte podría haber enviado unos cientos de misiles (por otra parte de tecnología básica rusa) para el frente ucraniano y la actual respuesta provocadora ante las maniobras militares entre EEUU y Corea del Sur.

Una vez más, China no parece cómoda con esta situación. Aunque Pekín aparece como amigo de los coreanos del norte por su enemistad común con EEUU y Occidente, algunas iniciativas de la dictadura coreada han creado problemas a China por poner sobre la mesa situación precipitadas respecto a los planes chinos.

Porque Pekín tiene su propia agenda y sus propios planes estratégicos para intentar dominar la región y estos planes pasan actualmente por mantener una gran presión sobre Taiwán en víspera de las elecciones en la isla a la vez que explorar una distensión general con Estados Unidos y ganar tiempo. En ese contexto, la subida de la tensión en la península coreaba añade elementos que no favorecen esta estrategia china.

A la vez, China, aliado oficial de Rusia no quiere que este país gane protagonismo en el Pacífico si no es Pekín quien marca la hoja de ruta y las actuales dificultades rusas abonan esta hoja de ruta. Y es el caso que en ella irrumpe Corea del Norte como elefante en cacharrería pidiendo más protagonismo.