En las últimas semanas se ha visto cómo un presidente norteamericano ha dado la vuelta a 80 años de política exterior de su país, abandonando las reglas e instituciones que cimentaron el orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial, incluyendo la relación transatlántica. Con independencia del terremoto geopolítico que ha provocado (de manera especial para la seguridad europea), Trump no ha hecho sino precipitar el hundimiento de una arquitectura que hacía aguas desde al menos la crisis financiera global. El desplazamiento del centro de gravedad económico y estratégico del planeta hacia Asia que se aceleró desde entonces, y la consiguiente redistribución de poder que ocasionó, es una variable de la que no se puede prescindir para entender los hechos de estos días.
Ya antes de la fractura entre los aliados, el sistema internacional se encaminaba hacia una estructura multipolar en la que Occidente, quiera o no, verá reducido su peso relativo. Esto lo sabe Trump, como lo sabe Putin, y explica las actitudes de ambos. Los europeos, aun sabiéndolo también, hemos preferido mirar para otro lado. Estados Unidos juega en un doble frente geográfico (Atlántico y Pacífico), mientras que el Viejo Continente sólo ahora está descubriendo que no puede ignorar el escenario asiático cuando Rusia y China se apoyan mutuamente. No puede haber una estrategia eficaz hacia una sin tener en cuenta a la otra.
Tampoco puede interpretarse correctamente el desafío que representa China sin situarlo en el contexto de todo un continente en ascenso: el más poblado, el de más rápido crecimiento económico y desarrollo tecnológico, y el que concentra mayores capacidades militares, así como algunos de los conflictos potencialmente más graves por sus ramificaciones. Después de todo, Asia es la única región en la que se entrecruzan los intereses de todas las grandes potencias. De ahí que, tan importante como conocer las causas de su transformación económica, es tener también las claves sobre la etapa de incertidumbre y de riesgos que atraviesa en la actualidad.
De todo ello se ocupa un libro de reciente publicación que ofrece una extraordinaria aproximación a esta parte del mundo. En Indopacífico: eje de la geopolítica global (Catarata, 2025), uno de los diplomáticos españoles con mejor y más profundo conocimiento de Asia, Juan Manuel López Nadal, comienza por acercarnos a los antecedentes geográficos e históricos de esta nueva denominación de la región (que sustituye a la anterior de “Asia-Pacífico”, utilizada desde los años ochenta). En una exhaustiva radiografía de este enorme espacio, López Nadal analiza uno por uno los distintos actores en juego, las líneas maestras de su respectiva política exterior y de seguridad, y la interacción entre ellos. La evolución de la arquitectura de seguridad regional, de la red de alianzas bilaterales de Estados Unidos establecidas a principios de la década de los cincuenta a las nuevas fórmulas minilaterales (QUAD, AUKUS, SQUAD, etc.), tampoco escapa a la pluma del autor, que presta igualmente atención a los conflictos de las distintas subregiones asiáticas (de Taiwán a la península coreana, de las disputas marítimas a la guerra civil birmana, entre otros).
El enfoque integral del libro incorpora asimismo unos detallados capítulos sobre la relación del Indo-Pacífico con Europa y la OTAN, con Eurasia, y con el Sur Global; y sobre las interconexiones económicas, tecnológicas y políticas de la región en un contexto de múltiples interdependencias globales.
El resultado es una valiosa aportación en español, un idioma minoritario entre los expertos en Asia, de interés para el público general y, a la vez, un completo manual de referencia para estudiantes y analistas. Elegantemente escrito, y con una cuidada edición que incluye prácticos mapas, debe formar parte de la biblioteca de todos aquellos con curiosidad por el continente situado hoy en el centro de la dinámica internacional.