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Wang Yi visita Washington. Nieves C. Pérez Rodríguez

Wang Yi, el excanciller de relaciones exteriores de China y muy alto rango en las filas del Partido Comunista chino y quien ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido, visitó Washington la semana pasada para tener reuniones de alto nivel y se reunió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan.

Durante la visita, Wang se reunió también con el presidente Biden durante una hora en la Casa Blanca, encuentro que él definió como “una buena oportunidad para mantener vías abiertas de comunicación entre los dos rivales geopolíticos con profundas relaciones y diferencias políticas.”

Wang también afirmó frente a los medios que ambas naciones “tenemos nuestros desacuerdos, tenemos nuestras diferencias y al mismo tiempo también compartimos importantes intereses comunes y enfrentamos desafíos a los que debemos responder juntos.”

Las relaciones bilaterales han estado durante años en la sombra debido a diferentes razones, o bien por la llamada guerra comercial  o las indebidas prácticas comerciales chinas e incluso el espionaje. El mejor y más claro ejemplo fue él globo espía chino que sobrevoló los Estados Unidos durante una semana a principios de este año. El globo espía definitivamente marcó un antes y un después en las relaciones diplomáticas. Blinken tenía previsto visitar China desde principio de año pero debido a ese incidente su viaje fue pospuesto hasta que finalmente se llevó a cabo en junio, momento en el que  tuvo una reunión de unos 35 minutos con Xi Jinping.

Para los estadounidenses, China no solo es un competidor comercial sino un actor internacional de altísimo perfil que no sigue las reglas internacionales de convivencia, por lo que se ha convertido en un dolor de cabeza y un peligro inminente. China se aprovecha de esa visión y siempre intenta pedir más concesiones, levantamiento de sanciones, más visitas oficiales durante los encuentros, o cualquier otra demanda que considere oportuna y necesaria.

Durante su estancia en Washington, Wang también se reunió con Jake Sullivan. Previamente Sullivan y Wang se habían reunido en Austria el pasado mayo después de tres largos meses de confrontaciones, y se pensó que el encuentro podía abrir una nueva etapa de las relaciones, aunque no fue así.

Durante los momentos de mayor tensión en las relaciones diplomáticas bilaterales, el Pentágono intentó mantener los canales de comunicación abiertos en todo momento, aunque era difícil que se propiciara un encuentro con la contraparte china debido a que su ministro de defensa, Li Shangfu, fue sancionado por Washington unos años antes.

Curiosamente, Xi Jinping firmó la semana una orden ejecutiva que destituyó de su cargo al citado ministro de la defensa, Li Shangfu, del que se ha especulado mucho desde que desapareció de la vida pública hace unos dos meses. Beijing llevaba tiempo evadiendo encuentros entre el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y su homólogo chino basado en las sanciones que pesan sobre Li desde 2018.

La Casa Blanca informó que parte de las conversaciones con el alto diplomático se centraron en los preparativos del encuentro de APEC que, se llevará a cabo en California entre el 11 y el 17 de noviembre bajo el slogan “crear un futuro resiliente y sostenible para todos.”

La APEC es el foro económico regional de Cooperación Económica en el Asia-Pacifico constituido en 1989 y al que pertenecen veintiún países. De acuerdo con la página web del encuentro, la APEC es la principal plataforma para que Washington avance políticas económicas en la región, para promover el comercio libre y abierto y el crecimiento económico sostenible e inclusivo.

Algunas analistas interpretan la visita de Wang como un esfuerzo para pavimentar el camino para un posible encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden y lo más lógico sería que esa reunión suceda en torno al encuentro de la APEC donde ambos han confirmado su asistencia.

Xi no ha visitado los EE.UU desde el 2017 y un encuentro en ese marco no sería una visita de Estado porque Xi no sería recibido con honores y protocolos en la Casa Blanca, sería mucho más casual que se reúnan en California paralelamente a los eventos de la agenda de la cumbre, lo que es más cómodo para ambos bajo las actuales circunstancias.

Otro punto clave que se abordó fue el conflicto palestino-israelí y en este sentido Wang afirmó que en este momento hay que evitar una catástrofe humanitaria a mayor escala y que la salida impulsar solución de dos Estados, mientras pedía calma a los actores involucrados y que la solución pase por Naciones Unidas. Aseguró que China está dispuesta a trabajar para promover la paz. Blinken ratificó que el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región es en beneficio de todas las partes.

La situación internacional es cada vez más compleja y eso enreda la dinámica no solo de Washington sino de Beijing. China ahora misma se encuentra en una situación interna de incertidumbre y una crisis económica que no tiene fácil salida; necesita estabilidad internacional para exportar sus productos, continuar sus planes de expansión del BRI o la nueva Ruta de la Seda e intentar consolidarse internacionalmente. A mayor inestabilidad mayor dificultad para lograr sus objetivos y más dificultad para sobre salir la crisis.

Washington tiene también sus grandes problemas políticos, elecciones el próximo año y una clara crisis en los partidos. Además, está invirtiendo demasiado dinero en ayudar a Ucrania y ahora intentar ayudar en la crisis en la Franja de Gaza y en Israel.

Las dos naciones más poderosas deben sentarse y concienzudamente trabajar en pro de la inestabilidad mundial para garantizarse sus cuotas de influencias, pero también su supervivencia.

 

 

 

INTERREGNUM: Berlín-Pekín. Fernando Delage  

Después de la cumbre de mayo del G7 en Japón, el Consejo Europeo de finales de junio y la cumbre de la OTAN en Vilna pocos días después eran los dos encuentros multilaterales de las democracias occidentales en los que tratar, además de la evolución de la guerra de Ucrania y la situación interna rusa, los dilemas económicos y geopolíticos planteados por las acciones y el aumento de poder de China. Siguiendo el hilo del G7, el Consejo Europeo tomó nota de la propuesta de la Comisión para reducir la dependencia de la República Popular y dar forma a una estrategia de seguridad económica, pero las conclusiones buscaron una vez más un equilibrio entre las diferentes posiciones de los Estados miembros, sin apartarse tampoco del todo de la actitud preferida por Estados Unidos. El mismo patrón se repetiría en Lituania, como se mencionó en una columna anterior. Sólo tras esta sucesión de encuentros (de hecho, un día después de concluir la cumbre de la OTAN), anunció Alemania, mayor economía de la UE y principal socio europeo de China, la estrategia hacia el gigante asiático que se había comprometido a adoptar el gobierno de coalición tras su toma de posesión.

“China ha cambiado, y por tanto nuestra política hacia China debe cambiar”, indicó la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, al hacer pública la estrategia. Una China crecientemente autoritaria en el interior y agresiva en el exterior obligaba a asumir una nueva posición que sustituyera a la aproximación conciliadora mantenida durante los largos años en el poder de Angela Merkel. Pero las diferencias en el seno de la coalición de gobierno entre Baerbock, líder de los Verdes, y el canciller Olaf Sholtz, líder de los socialdemócratas, han retrasado el documento. Las referencias que se hacían en un borrador filtrado en noviembre a “violaciones masivas de derechos humanos” o a la posible exigencia de determinadas pruebas a las empresas sobre su grado de dependencia del mercado chino han desaparecido de la versión final, lo que no significa sin embargo que el texto no marque una nueva etapa en la política china de Berlín.

Pese a las diferencias internas de opinión, Alemania no quiere ver perjudicados sus intereses económicos (los intercambios comerciales bilaterales ascendieron a 300.000 millones de euros en 2022), lo que implica mitigar su potencial vulnerabilidad sin renunciar a las oportunidades que ofrece China. Sobre el primer aspecto, Berlín se encontró a principios de julio con el anuncio por parte de Pekín del control de la exportación de galio y germanio, materias primas indispensables para la fabricación de semiconductores. La estrategia hace hincapié en ese sentido en el imperativo de reducir la dependencia en recursos estratégicos (incluyendo tierras raras, productos médicos y farmacéuticos, baterías de litio para coches eléctricos, etc), a la vez que se supervisarán de manera más estricta las inversiones chinas en Alemania. En cuanto a la segunda dimensión, y aunque se aumentarán los incentivos para la diversificación hacia otros mercados asiáticos, serán las propias empresas las que deberán valorar los riesgos de su presencia en China, advirtiéndose que la administración no asumirá el coste financiero de sus decisiones en el caso de un escenario negativo.

Alemania ha querido lanzar el mensaje, dijo la ministra de Asuntos Exteriores, de que se acabó la ingenuidad en las relaciones con China, para construir una relación económica de cooperación “que sea más justa, sostenible y recíproca”. La estrategia apenas desarrolla, sin embargo, cómo se perseguirá su implementación. Permanece la duda, por otra parte, de si realmente contribuirá a la consolidación de una política unificada en el marco de la UE, como irónicamente se preguntaba el propio jefe de la diplomacia china, Wang Yi.