Cada una de las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático deberían ser en sí mismas históricas, pero solamente algunas terminan marcando un salto diferencial en la ambición de mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC con respecto a la etapa preindustrial, siendo el objetivo más ambicioso limitarlo a 1,5ºC. Y la COP28, celebrada en Emiratos Árabes Unidos (EAU), va a formar parte de esas consideradas como históricas al haberse alcanzado, ya el primer día del encuentro, el acuerdo de apoyar a los países en desarrollo afectados por el cambio climático.
El compromiso de abordar una financiación climática por parte de los países más industrializados ha venido siendo una de las grandes aspiraciones de anteriores ediciones que ahora se materializa. Tras tres décadas de presionar a los países más industrializados por una compensación a los países en desarrollo, la COP28 abre paso a una mayor concienciación en materia de financiamiento climático, aunque sea por el momento con recursos ya contemplados en presupuestos en curso. Tampoco el importe será elevado, y queda lejos del billón de dólares que se estima necesario para abordar el proceso de mitigación y adaptación climática, pero aún así se puede considerar como uno de los mejores inicios de una COP.
En total, el fondo que albergará el Banco Mundial, y que podría estar disponible este mismo año, alcanzará los 549 millones de dólares con las contribuciones de EAU y Alemania, cada uno aportando 100 millones de dólares, Reino Unido se sumará con 76 millones de dólares, Japón alcanzará los 10 millones de dólares, en línea con los 17,5 millones de dólares de Estados Unidos, que sorprenden por su escaso volumen, mientras la Unión Europea contribuirá con 235 millones de dólares. Una aportación que debería considerarse como el impulso inicial del que se beneficiarán los países en desarrollo “particularmente vulnerables”, a la espera de que se defina el ámbito del término, y que por su volumen apenas refleja el coste de entre 280 y 580 millones de dólares que necesitan los países en desarrollo para combatir el cambio climático hasta 2030.
Se inicia, por tanto, el proceso de compensación por unas emisiones acumuladas que sitúan a Estados Unidos como el responsable del 25% del total, hasta el 22% alcanza el conjunto de los 27 miembros de la Unión Europea y el Reino Unido, quedando en tercer lugar China con casi un 15% de las contribuciones históricas. Todo el continente africano apenas representa en esta clasificación el 3% del total de emisiones acumuladas. El ajuste de carbono per cápita es otra de las dimensiones del impacto climático histórico, siendo las emisiones de Estados Unidos ocho veces superiores a las de China, y 25 veces las de India. En la actualidad ese desequilibrio se mantiene, siendo las emisiones per cápita de Estados Unidos casi el doble de las de China, y casi 8 veces más las de India en 2021, según Global Carbon Budget. De ahí que haya sorprendido el escaso volumen de financiación climática anunciado por Washington.
Se trata, por tanto, de avanzar en el proceso de financiación climática para compensar las desigualdades históricas aspirando a que otros países se sumen, entre ellos China. Pero también mirando hacia Oriente Medio, que no sólo es la región que alberga la COP, sino donde se sitúan los tres países más contaminantes per cápita, Qatar, Baréin y Kuwait, según Global Carbon Budget.
En esta nueva etapa que comienza, tan importante o más sería que los países con capacidad de manufactura de tecnologías verdes incorporaran a los países en desarrollo en su huella de despliegue en condiciones preferentes. El objetivo no debería ser únicamente buscar equilibrar las aportaciones de contaminación producidas por los procesos de industrialización durante décadas, sino empezar una nueva etapa donde las tecnologías verdes se conviertan en el verdadero impulso de los cambios socioeconómicos que deben afrontar los países en desarrollo.