El pasado mes de noviembre China anunció, de manera oficial, que había conseguido erradicar la pobreza extrema en todo su territorio, una meta inimaginable hace unas décadas. Tras la guerra civil, Mao Zedong se encontró con un país completamente agrícola, con racionamientos y con una tasa de alfabetización de apenas el 20%. El Gran Salto Adelante y La Revolución Cultural no hicieron más que mermar la economía y la población de China.
En 1978 llegó Deng Xiaoping, se encontró con una China que nada tenía que ver con hegemónica China de los siglos pasados. Su PIB era casi 10 veces inferior al de su vecino Japón, el PIB per cápita era 56 veces inferior, y estaba a años luz de la Unión Europea. La agricultura estaba colectivizada, la producción de grano, arroz o algodón controladas, más del 70% de las empresas eran estatales y la gran mayoría de su población estaba en condiciones de pobreza y era analfabeta.
La china hegemónica que una vez fue potencia mundial durante siglos no podía permitirse una situación así, China debía recuperar el liderazgo mundial perdido en la primera mitad del S-XIX, por lo que su dirigente, Deng Xiaoping, propuso reformar la economía planificada de Mao y transformarla en una economía socialista de mercado. La liberalización económica, la descolectivización de la agricultura eliminando las comunas agrícolas, la creación de Zonas Económicas Especiales, la inversión privada o las exportaciones fueron el motor de la economía. Estas reformas han llevado al gigante asiático a crecer a ritmos del 10% durante las últimas décadas y, a formar parte de la Organización Mundial de Comercio (OMC) el 11 diciembre de 2001.
El PIB chino se ha multiplicado exponencialmente desde los 149.000 millones de dólares en el año 1978 hasta los casi 13 Billones en el año 2018; su PIB per cápita ha pasado de 150 dólares en 1978 a casi 10.000 USD en 2018 y su peso en la economía mundial ha pasado del 2% en 1990 a casi el 20% a día de hoy; y además, el PCCh ha logrado sacar de la pobreza a casi 800 millones de personas. Unas reformas que han dado un desarrollo sin igual, pero que provocaron inflación y desigualdad, lo que llevó la Masacre de Tiananmén en el año 1989.
China ha conseguido erradicar la pobreza extrema, es decir, todos sus habitantes tienen unos ingresos que están por encima del umbral establecido por la ONU: 1,90 usd/día. Obviamente, un dato muy positivo y esperanzador para el mundo entero, pero en China aún existe la pobreza y la desigualdad. A pesar de ser la segunda economía del planeta, la calidad de vida está a la altura de países mucho menos desarrollados como Mexico, Bulgaria o incluso el Líbano, y muy lejos de países como Luxemburgo, Suiza o Noruega.
El índice de Desarrollo Humano (IDH) mide el desarrollo económico del país, la salud, la educación y los ingresos. China se encuentra en el puesto 85 de 189 países, lejos de países como Noruega (1º), Irlanda (2º) o su región Autónoma, Hong-Kong (4º).
A pesar de haber erradicado la pobreza extrema, la desigualdad medida por índice de GINI se encuentra en 0,46 puntos, una reducción de tres centésimas en la última década, es decir, el 10% de los más ricos en China posee el 30% de la riqueza del país y el 1% de los más ricos del país poseen el 14% de toda la riqueza nacional.
Si consideramos el siguiente nivel establecido por UNPD con el umbral de pobreza en 3,2 usd/día, en el año 2019 habría un 5,2% de la población en este umbral, es decir, casi 750 millones de personas viven en China con menos de 3,2 dólares al día. Si vamos más allá y establecemos el valor en 5,5 usd/día casi el 30% de la población es pobre en China.
Es cierto que esta liberalización económica promovida por las reformas de Deng han dado a China el impulso que necesitaba para ocupar su lugar en el mundo, no solo económico, sino también tecnológico y comercial con el 5G o la Ruta de la Seda, pero a pesar de estos avances, el desarrollo social acorde a su desarrollo económico es una tarea pendiente para el Partido Comunista. Hasta ahora, más de 700 millones de chinos han salido de la pobreza extrema y su clase media se espera que supere los 500 millones de personas en esta década.
China ha conseguido, 10 años antes de lo establecido, cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) elaborado por las Naciones Unidas, pero aún tiene pendientes los restantes 16 objetivos para el año 2030: Hambre cero, Educación de calidad, reducción de desigualdades etc.
Los esfuerzos de China han dado sus frutos y han conseguido eliminar la pobreza extrema en su territorio, pero la pobreza, el hambre o desigualdad aún existe en las regiones más pobres del país. Queda pendiente saber si las las inversiones en energía limpia, saneamiento de aguas, reducción de contaminación o la mejora de calidad de sus ciudadanos llegaran a tiempo para cumplir la Agenda 2030 establecida por la Organización de las Naciones Unidas.
Ángel Enríquez de Salamanca Ortiz es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo CEU de Madrid
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@angelenriquezs