Washington.- El “Rocket man”, el célebre nombre que le dio Trump a Kim Jong-un vuelve a poner sobre la mesa la razón de la prueba que Pyongyang llevó a cabo el pasado sábado. Sin haberse dado a conocer mayores detalles, de momento se sabe que tuvo lugar en el noroeste del país en la base de lanzamientos de Sohae.
Mientras tanto, el embajador norcoreano ante Naciones Unidas aseguraba el mismo día de la prueba que la desnuclearización está fuera de la mesa. Mientras, afirmaba que había sido un truco que ayudaba a una agenda política.
Todo lo relacionado con Corea del Norte está estratégicamente planificado. El lanzamiento del misil se hace paralelamente a la publicación de un comunicado en el que afirman que ellos no seguirán avanzando en las negociones que incluyan la desnuclearización.
Lo cierto es que “la desnuclearización total y comprobada”, que ha sido el punto de partida de la negociación por parte de Washington nunca ha estado considerada seriamente por los norcoreanos. Sería como entregar la mayor inversión, el mejor poderío que tienen y ponerse -por decisión propia- en una de extrema vulnerabilidad que no le traería ningún beneficio a la cúpula política, y ellos lo saben bien.
La escalada en los “pasos provocadores”, tal y como los denominó Stephen Biegun -el encargado especial de los Estados Unidos para Corea del Norte-, son la prueba que Kim Jon-un necesita que se hable de él, que se retome la importancia del riesgo que representa Pyongyang para el mundo. La situación entre ambas naciones ha estado estancada después de que Trump se retirara de Vietnam el pasado mes de febrero.
Kim Jon-un está activamente apostando por el juego de presión a Washington con la prueba de misiles. Es a lo que él sabe jugar bien, y hay que admitir, además, que le ha salido bastante bien con Trump, pues ha conseguido levantamiento de la presión extrema que hubo el primer año de gobierno de Trump.
Tal y como ha afirmado Sue Mi Terri -especialista en Corea- “lo único que se ha conseguido durante la legislatura de Trump es agregar romance a la relación entre Washington y Pyongyang”. Objetivamente no se sabía qué se podía conseguir con ofrecerle al líder norcoreano la oportunidad de actuar como un líder internacional, y se le dio, y más de una vez, pesar de ser un tirano. Y en cada oportunidad se ha podido comprobar que no se avanza nada, porque él no está dispuesto a comprometerse y perder su poder misilístico y nuclear.
Victor Cha afirmaba en un evento sobre Asia en CSIS -uno de los think tanks más prestigiosos de Washington- que a él no le sorprendería que la Administración Trump llegara a algún tipo de acuerdo con Corea del Norte antes del fin de año. A un acuerdo no significativo o bueno en realidad, pero lo haría para poder decir que ha conseguido un acuerdo. Y además desviaría el foco de atención doméstico que es “su impeachment” o juicio político, que tiene acaparada la atención mediática.
Cha insiste en que a él le preocupa que se esté considerando el tema de Corea del Norte dentro de la agenda electoral presidencial del 2020. Afirma “históricamente ha sido un tema importante pero no que afectaba las elecciones internas de los Estados Unidos. Pero en realidad, lo que ocurre con esta Administración es que la única política exterior de la que se han ocupado, y el presidente personalmente, ha sido Corea del Norte”.
En los puntos de discusión entre Washington y Pyongyang tampoco se han tocado los Derechos Humanos en Corea del Norte, a pesar de que ha sido un punto clave en las conversaciones históricas. Pero Trump ha preferido dejarlo fuera por el grado de sensibilidad que tiene para con el régimen de Kim.
Hubo muchas expectativas y esperanzas de que Trump, con su irreverencia y particulares formas pudiera conseguir lo que no había conseguido ninguna otra presidente estadounidense. En un intento por mantener el positivismo se centró la atención en el aspecto negociador de Trump como efectivo, en parte debido al alarde que él mismo ha hecho de buen negociador. Sin embargo, el fracaso es lo único que hemos podido comprobar hasta ahora. Más misiles, incluido uno intercontinental balístico de largo alcance que podría impactar territorio estadounidense.