La campaña electoral en Taiwán para las elecciones del próximo 13 de enero está subiendo el nivel de tensión entre China y la isla con un régimen democrático. Mientras, en su discurso de fin de año, el líder chino, Xi Jinping, insistía en calificar a Taiwán como una provincia china separatista y que la “reintegración” (anexión) futura es inevitable, desde la isla se replicaba que las relaciones de Taiwán con Pekín serán las que quieran los taiwaneses “en la competencia de su soberanía”.
En la isla, como ya hemos explicado desde esta página, el electorado está dividido casi al 50 por ciento entre los que apoyan al viejo partido fundador del régimen taiwanés, que formalmente no aspira a la independencia oficial de la isla sino a un futuro democrático con una China continental donde los comunistas no dominen y el actual partido gobernante, que aspira a un futuro taiwanés sin mirar a Pekín y a construir unas relacion4s con la China continental a partir de la soberanía de cada parte. Esta última opción, que puede renovar su mandato tras el 13 de enero, pone muy nervioso al gobierno chino, su propaganda y su discurso falso sobre el origen del conflicto y los crímenes del gobierno autoritario que impuso la revolución china.
La tensión preelectoral está condicionando el cauto proceso de distensión iniciado entre China y Estados Unidos y que fue oficializado por el encuentro entre Xi y Biden en California.
En todo caso, ambos partidos taiwaneses necesitan la consolidación y profundización de ese proceso de distensión porque les proporciona un mayor margen de maniobra a sus respectivos planes estratégicos a medio y largo plazo. De ahí que algunas voces oficiales de Taiwán hayan sugerido la posibilidad de establecer conversaciones abiertas con Pekín para “instaurar un clima de coexistencia pacífica” que frene las cotidiana provocaciones militares chinas en el estrecho que los separa y que se ensanche la colaboración, que ya existe, entre ambos regímenes y empresas de ambos lados.
Estados Unidos también quiere bajar el nivel de tensión que preside la campaña electoral aunque sabe que bajará tras el proceso y quiere inducir a mejorar las relaciones chino taiwanesas aunque insista en su voluntad de defender militarmente la isla si China la ataca y en seguir el proceso de rearme regional de los aliados occidentales frente a los planes expansionistas chinos.
Este proceso, con sus contradicciones y sus riesgos, va a ser un elemento determinante en Asia Pacífico en este año que empieza y, a su vez, será una pieza esencial en el reordenamiento de la geoestrategia que se está dibujando junto a Ucrania, Gaza y los seísmos políticos africanos.