INTERREGNUM: Movimientos interregionales. Fernando Delage

Con motivo de la celebración en Kuala Lumpur, el 27 de mayo, de la segunda cumbre de los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) y los seis Estados árabes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, invitó al presidente chino, Xi Jinping, a sumarse al encuentro. Aunque este último delegó su asistencia en el primer ministro Li Qiang, el resultado ha sido la constitución de una plataforma diplomática cuyas implicaciones pueden resultar inciertas a largo plazo, pero revela el interés por crear alternativas frente a la gradual desintegración del orden internacional creado tras la segunda postguerra mundial.

Si sus pilares institucionales se apoyan en tres marcos bilaterales preexistentes (China–ASEAN, China–CCG y ASEAN–CCG), la nueva fórmula trilateral es expresión de la voluntad de ir más allá sobre la base de unas coincidentes motivaciones económicas y estratégicas. Desde la primera de dichas perspectivas, la combinación del capital de las monarquías del Golfo Pérsico, el crecimiento del sureste asiático, y las capacidades industriales y tecnológicas chinas apunta, en efecto, al potencial de un bloque con un relevante impacto global.

Las economías que suman las tres partes (con una población de 2.150 millones de habitantes) equivalen al 25 por cien del PIB global. A través de su acercamiento tratan de maximizar las oportunidades de comercio e inversión, especialmente en áreas como energías renovables, economía digital, mercados financieros, servicios e infraestructuras. Su desarrollo dependerá, no obstante, de la capacidad de cada actor para superar los—no menores—obstáculos estructurales y regulatorios. La urgencia más inmediata es, con todo, la de diversificar sus mercados de exportación como respuesta a las amenazas arancelarias de la administración Trump, y prevenir el acceso a tecnologías que también puede restringir Estados Unidos.

Por esa razón, el foro trilateral es asimismo un instrumento para ampliar una coalición a favor de un orden multilateral estable bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La coordinación interna de un grupo del que forman parte dos notables bloques subregionales y la segunda economía del planeta, proporciona un cierto grado de equilibrio como reacción al unilateralismo e incertidumbre de la actual política norteamericana.

En otras palabras, las acciones del presidente Trump han facilitado un espacio aún mayor para el realineamiento de las naciones del Sur Global. A la ASEAN, la estructura trilateral le permite ampliar sus vínculos económicos con Oriente Próximo, elevar a un nuevo nivel el acuerdo de libre comercio que mantiene con China, y resolver el dilema de cómo asegurar su relevancia estratégica en un mundo multipolar. El CCG avanza, por su parte, en su voluntad de ampliar sus opciones diplomáticas, fortaleciendo su presencia en Asia—donde se encuentran las economías de más rápido crecimiento y los principales demandantes de sus recursos energéticos—mientras reduce a la vez su dependencia de Occidente.

No es necesario subrayar, por lo demás, cómo la iniciativa se alinea con la política china orientada a promover su papel como líder del Sur Global. Así lo refleja, por ejemplo, el hecho de que países de la ASEAN y del CCG continúan acercándose a los BRICS y a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Indonesia es miembro del primer grupo desde enero; Malasia, Vietnam y Tailandia son socios; y Laos y Myanmar han expresado su interés por incorporarse. Emiratos Árabes Unidos es también miembro desde 2024, y Arabia Saudí, aunque invitada, no ha formalizado aún su adhesión. Por otra parte, cinco miembros del CCG (todos salvo Omán) y dos de la ASEAN (Camboya y Myanmar) tienen estatus de socios de la OCS.

Las dudas permanecen sobre la consolidación de este formato trilateral. Aunque su evolución a largo plazo dependerá de la agenda de las partes, Occidente no debería dejar de prestar atención—y actuar antes de que sea demasiado tarde—a este nuevo triángulo estratégico formado por el sureste asiático, Oriente Próximo y China, y que constituye otro revelador indicio de su creciente pérdida de influencia.

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