Mucho más tarde que otras democracias, Corea del Sur aprobó a finales de diciembre su estrategia hacia el “Indo-Pacífico”, término con el que se define un orden asiático libre y abierto, opuesto a la estructura sinocéntrica que Pekín aspira a crear. Tras los titubeos de gobiernos anteriores, Seúl ha optado por reforzar su papel en la región, a la vez que presenta su estrategia como pilar de una proyección global más ambiciosa. Su adopción no implica, sin embargo, que sus dilemas estratégicos hayan desaparecido.
Como la mayoría de las naciones asiáticas, Corea del Sur se ha visto atrapada en la rivalidad entre Estados Unidos y China; entre el principal garante de su seguridad y su primer socio comercial. Sucesivas administraciones han mantenido a lo largo de los años una estrecha cooperación con Washington, pero sin sumarse a la política asiática de Estados Unidos dada la dependencia económica surcoreana de la República Popular. El temor a la reacción de esta última—que ya recurrió a instrumentos coercitivos en 2017 cuando se desplegaron misiles norteamericanos en su territorio—explica la resistencia de Seúl a emplear el concepto del Indo-Pacífico y a participar en el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (QUAD). Prefirió inclinarse por una posición de equilibrio entre ambas potencias, aunque ello provocara las críticas de Washington.
Esa lógica cambió con el gobierno conservador salido de las urnas en mayo del año pasado. Tras tomar posesión de su cargo, el presidente Yoon Suk-yeol denunció las acciones chinas y se comprometió a ampliar la alianza con Estados Unidos. No debe sorprender en consecuencia que la nueva estrategia, y su hincapié en “un orden internacional basado en valores universales”, emplee un lenguaje muy parecido al utilizado por la administración norteamericana. Pero además de compartirse ese discurso hay intereses concretos, tanto económicos como estratégicos, que han servido de motivación a este giro.
Uno de los elementos más destacables de la estrategia es, en primer lugar, la integración económica con sus vecinos. Según se indica en el documento aprobado, el Indo-Pacífico representa el 78 por cien de las exportaciones y el 67 por cien de las importaciones surcoreanas, y es el destino de hasta dos tercios de sus inversiones directas en el exterior. La región es igualmente clave para sus necesidades energéticas: el 64 por cien del petróleo y el 46 por cien del gas que compra Corea del Sur, lo recibe a través del mar de China Meridional. La preservación de la estabilidad regional es, por tanto, un segundo imperativo nacional.
En este último frente hay que añadir asimismo el agravamiento de las tensiones en la península. Como subraya la estrategia, Corea del Sur debe gestionar de manera simultánea los riesgos planteados por Corea del Norte y por una China más asertiva. En otras palabras, no puede afrontar la amenaza que representa Pyongyang para su seguridad y prosperidad al margen del contexto regional. De ahí la creciente necesidad de coordinar su política con el resto de las democracias, de la que fue ejemplo la declaración conjunta adoptada por el presidente surcoreano con su homólogo de Estados Unidos y el primer ministro de Japón en noviembre. La cuestión para Corea del Sur es cómo mantener al mismo tiempo la relación positiva que necesita tener con Pekín.
Una vez manifestadas sus aspiraciones de mayor protagonismo en el escenario estratégico asiático, el gobierno deberá concretarlas en forma de decisiones concretas y de recursos dedicados a tal fin. El 11 de enero, el presidente fue más lejos que ningún otro antecesor al sugerir, por primera vez, que, en el caso de que continúe agravándose la amenaza norcoreana, Seúl podría adquirir armamento nuclear. Sería una medida que parece apoyar la opinión pública: según un estudio del Carnegie Endowment, un 71 por cien de los surcoreanos estarían a favor de contar con un arsenal propio, y un 56 por cien apoyarían el despliegue de armamento nuclear norteamericano en su territorio. Estados Unidos y Japón, reaccionaron sin embargo a las declaraciones de Yoon, reiterando su compromiso con la completa desnuclearización de la península.