Suele decirse que todos los Estados tienen fuerzas armadas, salvo Pakistán, donde es el ejército quien tiene un Estado. La vuelta, hace unos años, a la normalidad electoral e institucional no ha quebrado del todo este axioma. Los militares continúan al mando de la estrategia exterior: controlan el arsenal nuclear, mantienen viva la hostilidad hacia India, y—cuestión inseparable de la anterior—obstaculizan una solución en Afganistán.
“Nada cambiará al menos que lleguemos a un pacto con Pakistán—o paremos a Pakistán”. “Pakistán sabe lo que quiere. Nosotros no. No tenemos ni una estrategia hacia Pakistán, ni una estrategia de reconciliación [de los afganos]. Sólo tenemos palabras y burocracia”]. La primera frase, es del presidente Karzai; la segunda, de la secretaria de Estado Hillary Clinton. Estas dos esclarecedoras reflexiones resumen, en su brevedad, qué ha fallado en Afganistán. Pero el lector encontrará una explicación más extensa y detallada en el libro que los cita: “Directorate S: The C.I.A. and America’s Secret Wars in Afghanistan and Pakistan” (Penguin Press, 2018). Su autor, Steve Coll, escritor del New Yorker, decano de la escuela de periodismo de la universidad de Columbia, y ganador del Pulitzer por otro trabajo anterior sobre el origen de Al Qaeda y el 11-S (“Ghost Wars”, 2004), ha dedicado 10 años y centenares de entrevistas para contar una historia que, más allá de un conflicto concreto, describe importantes claves de la actual inestabilidad internacional.
Afganistán ha demostrado, entre otras cosas, los límites del poder de Estados Unidos. Es una historia del desinterés de Washington por el desarrollo económico y la seguridad interna de Afganistán tras la derrota de los talibán: la atención y los recursos se concentraron en Irak, con los resultados bien conocidos. Es una historia de cómo la CIA, el Pentágono y la OTAN, y sus alianzas con los señores de la guerra en el país, están en el origen de buena parte de la corrupción afgana (así lo reconoce en el libro el exsecretario de Defensa Robert Gates). Es una historia de rivalidad entre distintas agencias de la administración norteamericana, cada una de las cuales ha perseguido su propia agenda, con la tolerancia de la Casa Blanca y la marginación del departamento de Estado, aun sabiéndose que no podía haber solución militar a un conflicto político.
Pero Afganistán es, sobre todo, la historia de un fracaso estratégico derivado de la misteriosa incapacidad de Estados Unidos para detener la interferencia de la inteligencia militar paquistaní, Inter-Services Intelligence (ISI). ¿Por qué dos administraciones dirigidas por presidentes de distintos partidos permitieron el apoyo de ISI a los talibán aunque de manera directa atentaban contra los intereses de Estados Unidos? Las maniobras de la agencia, en particular a través de su división de operaciones especiales (la Dirección S que da título al libro), quedan expuestas de manera tanto magistral como inquietante.
Coll retrata con especial perspicacia a decenas de personajes cruciales en el conflicto—líderes políticos, diplomáticos y militares—e identifica los elementos esenciales para entender la tortuosa relación entre Estados Unidos y Pakistán. Es también un demoledor análisis de la autoconfianza que produce contar con el mayor poder militar del planeta, y de la inercia burocrática. Trump quiere aumentar el primero y corregir la segunda; pero también pretende diezmar del todo los recursos diplomáticos. Este libro, sobre la guerra en que más tiempo ha estado involucrado Estados Unidos en toda su historia, explica como pocos lo erróneo de su planteamiento.