Aunque hay debate sobre el panorama internacional y la escena geopolítica que nos espera en la post pandemia, la mayoría de los analistas comienzan a coincidir que hay algunos fenómenos (que estaban ya en desarrollo lento antes de la crisis sanitaria) que van a profundizarse, y entre ellos dos que pueden tener una trascendencia notable: la pérdida de liderazgo de Estados Unidos, la continuidad de la ausencia de Europa en el panorama internacional y el retroceso del multilateralismo.
A esto hay que asumir el enorme esfuerzo que está haciendo China por erigirse en líder de la crisis (sin tanto éxito como le gustaría) y la desaparición de una Rusia que tanto había fortalecido su papel en la situación internacional precoronvirus.
China, efectivamente, está encontrando resistencia, aunque no excesiva, en la UE y en Estados Unidos a su narrativa favorable de la gestión de la crisis, aunque eso no le impide insistir y estrechas lazos con regímenes autoritarios y totalitarios, enemigos tradicionales de las sociedades abiertas y las instituciones democráticas, como Cuba y Venezuela, operaciones en las aparece como coincidente con Irán, un país que, a la vez, está demostrando una incapacidad importante para gestionar su propia crisis sanitaria interior.
Pero va a ser en el sureste asiático donde China va a invertís más esfuerzos para recuperar influencias que había ido perdiendo ante el retroceso relativo de Estados Unidos y la Unión Europea. Es en esa región, considerada por Pekín como un su área de necesaria influencia, donde la ausencia de liderazgo occidental, diplomático, político y económico se ha a hacer más notoria.