Tres países, tres visiones, tres estrategias, tres enfoques. Así es el caleidoscopio que conforman tres de las más importantes potencias mundiales hacia el área que más relevancia ha ganado en los últimos años, el Océano Índico. Tres grandes economías que juntas agrupan casi la mitad de la economía global. China, India y Estados Unidos son los grandes protagonistas de una región que ha conseguido alcanzar una relevancia internacional máxima desde que Xi Jinping anunciara el lanzamiento de la Ruta de la Seda Marítima en su visita a Astaná, Kazajistán, en 2013.
Tres visiones que divergen en la concepción misma del espacio que representa el Océano Índico para Beijing, Nueva Delhi y Washington. Para India, geográficamente situada en la mitad del océano, su visión del entorno se extiende desde el Golfo de Adén, al oeste, y hasta Tailandia, al este. Paradójicamente, a pesar de que India ha sido la potencia tradicionalmente preeminente en la región, la visión de China, la recién llegada a la zona, es significativamente más amplia. Beijing tiene una visión más de Indo-Pacífico, que alcanza el litoral africano y la península arábiga en la parte más occidental, el Océano Índico, y se extiende por el Sudeste Asiático y la costa china en la parte más oriental. Por último, en la visión de Estados Unidos, en el concepto de Indo-Pacífico quedan excluidas las regiones litorales de África, la península Arábica, Irán y Pakistán, que quedan dentro del marco de los intereses estadounidenses en Oriente Medio como parte de las iniciativas de la lucha contra el terrorismo. Una visión mucho menos evolucionada que la adoptada por India y China, que han sabido adaptarse mejor a las cuestiones geopolíticas más actuales.
Tres perspectivas que dan forma a las tres estrategias que componen el juego tripolar en el Índico. La apuesta de Nueva Delhi se centra en su programa “Seguridad y crecimiento para todos en la región”, más conocido como SAGAR (Security and Growth for all in the Region). Para Beijing, el máximo protagonista de su estrategia en la región es su recién estrenada iniciativa de la Ruta de la Seda Marítima, mientras que la estrategia de Washington responde a más de siete décadas de liderazgo estadounidense en Asia Oriental, actualmente bajo la denominación de Estrategia Indo-Pacífico, una evolución de la anterior “Pivot to Asia” iniciada en 2011.
Tres enfoques que divergen en los factores sobre los que pivotan las estrategias del juego tripolar entre China, India y Estados Unidos. En el caso de China, el Indo-Pacífico responde a un enfoque eminentemente comercial y menos militar. Una visión donde la geoestrategia se encuentra con la geoeconomía para dar forma a las iniciativas comerciales y diplomáticas que han definido la política exterior de China en la región en los últimos seis años. En este enfoque, el máximo exponente es el conocido como “Collar de perlas” de puertos estratégicos desplegados en países como Tanzania, Yibuti, Pakistán, Sri Lanka, Maldivas y Myanmar. Posiciones estratégicamente identificadas que responden a la necesidad de Xi Jinping de mantener activa la economía china, siendo Yibuti el único asentamiento que tiene una condición militar, pero al que se ha sumado recientemente una componente comercial.
El ascenso geopolítico que ha conseguido China en la región gracias a la Ruta de la Seda Marítima ha supuesto que India, por primera vez, deje de centrarse exclusivamente en los conflictos territoriales con Pakistán y China para pasar la atención geopolítica y geoestratégica al mar que le rodea. Pero en este enfoque también domina una componente económica, impulsada por la necesidad de establecer relaciones comerciales con las florecientes economías del Sudeste Asiático y Asia Oriental, lo que le ha permitido a India ampliar lazos con Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Omán e Irán para asegurarse el abastecimiento de recursos energéticos. Sin embargo, sorprende que India contempla a Pakistán como una potencia decadente, mientras China considera el Corredor Económico China-Pakistán el buque insignia de los seis corredores terrestres que conforman el Cinturón Económico de la nueva Ruta de la Seda, en el que ha invertido 62.000 millones de dólares hasta el momento.
De forma similar al caso de India, Pakistán también queda fuera del enfoque de Estados Unidos hacia el Indo-Pacífico, descartando una ambición económica y comercial en la región mientras prevalece la componente militar por encima de todas. Sin embargo, la competición estratégica que se libra en la zona actualmente más candente del planeta no parece que se vaya a resolver dentro del ámbito militar, como pronostican algunos expertos, sino en el entorno económico, de gobernanza global y tecnológica.
Bastan algunas evidencias para confirmar esta hipótesis. Una diferencia importante entre las tres estrategias es que Europa se incorpora como puerto final de la iniciativa de la Ruta de la Seda Marítima, ampliando las oportunidades comerciales y económicas de la estrategia de China en la región del Indo-Pacífico. Una región que queda fuera del foco de India y que tampoco contempla la estrategia de Estados Unidos en la región. Asimismo, China ha desplegado la Ruta de la Seda Digital, la gran apuesta tecnológica que permite a los grandes titanes chinos aprovechar las vías comerciales abiertas con los países de la ruta para expandir la revolución tecnológica que se está desarrollando en el país. Un juego tripolar en el Indo-Pacífico que bien parece ser la antesala de una competición mucho más global, en la que China podría estar alcanzando una posición más ventajosa al desplegar una estrategia mucho más amplia geográficamente, y mucho más diversa en cuanto a las iniciativas que contempla. (Foto: Jess Stvan)