El golpe militar del fin de semana en Birmania interrumpe el breve y débil proceso de institucionalización y de democratización que el país venía viviendo tras interminables años de poder militar, prácticamente desde su independencia.
Birmania (ahora denominado Myanmar) tiene la ventaja de importantes recursos y la inquietante combinación de una situación estratégica clave en medio de potencias poderosas, ambiciosas y sujetas a tensiones internas. La cronología bélica de la zona, las divisiones étnicas y las amenazas totalitarias exteriores han sido la coartada de una dilatada presencia de los militares en el poder y una ausencia de garantías políticas.
Según datos de los organismos internacionales, el país es rico en jade, gemas, petróleo, gas natural y otros recursos minerales. En 2013, su PIB (nominal) se situó en 56 700 millones de dólares estadounidenses y su PIB (PPA) en 221 500 millones. La brecha de ingresos en Birmania se encuentra entre las más amplias del mundo. A partir de 2016, Birmania ocupa el puesto 145 de 188 países en desarrollo humano, según el Índice de Desarrollo Humano.
Birmania es clave para los intentos chinos de establecer, fortalecer y expandir su red de despliegue naval bajo la atenta mirada de India, ora potencia naval en la zona y creciente socio occidental en la tarea de contener y vigilar la estrategia expansiva china. En este contexto el desarrollo democrático y la inestabilidad creciente entre minorías aumenta la preocupación de Pekín, de acuerdo con su propia concepción política parece menos incómoda con un gobierno duro.
Actualmente, China es, sin duda, su más cercano aliado. Después de retirar el apoyo al Partido Comunista de Birmania, hoy se consolida como el primer socio comercial y en materia de cooperación militar, incluyendo una base militar china en las islas Coco para monitorear la actividad naval india.
Habrá que estar atento a los próximos acontecimientos, más allá de las condenas occidentales, pues en la región se mueven poderosos acontecimientos que han quedado reflejados en la cercana Sri Lanka en una pugna abierta entre las influencias de India y China. Y, desde EEUU, el presidente Biden se estrena con un nuevo frente, no totalmente imprevisto, pero que acelera una agenda en la zona Indo-Pacífico que está en periodo de actualización.