Home Asia INTERREGNUM: De Pakistán a Indonesia. Fernando Delage

INTERREGNUM: De Pakistán a Indonesia. Fernando Delage

por: 4ASIA
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El proceso de regresión democrática global continúa su curso. Según indica el último Democracy Index del Economist Intelligence Unit, publicado hace sólo unos días, menos del ocho por cien de la población mundial vive en democracias liberales completas, mientras que el porcentaje de quienes están sujetos a un gobierno autoritario ha aumentado del 46 por cien de hace una década al 72 por cien en 2023. El continente asiático no es naturalmente ajeno a estas circunstancias, como ha podido observarse en los dos comicios más recientes, los celebrados el 8 de febrero en Pakistán y el 14 de febrero en Indonesia. Sin pretender establecer ninguna similitud entre ambos procesos electorales (las diferencias culturales y políticas de las dos naciones son evidentes), reflejan, no obstante, una trayectoria poco esperanzadora para el futuro del pluralismo en la región.

Las elecciones de Pakistán fueron probablemente las menos limpias desde los años ochenta. Con el exprimer ministro Imran Khan (el político más popular del país) en prisión por maniobras de las fuerzas armadas, ningún partido político obtuvo la mayoría. Aunque los candidatos independientes vinculados a Khan lograron el 35 por cien de los escaños, un resultado notable y representativo del hartazgo popular con los generales, resultó insuficiente para gobernar. Una vez más fueron las dos tradicionales dinastías, los Sharif y los Bhutto, las que pactaron una coalición de gobierno.

El nuevo primer ministro, Shehbaz Sharif, prometió “salvar al país de la inestabilidad política”, un compromiso de nula credibilidad en un contexto marcado por una gravísima crisis financiera, una escalada terrorista y un complicado entorno regional. Sin perspectivas de cambio a la vista, Pakistán sigue avanzando en su inexorable declive. Además del aumento de la violencia, el panorama económico es desolador: hace 20 años, la economía de Pakistán era cerca del 20 por cien de la de India; hoy es apenas el nueve por cien de la su vecino.

Sin llegar al nivel de Pakistán, también en Indonesia mantiene el ejército una significativa influencia. El nuevo presidente, Prabowo Subianto, fue general y ministro de Defensa (además de yerno de Suharto, líder del archipiélago desde el golpe de Estado de 1965 hasta 1999). Su controvertido pasado y las reiteradas acusaciones de violación de derechos humanos en distintas etapas de su vida política no han impedido su elección con el 60 por cien de los votos. A pesar de diversos episodios de intimidación por parte de las autoridades durante la campaña, el proceso fue limpio en sí mismo; cuestión distinta es el gradual retroceso democrático que puede observarse en el país que parecía una excepción entre sus vecinos del sureste asiático.

Si la intolerancia hacia las minorías no musulmanas se incrementó en los últimos años, las elecciones han hecho evidente los esfuerzos del presidente saliente, Joko Widodo (Jokowi), por mantener su influencia. Prabowo fue el candidato derrotado por Jokowi en 2014 y en 2019, que este último neutralizó como oponente al ofrecerle la cartera de Defensa. Su victoria en las recientes elecciones es resultado en parte del apoyo no oficial que le ha ofrecido Jokowi, quien no podía presentarse a un tercer mandato pero cuya popularidad sigue siendo enorme. A cambio, Prabowo eligió al hijo de Jokowi como candidato a la vicepresidencia y se comprometió a mantener su misma estrategia de industrialización y atracción de inversión extranjera, orientada a  reducir la dependencia estructural de la economía indonesia de la exportación de materias primas. Lo más probable, sin embargo, es que una vez que tome posesión en octubre, Prabowo gobierne libre de toda atadura.

Como cuarta nación más poblada del planeta, la evolución de la democracia indonesia no es un asunto menor. Su posición estratégica entre el Índico y el Pacífico, su papel como actor central de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), y el crecimiento de su economía (que la situará entre las cinco primeras del planeta a mediados de siglo) le darán una proyección de la que ha carecido desde su independencia.

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