El bloqueo casi completo de la ruta del Mar Rojo y el Canal de Suez hacia Occidente va a complicar las economías de todo el mundo con el aumento de costes, además de la sensación de que los enemigos del actual orden mundial están ganando batallas en parte por incomparecencia del adversario.
Los protagonistas de ese bloqueo son los integrantes de las unidades militares que los chiitas hutíes han puesto en pié hace años en Yemen para hacer frente a los gobiernos islámicos pero sunnitas, y por lo tanto más cercanos a Arabia Saudí, del país. Pero nos engañaríamos si simplificáramos el asunto como un conflicto religioso. La discusión sobre los dogmas del Islam son los catalizadores de un conflicto geoestratégico regional con repercusiones planetarias.
Los hutíes, como Hizbulah en Líbano, son extensiones de Irán en Yemen, país que domina la entrada oriental del Mar Rojo y en cuyo territorio estuvo la base británica de Adén que protegía la zona. Ahora, los aliados occidentales operan desde la isla de Diego García y con fuerzas aeronavales que, de momento, no impiden las acciones de lanzamiento de misiles y drones desde territorio yemení contra los barcos que tratan de cruzar hacia el Canal de Suez. Sin olvidar que el largo brazo del islamismo, tanto chiita como sunní, desestabiliza desde Somalia el sur de esa región.
Los hutíes, que no han logrado vencer en Yemen pero dominan zonas estratégicas de la costa, exhiben la coartada de la situación en Gaza pero responden más bien a las necesidades iraníes con crecientes dificultades internas, económicas y sociales, y a dificultades en su influencia sobre Siria, que consideran estratégico.
Pero el aumento de presión de Irán puede tener consecuencias no deseadas para Teherán y algunos de sus aliados. China, que es un socio financiero de Irán, tiene gran interés en lo que denominan la Ruta de la Seda marítima y para ello necesitan el Mar Rojo abierto y no tener que llegar a los mercados occidentales dando la vuelta a África. Pero, a la vez, China necesita no presionar mucho a Irán por su dependencia del petróleo iraní y del gas de Qatar, país que, a su vez, tiene un plan propio para Yemen y está en negociaciones con los hutíes.
En este marco, es sorprendente, o tal vez no, que España esté aceptando a regañadientes y poniéndose de perfil, en la coalición aeronaval de EEUU, Europa y aliados para mantener abierto el Mar Rojo.