Con paso firme y bajo una perspectiva de amplia globalidad geoestratégica, la nueva Ruta de la Seda ha ido diseñando el nuevo esquema de comunicaciones, infraestructuras y diplomacia durante los últimos ocho años. La consolidación de la iniciativa, que ha conseguido adherir a multitud de países desde Oriente a Occidente, ha supuesto la remodelación de un modelo de conexiones regionales, con proyección global, difícilmente alcanzable sin el respaldo de la mayor iniciativa de inversión en infraestructuras de la historia.
Conseguir desplegar un nuevo esquema de conexión a través de la construcción de nuevas infraestructuras es la parte tangible de la iniciativa. El poder de una diplomacia reforzada a través de la construcción de vínculos bilaterales más sólidos y relaciones comerciales y económicas más intensas es la parte intangible, un activo imposible de cuantificar cuando se trata de afrontar los retos que plantea la gobernanza mundial ante desafíos globales.
La creciente influencia geopolítica conseguida por China en este tiempo más allá de su entorno más cercano en la región asiática, en África, América Latina e incluso Europa, ha impulsado la presentación de propuestas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea para contrarrestar el poder geoestratégico alcanzado por el gigante asiático. La cooperación en infraestructuras organizada por Estados Unidos bajo la denominación de Build Back Better World (B3W), y la recientemente anunciada como Global Gateway por parte de la Unión Europea, buscan ser la alternativa al desarrollo global de infraestructuras planteado por China.
Anunciados los planes de Estados Unidos y la Unión Europea con los que se espera movilizar miles de millones de dólares para mejorar la carencia en infraestructuras que tiene el mundo en cuestión de acceso universal a la energía, agua, mayor movilidad, y que el Banco Mundial ha cuantificado en 1,3 billones de dólares, la nueva Ruta de la Seda sigue avanzando en su diseño geoestratégico de conexión con la incorporación de Laos al esquema global.
Coincidiendo con el 46 aniversario de la República Democrática Popular de Laos, el país inauguraba el pasado 2 de diciembre los 422 kilómetros de vía férrea que conecta la frontera con China y la capital Vientián a una velocidad de 160 kilómetros a la hora para trenes comerciales y de 120 kilómetros a la hora para mercancías. La nueva conexión ferroviaria que proporciona mayor integración a un país que no dispone de salida al mar, puede convertirse en el game changer que impulse la revitalización de Laos, que figura entre los países en desarrollo con menor desarrollo. Solamente la inversión de la nueva infraestructura ferroviaria supone algo menos de un tercio del PIB de Laos.
Constituida como joint-venture con un reparto del 70% y 30% entre China y Laos, respectivamente, la infraestructura pasará a ser propiedad de Laos después de 50 años, esté o no cancelada la deuda, al tratarse de un proyecto de Asociación Público Privada donde se contempla la construcción, operación y transferencia al Estado de los activos. Un modelo conocido como BOT, Build Operate and Transfer.
Once años, y una pandemia global que ha ralentizado la conclusión del proyecto, han sido necesarios para que Laos cuente con una infraestructura con la que poder convertirse en hub hacia la región ASEAN, haciendo de enlace con el punto de inicio de la vía férrea en la ciudad china de Kunming. Un proyecto que incorpora un total de 75 túneles y 77 puentes para conseguir sortear una orografía montañosa y densamente poblada, que conseguirá modelar los flujos comerciales y económicos de la región en la próxima década.
Con la incorporación de Laos, China suma un enclave más a su esfera de influencia y un punto de enlace adicional hacia las zonas costeras que, de unirse Tailandia, le llevaría a conectarse con Malasia y Singapur. Una pieza más en el tablero de la geoestrategia para evitar la vulnerabilidad que constituye el estrecho de Malaca ante la posible configuración de un nuevo esquema global post-pandemia donde las potencias extranjeras podrían ejercer un mayor control naval en la región.