La situación de competencia estructural entre la potencia vieja y la nueva pone a los Estados miembros de la UE en una posición difícil. Nos estamos viendo obligados a tomar decisiones incómodas, con la petición de Trump de vetar a Huawei como punta de lanza. Nos pusimos de acuerdo el pasado febrero cuando Comisión publicó el famoso documento UE-China: Una Perspectiva Estratégica, en el que se definía a China como “un competidor económico que persigue el liderazgo tecnológico” y “un rival sistémico”. Hasta Grecia y Hungría, que tienen relaciones más estrechas con Pekín, dieron luz verde a este cambio de narrativa.
Pero no es ningún secreto que, mientras con Estados Unidos nos une una alianza estratégica y dependencia en materia de defensa, con China hemos ido estrechando vínculos económicos y financieros hasta el punto de ser también dependientes de Pekín. Ahora bien, pese a las declaraciones de intenciones conjuntas desde Bruselas, el papel de cada Estado es diferente. Las inversiones en sectores estratégicos, los foros subregionales como el 17+1, la relación comercial asimétrica… son instrumentalizadas por China de manera bilateral. Muchas veces dejando a las capitales europeas en una posición muy susceptible al vasallaje, lo que se traduce, inevitablemente, en la dificultad de llegar a posiciones comunes. El bloqueo de Grecia a una declaración conjunta de la UE condenatoria a China en el Consejo de Derechos Humanos en 2017 es de los ejemplos más famosos en este sentido.
Mientras tanto, analistas y académicos llevan tiempo analizando esta situación desde diferentes puntos de Europa. En 2014, el Real Instituto Elcano e Ifri, con idea de aunar ideas e investigaciones, crearon el European Think-tank Network on China (ETNC). Una red que cuenta con expertos en la materia de una gran selección de centros de investigación europeos.
El último de sus informes, Europe in the Face of US-China Rivalry, editado por los analistas de Elcano Miguel Otero-Iglesias y Mario Esteban, se analiza caso por caso un total de 18 Estados miembros. Como la petición del veto a las redes 5G de Huawei ha puesto de manifiesto, los diferentes Estados miembros -soberanos, no nos olvidemos-, han calibrado sus opciones, en general, por separado. Cada uno haciendo balance entre sus relaciones con Washington, sus relaciones con Pekín, y la defensa de sus propios intereses. Es por esto que conocer de cerca las relaciones que tienen los diferentes miembros con ambas potencias es crucial para entender la situación y poder buscar posiciones comunes. Así, el informe analiza las situaciones concretas desde Grecia a Finlandia, pasado por Eslovaquia o el ya exmiembro Reino Unido.
Concluye que pese a las diferencias, hay un punto común claro entre los Estados miembros: Todos consideran a EEUU como su aliado preferente y dependen de su protección militar, pero quieren sacar el mayor provecho posible a los beneficios económicos que hacer negocios con China supone. Ahora bien, también concluye que el unilateralismo norteamericano y la asertividad china nos hacen tener que repensar nuestra autonomía estratégica. Y es aquí donde hay discrepancias. En general hay consenso respecto al término, pero no tanto acerca de su contenido. En este sentido entran en juego varios factores -diferencias económicas entre miembros, gobiernos populistas contrarios a Bruselas…-, pero entre ellos hay uno crucial, las diferencias en las relaciones con Washington y Pekín. Y este informe de ETCN arroja mucha luz sobre el tema.