Donald Trump en su laberinto. Nieves C. Pérez Rodríguez

Washington.- Parece que la locura que vive estos días la Casa Blanca la ha desencadenado la salida del polémico libro “Fuego y furia” que inicialmente parecía poder aportar las claves de los intríngulis internos, uno de los asuntos más escabrosos que ha mantenido a la prensa en vilo por 12 meses.

Veníamos de 8 años consecutivos de relativa normalidad, y digo relativa porque la presión e inmediatez con la que se trabaja alrededor del presidente estadounidense es muy alto y los niveles de tensión máximos. Pero si a Obama algo no se le puede criticar es precisamente la lealtad para con su círculo cercano, y la sensibilidad con la que él personalmente trató a todos los que, de una u otra manera, pasaron por allí. Si además hacemos una pasada rápida por la vida personal de Obama, no hay nada oscuro, más bien se podría decir que la ética y la moral son su marca personal.

Ahora no sólo pasamos a lo dramáticamente opuesto, sino que la polémica en torno a Trump ha existido siempre, en sus negocios, su dudosa manera de cerrarlos, en su vida persona (aunque  esta parte es mejor dejarla para una columna de cotilleo rosa que es más apropiada) ; pero, en pocas palabras, su vida que ha transcurrido entre fama, riqueza y féminas. Y esto sin mencionar aquellos comentarios totalmente inapropiados que hizo, aún en campaña, sobre las mujeres, que son un claro reflejo de su persona y quién es el individuo.

Como si todo esto no fuera ya suficiente, sus cercanas relaciones, como Steve Bannon, que ahora es el “Descuidado Bannon”, (como lo ha llamado el propio Trump), fue quién ayudó al autor del libro a acceder a la Casa Blanca, y quien ha afirmado que sólo durante la campaña, el abogado personal de Mister Trump tuvo que silenciar unas 100 mujeres con dinero para que no se filtrara a la prensa.

 Además, está la investigación de los nexos de los Trump con Rusia, que también es mencionada en el libro de Wollf; que, valga decir, ha sido la sombra más oscura que persigue a ésta Administración, aunque hubo un breve espacio de calma cuando el General Flynn, (elegido para ser el Consejero de Seguridad Nacional), se declaró culpable de haber mentido al F.B.I. Pero hasta ahora, algunas afirmaciones hechas por el autor siguen flotando en el aire en busca de que se pueda determinar su veracidad, mientras que muchas otras se han ido desmoronando por no ser auténticas. El mismo Bannon, que apadrinó el libro, se retracta cuando empieza a encontrarse aislado y mientras se le retira el apoyo económico.

Además, la pasada semana se conoció el desafortunado adjetivo que Trump utilizó para referirse a países como Haití y el Salvador junto con países africanos, mientras que afirmaba que debía traerse noruegos en vez de ciudadanos de estos países. Dejando por sentado, una vez más, su autentica posición, que nos lleva atrás, a las concentraciones de los blancos supremacistas, el desdichado incidente en Charlottesville, y como estos grupos extremistas se sienten apoyados por el presidente y su clara preferencia hacia los blancos.

Pero tal y como afirmo Steven Collinson, periodista de CNN, el que haya visto su carrera no se sorprende ante estos comentarios, lo que sorprende profundamente es que el presidente de Estados Unidos sea capaz de admitir su tendencia en reuniones con otros políticos, o altos funcionarios. Es como darle un bofetón a la historia de este país, y los intrincados problemas raciales aún existentes en ésta sociedad.

Y para cerrar la semana, como si no hubiera sido suficiente todo lo mencionado, Trump cancela su viaje a Londres, preparado para principios de febrero, en el que debía inaugurar la “Gran Fortaleza del Támesis”, tal y como le llaman, la nueva embajada estadounidense, y culpa a Obama de ello, afirmando que la venta de la embajada previa se hizo por cacahuetes, o sea, por un precio irrisorio. Como si esa decisión la hubiera tomado la Administración anterior, cuando realmente fue bajo la Administración Bush, pero ejecutada en la Obama.

Pero, en su estilo propio, Trump hizo el anuncio de la cancelación del viaje por su cuenta de Twitter, lo que le ahorró trabajo burocrático al Departamento de Estado para buscar excusas diplomáticas y justificar tal ausencia. Otra prueba de la ligereza con que el presidente estadounidense trata las relaciones con uno de los aliados históricos de este país.

Pero seguramente Míster Trump no estaba dispuesto a estar en Londres rodeado de manifestantes protestando por su visita y sus irreverentes formas y comentarios.

Otra prueba de la crisis interna es la dimisión del embajador estadounidense en Panamá. Diplomático de carrera desde los años 90, experto en el continente americano, desde Canadá hasta la Patagonia incluido el Caribe, explica que no puede servir al Estado bajo la presidencia de Trump. Como buen diplomático se reserva los detalles, pero que en el fondo es público que uno de los grupos más afectados de las imprudencias o incluso ignorancias de Trump son los diplomáticos que deben intentar mantener un tono adecuado y respaldar la línea presidencial.

Si cuesta creer que todo esto esté pasando simultáneamente en Washington, hay que estar atento a los movimientos  y ver que hará el partido republicano, si intentar suavizar la gravedad de la situación o si más bien comenzará una carrera para sustituir a Trump, quien está destruyendo la imagen de su partido y poniendo en una situación de riesgo a una sociedad que en el fondo es profundamente conservadora y le ha costado mucho llegar a donde se encuentra actualmente. Una sociedad en la que el racismo se ha minimizado y penalizado, en la que el respeto y las formas son importantes, y en la que el discurso del presidente debe por encima de todo unir a razas y religiones, pues Estados Unidos es un país de inmigrantes y de colores que van desde el blanco mas puro hasta el negro más profundo. (Foto: Donald McCristopher, Flickr)