La gira asiática de Donald Trump es parte del esfuerzo de la Administración de EEUU por que se visualice un plan estratégico general que en realidad no existe en términos globales. De acuerdo con su impetuosidad y su culto a una política de improvisaciones, la excursión asiática representa un reto a los asesores presidenciales.
EEUU tiene que garantizar a Japón su compromiso en la defensa de este país, no sólo frente a Corea del Norte sino también frente al expansionismo marítimo y las reclamaciones chinas sobre algunas islas; un mayor acercamiento a Vietnam sobre la base de una alianza anti China, un enemigo histórico de Hanoi casi más que EEUU, y, a la vez, atraerse a China para que presione a Corea del Norte e introduzca un factor de distensión en las provocaciones de Kim Jon-un. Este laberinto, que explica esta semana Nieves C. Pérez, es un desafío a un presidente que ha hecho de las afirmaciones simplistas su bandera estratégica.
No va a ser sencilla, pues, la tarea del secretario de Estado Tillerson o sus asesores de Defensa, y en este terreno la diplomacia china puede tener ganados varios puntos de antemano cuando, además, es Trump quien ha frustrado muchas esperanzas rompiendo el Tratado de Libre Comercio que, curiosamente, está defendiendo China a su manera, y en su versión más favorable.
Cualquier error, aunque sea verbal (y de esto debería saber ya mucho Donald Trump) puede crear una situación insostenible en una región donde la desconfianza en los aliados respectivos está llevando a un repunte del nacionalismo en países como Japón y Filipinas, además del Sureste asiático.