Taiwán y la OTAN. Nieves C. Pérez Rodríguez

La invasión de Ucrania definitivamente cambió la geopolítica internacional, trayendo de vuelta la importancia de la organización transatlántica y el acercamiento de los aliados occidentales y, con ello, la unificación en una sola voz del mundo democrático sobre los problemas internacionales, más allá de Europa.

La región del Indo-Pacífico es un buen ejemplo que en este nuevo escenario ha tomado gran relevancia debido a que parece que se ha comprendido el riego que tiene y por tanto la necesidad de protegerlo, con el amparo implícito del mantenimiento del actual estatus de Taiwán.

En este sentido, Gabriel Sheinmann, experto y director de la Alexander Hamilton Society,  explica, en un artículo de Foreing Policy del 24 de mayo, que “el desastroso desempeño militar del aliado más importante de Beijing en Ucrania es un gran revés geopolítico para China. Mientras que la exitosa defensa de Ucrania de su territorio con el apoyo de Occidente podría tener un efecto disuasorio significativo en los propios planes de China para reunificar a Taiwán por la fuerza”.

Como demuestra el derribo de misiles hipersónicos rusos por el sistema de defensa antimisiles “Patriot” de fabricación estadounidense, Washington también está aprendiendo lecciones valiosas del desempeño de Rusia y Ucrania en una guerra a gran escala, después de décadas en los que su ejército se centró casi por completo en misiones de contraterrorismo y contrainsurgencia, afirma Sheinmann.

Por tanto, la ayuda a Ucrania está empujando la modernizar las fuerzas armadas de Estados Unidos, reactivar la producción de defensa inactiva, desarrollar y acelerar procesos para construir y desplegar amas y estimular la mayor acumulación de defensa por parte de Estados Unidos y sus aliados en 40 años, y todo está sucediendo sin el uso de tropas americanas.

Por otra parte, Sheinmann también expone que el apoyo de Occidente a Ucrania ha propiciado que los aliados asiáticos asuman un mayor compromiso y aumenten significativamente sus propios presupuestos de defensa. Lo ha hecho Japón considerablemente, Corea del Sur anunció a principios de este año que aumentaría también su presupuesto y Taiwán lo ha venido haciéndolo desde el 2019 con un incremento del 80%.

En este nuevo escenario geopolítico, el concepto de la OTAN parece estar trascendiendo las fronteras de Europa junto con el deseo de crear nuevas organizaciones defensa para garantizar la seguridad en otras regiones del planeta.  De ahí que el Quad o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral haya tomado una importancia crítica para equilibrar el poder en la región del Indo-Pacifico, en que sus socios Australia, India, Japón y Estados Unidos buscan contrarrestar el poder de China en la región, aunque por sí solo no es suficiente.

En este sentido, la semana pasada, Lee Shih-chiang, jefe de planificación estratégica del Departamento de Defensa de Taipei, en una interpelación frente a los legisladores de la isla afirmó que Washington está ayudando a Taiwán a obtener el “Link 22” que es un sistema de radio digital seguro que las fuerzas militares utilizan para conectar datos tácticos y que es utilizado por la OTAN.

El sistema Link 22 permite comunicaciones más allá de la línea de visión que interconectan sistemas de datos tácticos aéreos, de superficie, subterráneos y terrestres, al mismo tiempo que facilita el intercambio de datos tácticos entre las unidades militares de las naciones participantes.

Las lecciones aprendidas en Ucrania están siendo usadas como analogía ante un posible escenario de invasión de Taiwán. Tal y como hemos dicho en esta misma columna anteriormente, Beijing ha observado con mucha atención la manera como Occidente ha reaccionado y apoyado con la guerra, mientras Washington ha estudiado cómo se comporta Beijing en todo momento. La información de ambas conductas puede darnos las claves del futuro cercano y los roles de ambos rivales.

Lee aseguró a los legisladores que el Link 22 es compatible con el sistema táctico taiwanés existente y podrán ser interoperables. Actualmente Taiwán cuenta con el Link 16 que es un sistema más obsoleto por lo que el Link 22 fortalecería las capacidades anti-interferencia y mejoraría la eficiencia del comando, al tiempo que proporciona transmisiones de comunicación más rápidas, de acuerdo con conocedores de la materia.

De acuerdo con los posibles escenarios que se han planteado, frente a una potencial invasión china a la isla, lo más probable es que Beijing bloquee los sistemas de comunicaciones taiwaneses en las primeras horas. China posee los sistemas de enlace de datos XS-3 y DTS-03 y estos ya son superiores a Link 16 y en la actual coyuntura la mejora de este sistema es clave para la defensa nacional de Taiwán así como para el futuro de la isla y la libertad de la navegación en el mar del sur de China.

Las instituciones de formación de la OTAN, como su Escuela de Defensa y la Escuela Oberammergau se han comprometido con actores de la región del Indo-Pacífico incluido Taipéi y aunque estas instituciones no son parte de la estructura de mando de la OTAN, en ellas se imparte la doctrina militar y es además donde reciben formación sus miembros. Por lo que Taiwán parece estar siendo más que instruido, parece que Occidente basado en el ejemplo de Ucrania prepara a Taiwán de la inminente invasión.

Si bien, Washington ha sido un gran padrino de Taipéi en la defensa de su estatus y sus valores democráticos, en los últimos años la posición estadounidense ha venido reforzándose y ha sido más tajante en la promoción de esta defensa.

Taiwán representa una intersección significativa entre la seguridad nacional, los intereses económicos y la enemistad histórica, lo que la convierte en la isla más importante del siglo XXI. Y aunque sean los estadounidenses quienes estén respaldando la trasferencia del Link 2, objetivamente es el sistema usado por la OTAN, lo que significa que el resto de los miembros de la organización están a favor y comprenden la necesidad de que está pequeña pero estratégica isla lo adquiera para su protección.

 

 

INTERREGNUM: Sorpresa en Tailandia. Fernando Delage

Aunque se esperaba que las elecciones legislativas del pasado 14 de mayo concentraran un importante voto de protesta contra el gobierno de Prayut Chan-o-cha, el exgeneral responsable del golpe de Estado de 2014, los resultados fueron sencillamente demoledores para los militares. Los dos partidos apoyados por estos últimos lograron 76 escaños, mientras que los grupos reformistas sumaron 315 diputados. La sorpresa no quedó ahí: pese a la expectativa de que Pheu Thai (el partido vinculado al exprimer ministro Thaksin Shinawatra, y ganador de todas las elecciones de las dos últimas décadas) sería el más votado, se vio superado por Avanzar, partido fundado hace sólo tres años y liderado por Pita Limjaroenrat, un joven empresario de 42 años, formado en Harvard y el MIT.

No sólo se ha pronunciado la sociedad tailandesa a favor de las reformas, sino que parece haberse superado el enfrentamiento mantenido durante veinte años entre el establishment conservador y los seguidores del populista Thaksin; entre los popularmente conocidos como “camisas amarillas” y “camisas rojas”, respectivamente. Una tercera fuerza ha entrado en escena, y el extraordinario apoyo que ha conseguido se explica por su promesa de reducir el papel de los militares y de la monarquía en la política nacional, además de por sus propuestas de reforma del sistema educativo y otros programas sociales. Avanzar se comprometió a no formar coalición con ninguna fuerza ligada a los generales y a abolir el delito de lesa majestad, que prohíbe toda crítica a la corona.

Su éxito no significa, sin embargo, que pueda formar gobierno y hacer realidad su agenda política. Según la Constitución de 2017, redactada tras el último golpe, las fuerzas armadas nombran a la totalidad de los 250 miembros del Senado, cámara que, junto a los 500 diputados, participa en la elección del primer ministro. Al no contar con los 376 escaños necesarios para su investidura, Pita tiene un plazo de dos meses para ampliar sus socios. Ahora bien,  si traiciona su compromiso de no aliarse con fuerzas promilitares, no podrá reformar la monarquía ni tampoco sostener su credibilidad. Si, por otra parte, los militares bloquean la formación del gobierno reclamado en las urnas, se crearán las condiciones para una nueva espiral de enfrentamiento civil.

Los antecedentes no dan muchos motivos para el optimismo. Con una media de un golpe de Estado cada nueve años desde 1932, en Tailandia se han producido ciclos de restauración democrática, seguidos poco después por una nueva intervención de las fuerzas armadas. Es posible, no obstante, que estas elecciones hayan marcado un punto de inflexión al confirmar el hartazgo de los tailandeses con el orden establecido; un hecho que el ejército y los intereses próximos a la casa real no podrán ignorar.

La voluntad de cambio político no aparece sólo vinculada por lo demás a la estructura nacional de poder. Los militares se han mostrado incapaces de frenar el deterioro de la segunda economía del sureste asiático, que ha quedado al margen de los acuerdos de integración comercial. Han sido Vietnam y otros vecinos quienes han atraído la inversión extranjera. También han hecho perder al país su tradicional liderazgo diplomático regional, a la vez que han obstaculizado la presión exterior sobre la junta militar birmana, y debilitado la relación con su aliado norteamericano. La consecuencia ha sido una mayor dependencia de Pekín; otra circunstancia que cambiaría de restaurarse un régimen pluralista. La transición a una democracia estable sería, por último, un ejemplo para los Estados del sureste asiático, como ya lo fue la revolución popular de Filipinas que, en 1986, acabó con la dictadura de Ferdinand Marcos. Ese resultado no se repitió en otros casos (en Myanmar, por ejemplo, condujo a una mayor represión), pero es innegable que, en 2023, las demandas de cambio no son monopolio de los tailandeses.

El G7 y la visión geoestratégica japonesa del mundo. Nieves C. Pérez Rodríguez

Hiroshima fue el lugar escogido para la cumbre del G7, tristemente simbólica ciudad por haber sido bombardeada con la bomba atómica en 1945, además de tener especiales vínculos con el propio Fumio Kishida, el primer ministro japonés quien ha representado esa ciudad a lo largo de su carrera política. Y en sus propias palabras “la terrible historia de Hiroshima propició el desarme nuclear y la no proliferación y mi propia motivación de vida, la lucha por un mundo sin armas nucleares”.

El lugar donde se usó la primera bomba atómica en el mundo fue el centro de acogida de un selecto grupo de líderes muy poderosos del planeta en un momento internacional crítico en el que las democracias del mundo parecen haber entendido el inminente peligro que acecha las libertades.  En este sentido, Ken Moriyasu, corresponsal diplomático del Nikkei, analizó la cumbre del G7 desde Hiroshima en el podcast One Decision y afirmó estar convencido que este G7 pasará a la historia como un punto de inflexión fundamental en el que se dejó claro que la crisis de Taiwán no es un problema interno de China, sino un asunto de interés internacional.

Desde el punto de vista japonés, el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico se ha inclinado excesivamente a favor de China y el mejor ejemplo es la diferencia en número de misiles de alcance intermedio que posee China (2000 unidades) en comparación con los que posee los Estados Unidos, que no tiene ninguno. Y esto obedece fundamentalmente al Tratado de Fuerza Nuclear de Alcance intermedio con la Unión Soviética firmado en 1987 por Reagan y Gorbachev, razón por la que durante años Washington no ha podido fabricar misiles de este tipo.

China por su parte, al no ser firmante del acuerdo, pudo fabricar estos misiles y hoy cuenta con un número muy considerable como resultado de la producción y acumulación a lo largo de los años. Japón teme que para el momento en que la crisis de Taiwán llegue a su punto máximo, que estiman será entre cinco a diez años, Washington no podrá llenar el vacío de estos misiles, razón por la que Japón, Australia y el Reino Unido tienen que unir fuerzas para reequilibrar la deficiencia, explica Moriyasu.

El Quad o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral toma por tanto una importancia crítica para equilibrar el poder regional. Este foro de seguridad estratégica entre Australia, India, Japón y Estados Unidos es fundamental para contrarrestar el poder de China, razón por la que ya hay algunos expertos que lo llaman la OTAN del Indo-Pacífico. Aunque cuenta con más de quince años de creación, está siendo impulsado por la Administración Biden, el gobierno japonés y el australiano.

Actualmente, India mantiene una gran tensión con China en sus fronteras y en las montañas del Himalaya, que si llegado al momento de exacerbación de la crisis en Taiwán, India podría jugar un rol clave en mantener sus fronteras blindadas lo que crearía un problema para China mientras que beneficiará a Estados Unidos y Japón junto con la península coreana.

Moriyasu también afirma que si Corea del Sur y Estados unidos fortalecen su posición se conseguiría crear otra debilidad para China y también para el Mar de China Meridional en el Pacífico del Sur con el apoyo de Australia y Reino Unido a través del AUKUS, que es otra alianza de seguridad creada a finales del 2021 entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos en busca fortalecer y dotar de capacidad y respaldo a Australia y reforzar la cooperación en materia de tecnología avanzada de defensa, como inteligencia artificial y vigilancia de largo distancia.

Para Tokio lo importante en este momento no es centrarse exclusivamente en el problema del Estrecho de Taiwán, sino equilibrar los problemas para China en todas sus fronteras, lo que a mediano plazo sería muy beneficioso para todos.

La cumbre en Hiroshima reveló que los miembros están sólidamente unidos en sus planteamientos principales: En el apoyo a Ucrania, en la necesidad de una seguridad económica, a favor del desarme nuclear y frente a los desafíos globales como la pobreza y el cambio climático, así como en unificar un frente que llamaron en favor del mantenimiento de Estado de derecho y el orden mundial y el apoyo a un Indo-Pacífico libre y abierto y oponerse a cualquier intento unilateral de cambiar el statu quo por la fuerza o la coerción, en vez de usar un vocabulario más directo en contra de Beijing.

Hoy más que nunca, en el complejo entramado internacional, ante la amenaza rusa y las crecientes aspiraciones chinas, las palabras de Kishida durante la cumbre tienen una gran validez “Hiroshima debería servir como recordatorio de lo que puede suceder cuando la paz y el orden se desmoronan y dan paso a la inestabilidad y el conflicto. Debemos demostrar poderosamente nuestra determinación de defender un orden internacional libre y abierto basado en el estado de derecho.

INTERREGNUM: La cumbre de Hiroshima. Fernando Delage

Si la guerra de Ucrania revitalizó la OTAN y reveló de nuevo el indispensable papel de Estados Unidos en la seguridad europea, el desafío revisionista planteado por las potencias autoritarias al orden liberal ha restaurado igualmente la misión del G7. La cumbre del pasado fin de semana en Hiroshima ha dado una notable señal de unidad entre las democracias, ha hecho patente la absoluta soledad de Rusia, complicado el entorno estratégico para China, y demostrado el éxito del proactivismo diplomático de Japón.

La guerra de Ucrania y China marcaron la agenda del encuentro del G7, un grupo que puede haber perdido cierto grado de representatividad (sus miembros representan en la actualidad el 45 por cien del PIB global frente al 70 por cien de hace treinta años), pero que el anfitrión japonés solventó en parte al invitar a los líderes de varios de los países emergentes más relevantes, como India, Brasil e Indonesia. Sumando los miembros del bloque más los invitados, Tokio logró un triple resultado con respecto a Rusia.

En primer lugar, se hizo patente el aislamiento diplomático de Moscú, participante en el G8 hasta su expulsión por la anexión de Crimea, y al margen hoy de todos los grandes foros multilaterales. Un segundo “golpe” contra el Kremlin (y contra Pekín) ha sido la invitación sorpresa al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky. El encuentro de Zelensky con el primer ministro indio, Narendra Modi—que no apoyó las sanciones a Rusia—, ha sido una extraordinaria oportunidad para compartir la situación de Ucrania con uno de los gigantes del Sur Global. La negativa de Lula da Silva a verse con Zelensky, como también se esperaba, no parece haber beneficiado por la misma razón al presidente de Brasil. Por último, Japón ha aprovechado la ocasión para extender sus ideas acerca de la interconexión estructural cada vez más evidente entre la seguridad europea y la asiática.

Es una aproximación que también ha servido para promover la cohesión del G7 en relación con las ambiciones militares y económicas chinas. Pese a los intentos de Pekín de evitar la incorporación de Europa a una coalición antichina—y mitigar de ese modo el creciente deterioro de las relaciones con Estados Unidos—el comunicado final de Hiroshima no ha podido ser, por el contrario, más duro para sus intereses. Además de denunciar a Pekín por una larga lista de asuntos—de la militarización del mar de China Meridional a sus prácticas de coacción económica, pasando por la interferencia en la vida política de otras naciones—, los miembros del grupo también pidieron a China que presione a Rusia para retirar sus tropas de Ucrania, de manera “inmediata, completa y sin condiciones”. Los Siete demostraron su “firme oposición a todo intento unilateral por cambiar el statu quo por la fuerza”, y reclamaron “una solución pacífica a las tensiones en el estrecho de Taiwán”. Por otra parte, el comunicado final recogió la petición de Francia y Alemania de incluir la disposición al “desarrollo de una relación estable y constructiva con China”, así como el lenguaje a favor de reducir el riesgo de la dependencia económica de la República Popular (“de-risking”) y la diversificación más que el desacoplamiento (“decoupling”): otro gesto a favor del enfoque defendido por la Unión Europea.

A la convergencia entre Estados Unidos, Europa y Japón en el G7 se sumó la del QUAD un día más tarde. La prevista cumbre en Australia se suspendió al acortar el presidente de Estados Unidos su viaje a Asia. Como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores, la agenda política interna norteamericana se ha impuesto sobre los compromisos exteriores, un hecho que nunca pasa inadvertido para sus socios asiáticos. Pero el primer ministro australiano reaccionó con rapidez, y las cuatro grandes democracias de la región mantuvieron una reunión separada en Hiroshima, en la que mantuvieron las mismas líneas de acción sobre China. El detallado comunicado final vino a confirmar la creciente institucionalización del foro, que celebrará su cumbre de 2024 en India.

El comunicado de protesta hecho público por Pekín tras ambas cumbres muestra la realidad del enfrentamiento entre democracias y potencias revisionistas, pero también los límites de sus esfuerzos orientados a contrarrestar la influencia de las primeras. La guerra de Ucrania ha debilitado a su socio ruso y complicado su entorno de seguridad, además de su posición en la economía global. La primera cumbre China-Asia central celebrada la víspera de la reunión del G7en Xian, punto central en la Ruta de la Seda, ha supuesto un nuevo salto adelante para su liderazgo en Eurasia—variable a la que Occidente sigue sin prestar la atención que merece—pero insuficiente para contrarrestar su negativa imagen global.

THE ASIAN DOOR: China en la agenda global frente al G7. Águeda Parra

Con la retirada definitiva de las tropas de Estados Unidos de Afganistán bajo la administración Biden en agosto de 2021, Washington comenzaba una nueva edición del Pivot to Asia anunciado por el presidente Obama justo una década antes. El desafío que supone una China mucho más asertiva ha propiciado que la administración Biden amplíe el ámbito de interés de Asia Pacífico para abarcar la región del Indo-Pacífico diez años después, perdiendo el foco sobre Asia Central. A este vacío dejado por Washington en la región se suma además la pérdida de influencia de Rusia después de un año de guerra con Ucrania. Mientras Rusia ha sido durante décadas uno de los actores externos más relevantes de la geopolítica de Asia Central, es Pekín quién ahora avanza en su estrategia de ampliar su esfera de influencia en la región aprovechando las decisiones tomadas por Washington y Moscú en su agenda estratégica.

De hecho, el gigante asiático considera la I Cumbre China-Asia Central celebrada en la ciudad de Xi’an como uno de los eventos más importantes de 2023. Diseñada para contrarrestar el efecto de la reunión del G7 en Hiroshima, el encuentro de Xi Jinping con los cinco países que conforman la región de Asia Central, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, antes parte de la extinta Unión Soviética, busca además destacar que China también es un actor relevante en asuntos globales. La región, rica en recursos, centra el interés de los lazos comerciales y energéticos que persigue impulsar China, aunque “salvaguardar la paz regional” siempre ha ocupado un lugar destacado en la política exterior de Pekín hacia la región, de ahí que los acuerdos alcanzados busquen “ayudar a los países de Asia Central a reforzar sus capacidades de seguridad y de defensa”. La frontera que comparte Asia Central con la provincia china de Xinjiang incentiva, asimismo, los esfuerzos de Pekín por fomentar la prosperidad económica que permita reducir la tensión étnica y la presión por el terrorismo yihadista que amenaza la región.

El compromiso de China con Asia Central lleva asociado, tras esta cumbre, 3.700 millones de dólares en nuevos préstamos y subvenciones a los antiguos estados soviéticos para impulsar la cooperación en proyectos energéticos y el desarrollo de infraestructuras. En este caso, el objetivo de Pekín es vincular estos países al esquema de conexiones fomentado por la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda, reduciendo así la dependencia de las rutas comerciales con Rusia. Los acuerdos alcanzados durante la cumbre buscan también promover mayor inversión en la región, superando la cifra récord de 70.000 millones de dólares alcanzados en 2022 entre los cinco países, además de impulsar el comercio y los intercambios militares.

La cumbre de dos días marca una nueva etapa en las relaciones comerciales partiendo de un escenario de por sí ya favorable para China, ya que el volumen de negocio de Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán fue mayor con el gigante asiático que el generado con Rusia o con el bloque del G7 durante 2022, según el Fondo Monetario Internacional. El petróleo, gas natural y cobre protagonizan los flujos comerciales con China, de ahí el creciente interés de Pekín por la región. En este sentido, los acuerdos alcanzados con Kazajistán y Uzbekistán para garantizar el suministro estable de gas a China buscan ampliar el volumen del 6,4% de las importaciones de gas que el gigante asiático recibió de estos dos países en 2021.

En el caso de Kirguistán, la cooperación se subscribe al ámbito financiero, sumándose al grupo de países como Arabia Saudita, Brasil y Rusia que impulsarán el comercio con China utilizando las monedas locales. Bajo este nuevo esquema de relación, aumenta el protagonismo del yuan como alternativa a los pagos internacionales mientras se reduce la dependencia del dólar como vía para mitigar el impacto de posibles repercusiones geopolíticas.

Las puertas de Asia Central se abren así para China después de la primera cumbre presencial con sus líderes, la inaugural se produjo online el año pasado, mientras Rusia sigue envuelto en la guerra con Ucrania y se reduce la hegemonía de Estados Unidos en la región. Un esfuerzo más de Pekín por seguir consolidando su esfera de influencia en el considerado como patio trasero de Rusia, aportando otros canales de inversión que sustituyan los destinados por el Kremlin a la guerra de Ucrania, mientras las relaciones con Occidente no pasan por su mejor momento.

 

INTERREGNUM: Diplomacia de primavera. Fernando Delage

A la sombra del frente bélico en Ucrania se suceden los movimientos diplomáticos de unas y otras potencias. Aunque un escenario de negociaciones parece aún lejano, la guerra es una variable que obliga a ajustar la política exterior de los principales actores internacionales. Y así lo está haciendo, en primer lugar, China. Si bien sus principios para la paz presentados en febrero pueden carecer de credibilidad a efectos de un cese el fuego, es una maniobra diplomática que revela su intención de avanzar en su estrategia de reconfiguración del orden global con independencia de cuál sea el resultado final del conflicto.

Que Pekín se haya convertido en un factor relevante lo demuestran varios encuentros celebrados la semana pasada en diferentes puntos del planeta. En Viena, tradicional punto de encuentro entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, se reunieron miércoles y jueves el asesor de seguridad nacional del presidente Biden, Jake Sullivan, y el jefe de la diplomacia china, Wang Yi.  Pese a la intención de evitar un deterioro mayor en las relaciones bilaterales, Wang reiteró las advertencias chinas sobre Taiwán, mientras que Sullivan expresó la preocupación norteamericana por la posibilidad de suministro de ayuda letal china a Rusia. La reunión, precedida a su vez a principios de semana por otra mantenida por el embajador de Estados Unidos en Pekín, Nicholas Burns, con el ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, fue indicación del interés compartido por reducir la tensión entre ambos países y mantener abiertas las líneas de comunicación. Sigue sin desbloquearse, no obstante, la visita a Pekín del secretario de Estado, Antony Blinken, cancelada tras la crisis del globo espía.

Viernes y sábado fueron los diplomáticos europeos quienes se encontraron en Estocolmo. En una reunión informal de los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea se discutió acerca de la actualización de la estrategia hacia China que deberá presentarse para su aprobación al Consejo Europeo de junio. Un día más tarde se celebró la segunda cumbre ministerial UE-Indo-Pacífico con cerca de medio centenar de participantes (Pekín no estaba invitado). Los Estados miembros continúan divididos sobre la República Popular—basta recordar el reciente viaje del presidente francés, Emmanuel Macron, a China—, pero deben afrontar el complejo dilema que plantea para sus intereses la rivalidad entre Washington y Pekín.

Los ministros europeos discutieron un informe preparado por el Servicio de Acción Exterior, en el que se recomienda mantener el diálogo directo con China. El documento, al que tuvo acceso Politico, considera que una cooperación constructiva con Pekín es necesaria tanto para evitar el aislamiento de los líderes chinos como para reducir los riesgos para la UE. Pero al mismo tiempo se sugiere que los gobiernos europeos aceleren sus planes para reducir su dependencia de la República Popular, y que estén preparados para una potencial escalada en el estrecho de Taiwán. De manera paralela, en una carta privada dirigida a los ministros por el Alto Representante, Josep Borrell, advierte—según el Financial Times—que China sacará partido geopolítico a una derrota de Rusia en Ucrania, y pide a los Estados miembros que den forma a una estrategia coherente en respuesta a las ambiciones internacionales de Pekín.

“La UE debe ser consciente de que muchos países ven la influencia geopolítica de China como un contrapeso de Occidente, y por tanto de Europa”, escribe Borrell. “Tratarán, añadió, de fortalecer su propio margen de maniobra sin ponerse del lado de ninguno”. Es una idea que nos conduce al tercer encuentro de la semana: la cumbre de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), celebrada en la isla de Labuan Bajo (Indonesia) el 10 de mayo. Pese a la lejanía de Ucrania, la organización—inclinada tradicionalmente al no alineamiento—continúa luchando por su unidad y centralidad en un tablero geopolítico alterado por la competición entre las grandes potencias. Qué hacer con respecto a las acciones de Pekín en el mar de China Meridional son causa de división entre los Estados miembros, y su “consenso de cinco puntos” para restaurar la estabilidad política en Myanmar tampoco ha sido respetado por los generales birmanos (sujetos a la influencia china).

Los encuentros al más alto nivel no han terminado: continuarán este fin de semana con la cumbre del G7 en Hiroshima, y la del QUAD en Sidney la próxima semana. Como contraprogramación, también este fin de semana China celebra en Xian su primera cumbre bilateral con las repúblicas de Asia central. Los comunicados de las dos primeras cumbres revelarán los ajustes más recientes a la estrategia china de Occidente, mientras que el discurso de Xi Jinping en la tercera reafirmará las ideas de Pekín sobre el orden internacional de su preferencia (y podrá dar alguna claves sobre su relación con Rusia, escasamente feliz por no haber recibido invitación a la reunión).

Viena, sede para conversaciones entre Washington y Beijing. Nieves C. Pérez Rodríguez

Después de unas largas semanas de distancia y especulación, de reuniones suspendidas por el hallazgo del globo espía sobrevolando territorio estadounidense y de dimes y diretes a mediados de la semana pasada, finalmente se reuneron en Austria  Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, y Wang Yi, el ex canciller de Relaciones Exteriores de China y muy alto rango en las filas del Partido Comunista chino y ahora es director de la Oficina de Relaciones Exteriores del partido.

Aunque poco se ha dicho de los dos largos días de trabajo sostenidos en Viena, el simple hecho de que se materializara la reunión es positivo y puede interpretarse como un pequeño avance en dejar atrás la hostilidad e inactividad en la comunicación de ambas naciones. Han pasado tres meses en los que las comunicaciones en la práctica no han existido y los mensajes se han enviado de manera pública y a través de portavoces oficiales en ruedas de prensa o comunicados y en un tono defensivo y que podría complicar aún más la actual situación internacional en medio de la guerra de Ucrania.

La aparición del globo sucedió en un momento de fuertes asperezas y gran tensión diplomático entre ambas naciones, debido a otros casos de espionaje chino, además de una recesión económica internacional, y en efecto una economía china golpeada como consecuencia de la pandemia. Sumado a los efectos que ha generado la guerra de Ucrania en el coste y distribución de combustible y cereales.

La Administración Biden se vió forzada por la presión interna a mostrar un tajante rechazo a China, aunque ciertamente no suele ser su estilo. Tuvo que hacerlo ante el desconcierto y los duros comentarios del partido de oposición y la prensa informando sin parar durante días sobre la violación territorial que significó el globo y su carácter de espía mientras China por su parte se mostraba ofendida por el derribo del artilugio. A razón de ese episodio, el secretario de Estado, Antony Blinken, suspendió su viaje a China y se enfriaron casi todos los canales de comunicación durante un tiempo. Pero la reunión en Viena puede ser un acercamiento previo al G7 que tendrá lugar en Japón el 19 de mayo. Aunque, ciertamente, Blinken conversó brevemente con Wang a pocos días del incidente del globo en Múnich, en el marco de la Conferencia de Seguridad Nacional, pero sin conseguir avances.

A principio del mes de mayo China extendió una invitación a John Kerry, el encargado especial para el cambia climático, pero sin haberse dado fecha públicamente. Se especula que Kerry es cercano a los chinos por los intereses económicos y negocios de su esposa en China. Por lo que, claramente, para Beijing Kerry es mucho más afable y próximo a ellos que otros funcionarios de la Administración.

Así mismo se informó de que el embajador americano en China conversó con el canciller chino el pasado 9 de mayo. Probablemente parte de esa conversación hizo que la reunión de Viena se llevara a cabo aderezada además por los positivos comentarios públicos expresados por la secretaria del Tesoro sobre la necesidad de mantener un diálogo respetuoso entre ambos países a finales de marzo.

Mientras tanto, el Pentágono ha intentado mantener un canal de comunicación abierto con el Ministerio de Defensa chino, pero dado que Li Shangfu, el ministro de defensa, fue sancionado por Washington la Administración no se ha conseguido ningún avance por esa vía.

Algunos analistas estadounidenses creen que la Casa Blanca estaba en conversaciones para conseguir la liberación de algunos presos americanos en China, que valga decir ha sido una de las políticas más consistentes de la Administración Biden desde que tomó el poder. Sin embargo, justo el lunes de esta semana se hacía público que un preso estadounidense de 78 años fue sentenciado de por vida por espionaje. Sentencia que podría volver a poner en jaque las relaciones bilaterales.

Claramente, Beijing está jugando una carta interesante. Sé sabe que los representantes de la Casa Blanca van por el mundo intentando conseguir la liberación de sus presos al precio que sea. Lo han hecho ya en distintos momentos, al régimen de Maduro le liberaron los sobrinos de la mujer de Maduro que estaban presos por narcotráfico, un delito muy grave en este país. a cambio de un par de empresarios estadounidenses apresados en Caracas para poder conseguir el trueque. Lo hicieron con la baloncestista estadounidense, Brittney Griner, apresada por Putin  y también liberada. Y hoy seguro que están negociando la liberación de Evan Gershkovich, el periodista del Wall Street Journal retenido.

El Partido Comunista chino está presionando para conseguir algo más de Biden o simplemente tener más a su favor a la hora de exigirle algo. Lo increíble es que Biden se deja manipular y juega bajo las reglas de los autócratas para conseguir que sus ciudadanos regresen a casa.

Necesitamos más conversaciones y relaciones distendidas, sin duda alguna, pero también necesitamos que Estados Unidos se mantenga firma y exija que se mantenga el cumplimiento de las reglas internacionales y que el estado de derecho internacional sea respetado y no abusado por los tiranos.

China sigue con problemas económicos

China no acaba de volver a la senda de recuperación económica tras el desastre que supuso la gestión de la política Covid cero y que suponen las deficiencias estructurales de su sistema planificado, autoritario y corrupto. Es verdad que, necesidad obliga, la venta de recursos energéticos rusos a menor precio y la repatriación de capitales chinos del exterior han significado un alivio, pero no suficiente.

Así, La producción industrial china aceleró hasta alcanzar un crecimiento de un 5,6% interanual en abril, lo que supone un avance frente al dato de marzo (3,9%), pero muy por debajo de los pronósticos de los analistas, que esperaban un alza cercana al 10%, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadística de China.

Según los expertos, La tasa oficial de desempleo en zonas urbanas se situó en el 5,2% a finales de abril, 0,1 puntos por debajo de la registrada en el mes anterior y dentro del límite máximo que se impusieron las autoridades para este año, del 5,5%.

Por su parte, la inversión en activos fijos aumentó un 4,7% interanual en los cuatro primeros meses del año tras haberlo hecho en un 5,1% hasta marzo, lo que se traduce en un descenso en marzo que la ONE prefirió expresar en términos intermensuales (-0,64%). Los analistas habían vaticinado que dicho indicador crecería hasta el 5,5%.

En este contexto, China, más allá de su propia propaganda, tiene que priorizar su atención a su propia situación interna para evitar fracturas sociales y atender a las crecientes demandas de su propia sociedad, cada vez más interesadas en el tipo de bienestar occidental que el sistema chino no puede satisfacer. Puede crear millonarios y clases pudientes, sobre todo si se está en el partido gobernante o en buena relación con su aparato, pero no llega a un estado del bienestar amplio.

Por eso, entre otras cosas, incluyen en sus amenazas a Taiwán, además del consabido y tramposo mensaje de la unidad nacional, el mensaje de la necesidad reposición demográfica y tecnológica aspirando a incorporar a su sistema económico anquilosado a una sociedad más joven y demográficamente dinámica como la taiwanesa y con una importante proporción de cuadros tecnológicamente avanzados que han hecho a algunos sectores industriales de la isla estar a la vanguardia mundial.

Estos datos deben formar parte de los análisis sobre el papel de China en el mundo, sus límites y sus necesidades y, por eso, Occidente lleva meses presionando a Pekín para que frene a su aliado ruso y no emprenda aventuras, ya que el país asiático, de momento, necesita más los mercados fuertes y abiertos, de los que no respeta sus reglas, que estos mercados a China, aunque sí los deseen.

INTERREGNUM: Australia revisa su política de defensa. Fernando Delage

Como muchos otros países en tiempos recientes, también Australia se ha visto obligada a actualizar su estrategia de seguridad nacional. El 24 de abril, el gobierno laborista de Anthony Albanese anunció una revisión de gran alcance de su política de defensa. Según se indica, “las circunstancias estratégicas son hoy radicalmente diferentes”: el riesgo de una escalada militar y de un conflicto en la región del Indo-Pacífico ha aumentado; las acciones de Pekín en el mar de China Meridional amenazan las reglas de un orden del que depende Australia; y la capacidad de Estados Unidos de garantizar la seguridad regional se encuentra sujeta a nuevos desafíos.

Frente a esta transformación del entorno exterior, las actuales capacidades australianas resultan insuficientes. La nación ha perdido la ventaja de su lejanía si pueden alcanzarla misiles chinos, mientras que las líneas de navegación de los océanos Índico y Pacífico, vitales para su economía, son vulnerables a un bloqueo. La revisión de la defensa, un documento que permanece clasificado en su mayor parte, no subraya tanto el temor a una invasión como la preocupación por los daños que Australia pueda sufrir desde el exterior. En consecuencia, la defensa nacional—y la estabilidad del Indo-Pacífico—demandan como prioridad la mejora de sus medios de proyección de poder.

Un instrumento básico en esa dirección será AUKUS, el pacto firmado con Estados Unidos y Reino Unido para dotarse de submarinos de propulsión nuclear. Con independencia de las dudas que plantean el calendario y el coste de dicho acuerdo, ya examinados en una columna anterior, Australia necesita asimismo otras capacidades de largo alcance, para lo que se contempla el reforzamiento de los puertos y bases situados en la costa septentrional, así como de la industria de defensa. El objetivo fundamental, según se desprende de la revisión, debe consistir en modernizar aquellos programas con mayor efecto disuasorio, aunque también se traduzca en un recorte de los recursos de carácter más convencional.

La actualización de la estrategia de defensa no se limita por otra parte a la dimensión militar. Se subraya la importancia de la coordinación entre las distintas agencias de la administración, a la vez que se hace hincapié en los instrumentos diplomáticos como clave de la seguridad nacional. En este sentido se recomienda la adopción de una posición más proactiva, encaminada a apoyar el mantenimiento de un equilibrio de poder en el Indo-Pacífico y poder reducir así los riesgos de conflicto. Es un imperativo que deriva del hecho de que, conforme al análisis realizado por el documento, Estados Unidos ya ha dejado de ser el “líder unipolar” de la región, y su competición con China puede conducir a un enfrentamiento abierto. Pero al mismo tiempo que se deben fortalecer los medios nacionales, se señala que la alianza con Washington es cada vez más importante para Canberra, por lo que se sugiere mejorar la planificación militar bilateral, aumentar las maniobras conjuntas y la presencia de las fuerzas norteamericanas. Se propone igualmente profundizar en la asociación estratégica con Japón, India y otras naciones afines.

Pese a la acertada descripción del entorno y las nuevas amenazas, la comunidad estratégica australiana ha llamado la atención, no obstante, sobre algunas debilidades de la revisión. Destaca entre ellas la llamativa ausencia de toda referencia presupuestaria y de financiación acorde con el incremento de capacidades que se propone. Las dudas surgen asimismo con respecto a la ambigüedad de los objetivos finales. Como ha escrito en The Monthly el profesor Hugh White, responsable él mismo de un anterior Libro Blanco de defensa, la cuestión que se plantea a Australia es “si desarrollar unas fuerzas armadas diseñadas para ayudar a Estados Unidos a defender su posición estratégica en Asia frente al desafío que representa China y mantener el viejo orden liderado por Washington, o construir unas fuerzas que garanticen nuestra seguridad si el poder norteamericano en Asia se reduce y se ve sustituido por un nuevo orden dominado por China e India”. Ambas cosas son imposibles, indica, porque cada una de ellas demanda prioridades diferentes para las fuerzas australianas.

China y Venezuela se acercan. Nieves C. Pérez Rodríguez

hina se acerca nuevamente a Venezuela después de que el reconcomiendo internacional del gobierno interino de Guaidó y la pandemia enfriara las relaciones bilaterales a pesar de que se habían prometido apoyo desde el comienzo del chavismo en la nación suramericana. Nuevamente Beijing se acerca al régimen de Maduro y mantienen conversaciones que en algunos casos se toman la molestia de dar a conocer públicamente.

Está claro que con el acercamiento de la Administración Biden, el levantamiento de algunas sanciones al régimen y su interés en el petróleo venezolano desde que Rusia invadió a Ucrania ha hecho que China no necesite ser discreto en sus contactos, ni siquiera guardar las formas como intentaron hacer durante la época en la que Guaidó fue reconocido por más de sesenta naciones del mundo.

China, por su parte, ha retomado intensamente su agenda internacional a raíz del levantamiento de la estricta política del “Cero-Covid” y ha vuelto a su dinámica de invitaciones y sus visitas, recibiendo delegaciones y jefes de Estado, así como enviando altos funcionarios al exterior. Xi Jinping, por su parte, está claramente aprovechando la guerra en Ucrania para ganar protagonismo, voz internacional y convertirse en el mediador “imparcial” ante la presión de Occidente a Rusia para acabar la guerra.

A mediados de marzo, Beijing organizó un encuentro internacional de partidos y organizaciones políticas de varios países en el que Xi, como líder internacional y secretario del Partido Comunista chino, aprovechó el escenario para hablar de “la necesidad de la tolerancia, la convivencia, los intercambios y cómo el aprendizaje mutuo entre diferentes civilizaciones juegan un papel único en el avance del proceso de modernización de la humanidad”. Bajo el lema Por el camino de la modernización y la responsabilidad de los partidos políticos fueron los organizadores y anfitriones del encuentro.

En este encuentro virtual Maduro también aprovechó para afirmar que “se acabaron los tiempos de los imperios, que nadie ponga en duda que ha llegado la hora de la articulación de un nuevo mundo multipolar” con el propósito de apoyar la idea de la caída de los Estados Unidos mientras respaldaba la propuesta de Xi quien a su vez llamaba al “trabajo conjunto para proteger las reformas del sistema de gobernanza global e impulsar un orden internacional más justo y razonable”.

Mostrando su liderazgo, el líder chino invitó a los políticos a ser audaces en su proceder y explicó la necesidad de romper los paradigmas de pensamientos establecidos.

Además de Venezuela, Bolivia, líderes como el secretario de la asociación islámica de Pakistán, El Partido islámico unido de Irán, el Partido Comunista de Cuba, el Partido Revolucionario del pueblo de Laos y el Partido Progresista del Pueblo Trabajador de Chipre, entre otros, participaron en el evento y mostraron su apoyo a los fundamentos que sirvieron de inspiración para el encuentro.

China ahora tiene problemas económicos propios, aunque ha conseguido recuperarse ligeramente en el último trimestre. Pero ciertamente se enfrenta a grandes retos domésticos y el cobro de los préstamos internacionales que concedieron y cómo gestionar el cobro de los mismo y, aunque como acreedor puede legalmente reclamar los pagos, el problema radica en la forma como los créditos fueron concedidos, a quienes fueron otorgados e incluso las garantías que les dieron y ciertamente esta situación no es exclusiva ni de Venezuela, ni de América Latina y el Caribe tal y como sostiene Margaret Myers, experta del Think Thank estadounidense The Dialogue.

El mayor número de créditos se concedieron a partir del 2007 de manera interrumpida hasta el 2019 en países estratégicos por sus recursos. Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina fueron los mayores receptores. La tendencia cambia ligeramente a partir del 2020 y los créditos no sólo se reducen considerablemente sino que también se conceden a empresas chinas para desarrollarlos en los países receptores en vez de los gobiernos.

El 60% del total de los créditos que China otorgó en Latinoamérica y el Caribe se dirigieron a Venezuela en ese periodo de tiempo, directamente a entidades gubernamentales de acuerdo con Ann Lee -reconocida internacionalmente como una autoridad en las relaciones económicas chinas- egresada de la escuela de negocios de Harvard.

Sin duda que la razón por la que ha habido una caída considerable de los préstamos concedidos por el Banco de Desarrollo de China, el Banco de exportación e importación de China se debe a que Beijing está priorizando sus objetivos internos en China y buscar salidas a los problemas económicos internos, como la crisis de bienes raíces que seguro es uno de los mayores dolores de cabeza del PC chino y lo será por un largo tiempo.

Inicialmente, China concedió muchos de sus créditos en Latinoamérica con el respaldo del petróleo y dentro del plan de desarrollo de la Iniciativa de la Ruta de la Seda. El problema fue que los precios del petróleo se desplomaron y eso generó otra crisis de pagos como sucedió con Ecuador y Venezuela. Hoy vemos una tendencia distinta. China ahora concede mucho menos créditos y más pequeños y se centran en sectores que tengan intereses en el desarrollo de la economía china más intrínsecamente.

Aunque es importante hacer notar que la información suministrada por China y/o Venezuela no suele conocerse en profundidad, por lo que el monitoreo de los acuerdos, la evaluación de riesgos, y el éxito de estos en la mayoría de los casos es verdaderamente difícil de llevarse a cabo. En efecto, parte de los desastrosos créditos concedidos por China se han hecho públicos cuando el proyecto para el que se aprobó el crédito dejo atrapado al país en una deuda impagable, lo puede llevar a la quiebra al propio Estado receptor, como es el caso de Sri Lanka, o el innumerable derrumbe de infraestructura construidas por China en muchas naciones, o incluso los tremendos daños ecológicos de muchos de los proyectos que han sido denunciados por diversas organizaciones.

Durante los primero 19 años del siglo XXI China se dedicó a conceder créditos de exportación, subvenciones, acuerdos de restauración de deuda, asistencia técnica y becas, años en que la economía china crecía a una velocidad espectacular. Hoy la realidad es otra por lo que Beijing está seleccionando más perspicazmente en cuales sectores invertir y que a su vez sean críticos para su recuperación económica.

Venezuela, por su parte, es el mayor acreedor de la deuda china en distintos sectores, por lo que Beijing no dejará zafarse a Maduro y menos ahora que poco a poco ha recuperado cierta legitimidad y que de cara a la galería la economía del país da señales de mejora. Y aunque todo es un efecto de espejismo que concentra no más que el 2% de la población.

En este sentido, altos funcionarios chinos viajaron a Caracas el mes pasado para asistir a reuniones con sus homólogos venezolanos para discutir la reestructuración de los créditos concedidos a Venezuela. De acuerdo con fuentes oficiales, en las reuniones se habló de potenciar las relaciones en el plano de telecomunicaciones y petróleo, aunque la información del encuentro fue reportada por los medios oficiales con pocos detalles de los acuerdos se hicieron públicos.

Antes de esas reuniones y oportunamente, Maduro condecoró con honores al embajador chino en Caracas, Li Baorong, el pasado mes de marzo como una señal de amistad y lazos profundos entre las naciones e hizo un show mediático para no dejar pasar el momento desapercibido.

China tiene ya ganado al presidente brasileño, Lula da Silva, quien incluso afirmó públicamente estar a favor de la idea de Xi de crear un sistema financiero paralelo al establecido. Rusia y China están usando ya ese sistema para poder continuar sus intercambios en los que ambos se benefician, China porque prácticamente define el precio del petróleo ruso y Rusia porque no se queda atrapada en las sanciones de Occidente.

Es muy posible que a Maduro ya lo estén convenciendo de entrar en el sistema financiero paralelo para materializar parte de los pagos, aunque ciertamente que no han cumplido previamente, o estén presionándolo para pagar con otro tipo de recursos que posee la nación suramericana que necesita el gigante asiático. Pero un sistema de intercambios de divisas propio podría convertirse en un mecanismo muy peligroso para cubrir una larguísima lista de actividades ilícitas.

La relajación de las sanciones de manos de la Administración Biden a Venezuela pasará un alto precio a la región, a sus problemas migratorios, de narcotráfico, de seguridad, de libertades, pues ha sido un mensaje verdaderamente confuso para las democracias y ni que decir para los dictadores. China como suele suceder aprovecha la situación para sacar partido y beneficio propio.