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Xi visita Corea del Norte. Nieves C. Pérez Rodríguez

por: 4ASIA
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Washington.- A finales de la semana Xi Jinping visitó Corea del Norte, en medio de una de las peores crisis que atraviesa China en los años recientes. Con varios frentes abiertos, uno con Washington y una guerra comercial, que, a pesar de haber intentado manejarla con discreción está teniendo efectos negativos en su economía, con previsiones aún más perjudiciales; y el otro en Hong Kong, que se les ha complicado más de lo que previeron. Mientras los manifestantes siguen ocupando las calles, la suspensión de la ley de extradición prueba que, al menos de momento, la sociedad civil está ganándole el pulso a Beijing.

Hacía más de 14 años que un presidente chino no pisaba suelo norcoreano. Aunque entre las dos naciones hay lazos e intereses comunes, la persistencia de Pyongyang por desarrollar su carrera nuclear y las frecuentes pruebas tensaron la alianza y la cercanía comenzó a enfriarse. Hasta el punto de que China apoyó las sanciones a Corea del Norte en Naciones Unidas durante el momento en que Kim Jong-un insistía en mantenerse herméticamente aislado.

Pero la situación ha dado un vuelco. Desde que Trump ocupa la Casa Blanca el juego de poder es otro y las reglas han cambiado. Trump ha intentado lo que ningún otro líder estadounidense se hubiera atrevido tan siquiera pensar, y eso ha desequilibrado los centros de poder.

China, por su parte, ha sido acorralada en el plano económico, por sus prácticas irregulares y está padeciendo los efectos, por lo que se ha visto presionada a usar aliados históricos como Pyongyang para desviar la atención del mundo con su visita, que aprovecha en vender como parte de un proceso de negociación nuclear.

En tal sentido, la agencia china de noticias Xinhua publicaba el día de llegada de Xi a Pyongyang que “la esperanza sigue viva para resolver el estancamiento nuclear”. Queriendo poner en primer plano las discusiones del desarrollo nuclear norcoreano y darles protagonismo a estas conversaciones, intentando cambiar con esos nuevos titulares los que han ocupado las primeras páginas de los diarios en las últimas semanas.

No es nuevo que Beijing intente sacar partido a una situación de crisis. Por su parte, Corea del Norte está pasando una de las sequías más duras de su historia, de acuerdo con los medios oficiales, lo que agrava aún más la situación alimenticia en el país. Los norcoreanos saben lo que es pasar hambre, excepto Kim Jong-un que claramente está sobrealimentado. Ya en los años noventa miles de personas murieron en una terrible hambruna. Y actualmente Naciones Unidas está contemplando que un 40% de la población se enfrenta a una grave escasez de alimentos.

Para Kim Jong-un la visita de Xi Jinping es una buena noticia, pues revive su imagen de líder internacional, mientras que da esperanza a su gente de que están trabajando para mejorar la situación doméstica.

China sigue siendo el país que más asiste a Corea del Norte con todo tipo de ayuda. Los envíos de alimentos desde China superan considerablemente los envíos recibidos por ONGs. Rusia también es un donante importante para Beijing, la semana pasada anunciaba que estaba enviando cuatro mil toneladas de trigo y 4 millones de dólares, según la BBC. Seúl ha estado también enviando dinero y alimentos para tratar de contrarrestar los efectos de la crisis.

Mientras que Kim Jong-un ha hecho cuatro visitas oficiales a Beijing, Xi Jinping es la primera vez que recíprocamente le corresponde. Y lo hace en un momento en que tiene muchos líos en casa y le convenía salir y aparecer en Pyongyang en medio de la cobertura mediática casi exclusiva de los medios oficiales de ambos países, y en medio de un despliegue de caravanas, protocolos pomposos y honores a su persona que desvía la conversación hacia otro lugar.

Mientras todo ese derroche ocurre, la mitad del pueblo norcoreano es obligado a pasar hambre por los caprichos de su líder de mantenerse aislado y sancionado por no estar dispuesto a parar su carrera nuclear. Mientras, los hongkoneses mantienen su lucha al pie del cañón, dando un ejemplo al mundo de cómo se defiende un sistema democrático. (Foto: Gabriel Britto)

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