China también juega en Gaza

Desde hace décadas, la Franja de Gaza ha sido escenario de intensos conflictos entre Israel y los palestinos, una región atrapada en un ciclo de violencia, destrucción y crisis humanitaria. Con el conflicto más reciente exacerbando la devastación —miles de muertos, infraestructuras arrasadas y una población sumida en la desesperanza—, la comunidad internacional ha vuelto a mirar hacia Medio Oriente con preocupación. Entre los actores globales que podrían desempeñar un papel clave en la reconstrucción y pacificación de Gaza, destaca la República Popular China. ¿Qué motivaciones tiene? ¿Qué herramientas posee? ¿Y cómo podría influir su intervención en la dinámica geopolítica regional?

Durante años, la política exterior china en Medio Oriente se ha caracterizado por una estrategia de no intervención directa en conflictos, apostando más bien por el desarrollo económico y la diplomacia multilateral. Sin embargo, desde la firma de los Acuerdos de Abraham, la creciente influencia iraní en la región y la intensificación del conflicto en Gaza, China ha mostrado una mayor disposición a involucrarse como mediador y actor constructivo.

El interés de China en la región obedece a varios factores. Primero, el energético: cerca del 50% del petróleo que consume el país proviene de Medio Oriente. Segundo, la ambición de proyectar su influencia global a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), un megaproyecto de infraestructuras que pretende conectar China con Asia, África y Europa. Y tercero, su deseo de posicionarse como una alternativa a la influencia occidental, especialmente en lugares donde Estados Unidos ha sido históricamente el actor predominante.

En años recientes, China ha intensificado su papel como mediador en conflictos regionales. Un ejemplo claro fue su papel clave en la reconciliación diplomática entre Arabia Saudita e Irán en 2023, que sorprendió al mundo y consolidó a Beijing como un actor diplomático de peso en Medio Oriente. Esta acción fue interpretada por muchos analistas como un ensayo para asumir roles similares en otros conflictos, incluyendo el palestino-israelí.

China ha mantenido históricamente una postura favorable a la causa palestina, defendiendo una solución de dos Estados y criticando la expansión de asentamientos israelíes. A pesar de sus fuertes lazos económicos con Israel, Beijing ha sabido mantener un equilibrio diplomático, lo que lo posiciona como un posible puente entre ambas partes, especialmente en un escenario donde la credibilidad de Estados Unidos como mediador ha sido cuestionada por sectores árabes.

Uno de los aportes más significativos que podría ofrecer China en Gaza es su capacidad para liderar proyectos de reconstrucción a gran escala. Con una vasta experiencia en la construcción de infraestructura en zonas devastadas, y con compañías estatales especializadas en obras civiles, China está bien equipada para abordar los desafíos que enfrenta Gaza: reconstrucción de hospitales, escuelas, redes eléctricas, plantas de tratamiento de agua y viviendas.

Este tipo de participación no solo tiene un componente humanitario, sino también estratégico. China podría utilizar la reconstrucción como una plataforma para ampliar su presencia económica y diplomática en el Mediterráneo oriental. La participación en Gaza permitiría a Beijing reforzar su influencia en Palestina, mantener relaciones estables con Israel y afianzar lazos con países árabes que demandan una solución justa al conflicto palestino.

China, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha sido crítica con las acciones militares israelíes que afectan a la población civil y ha pedido repetidamente un alto el fuego inmediato. En diferentes sesiones del Consejo, ha abogado por una respuesta internacional coordinada para permitir el acceso humanitario, proteger a los civiles y establecer un proceso político realista hacia una solución duradera.

Este papel diplomático, aunque discreto en comparación con la tradicional intervención estadounidense, le da a China margen para liderar, junto con otros actores internacionales, una coalición que financie y supervise la reconstrucción de Gaza. Una iniciativa multilateral liderada por China podría atraer el apoyo de naciones del Sur Global, con las que China mantiene relaciones estrechas, y restablecer cierto equilibrio en la narrativa internacional sobre el conflicto.

Sin embargo, el camino para que China desempeñe un papel protagónico en Gaza no está libre de obstáculos. En primer lugar, el conflicto aún no ha terminado y las condiciones de seguridad en la Franja son extremadamente volátiles. Una intervención efectiva requeriría garantías de estabilidad, posiblemente bajo el paraguas de una misión internacional.

En segundo lugar, China deberá actuar con cautela para no antagonizar a Israel, con quien mantiene importantes vínculos tecnológicos y comerciales. Una postura demasiado favorable a los palestinos podría deteriorar esas relaciones. Beijing deberá seguir caminando sobre una línea diplomática muy delgada.

Además, China no tiene experiencia directa en operaciones de mantenimiento de paz en zonas tan sensibles y cargadas simbólicamente como Gaza. Su participación podría generar sospechas entre los actores locales, incluidos grupos como Hamás, que podrían percibirla como una intervención externa interesada.

La posible implicación de China en la pacificación y reconstrucción de Gaza tendría implicaciones que van más allá del terreno. Sería una demostración del surgimiento de un nuevo orden multipolar, donde potencias no occidentales asumen responsabilidades en la gestión de conflictos internacionales. También enviaría un mensaje a Washington sobre la pérdida gradual de su monopolio como árbitro en Medio Oriente.

Al mismo tiempo, permitiría a Beijing reforzar su imagen de “constructor de paz” en contraste con la imagen de Estados Unidos como potencia militar intervencionista. Esta narrativa se alinea con los esfuerzos del presidente Xi Jinping por proyectar a China como un líder global responsable y comprometido con el desarrollo pacífico.

La participación de China en la pacificación y reconstrucción de Gaza no es una certeza, pero sí una posibilidad real y cada vez más plausible en el contexto geopolítico actual. Con recursos financieros, voluntad diplomática y experiencia técnica, Beijing tiene herramientas para desempeñar un papel significativo. Si logra navegar los desafíos políticos y de seguridad, podría convertirse en un actor clave no solo en Gaza, sino en la redefinición del equilibrio de poder en Medio Oriente.

La cuestión de fondo será si esta participación responde únicamente a intereses estratégicos o si podrá también contribuir a una paz duradera y justa para el pueblo palestino. Sea cual sea la respuesta, está claro que el rol de China en Gaza será observado con atención por el mundo entero.

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