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China en la crisis afgana. Nieves C. Pérez Rodríguez

por: 4ASIA
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Los talibanes se han hecho con el control de regiones y ciudades en tiempo récord. Para quienes han servido en Afganistán e informado desde esta zona desde el 2001 no había dudas de que la salida de Estados Unidos complicaría el escenario doméstico. Pero con lo que no se contaba era una salida tan catastrófica y tan mal organizada.

Era bien sabido que el entonces vicepresidente Biden apoyaba la salida desde la era Obama. Y que mantuvo su opinión al respecto, pero la tan apresurada salida ha dejado en un peligro innecesario al propio personal estadounidense en la embajada que ha tenido que ser desalojado con helicópteros hasta el aeropuerto y ha puesto a la población afgana en una situación de extrema vulnerabilidad, especialmente aquellos que trabajaron de la mano con los estadounidenses a lo largo de estos años.

La estrepitosa salida responde a una decisión de la Casa Blanca con el propósito en hacerla coincidir con el vigésimo primer aniversario del ataque del 11 de septiembre del 2001. Aunque, obviamente, no contó con una estrategia sino más bien el deseo de Biden y su equipo de seguridad nacional de acabar con esta guerra. Esta decisión se convertirá en la gran vergüenza de la Administración Biden pues con los talibanes en el control del país retrocedemos a la situación inicial de finales del siglo veinte y un cambio geopolítico en la región.

En cuanto a la imagen internacional de los Estados Unidos, la retirada en estos términos también despierta muchas dudas de su real compromiso con la región y los aliados. Mientras, pone en una situación ventajosa a los principales rivales estadounidenses como Rusia y China, quienes han venido con discreción apoyando a los talibanes durante la guerra y aprovecharán el momento para negociar influencia y contratos en el Afganistán de los talibanes.

China comparte 76 kilómetros de fronteras con Afganistán a través del corredor de Wakhan, definido como “una resaca imperial muy disputada” de acuerdo a Sam Dunning en un artículo publicado en Foreing Policy.

Ese paso fronterizo ha sido paso histórico entre ambos países a través del Puerto de Wakhjir, que ha sido milenariamente utilizado desde la creación de la ruta de la seda, razón por lo cual ha sido muy disputado por las potencias dominantes en diferentes momentos de la historia. China ve una gran oportunidad en este momento de entrar en Afganistán y muy probablemente será de los primeros países en dar reconocimiento al gobierno talibán.

En efecto, Beijing ha venido preparando el terreno. Las imágenes publicadas por medios oficiales chinos durante la visita de Mullah Abdul Ghani Baradar (jefe político de los talibanes en Afganistán) recibido por el ministro de exteriores de china Wang Yi en Tianjin a finales de julio ya levantó desconfianza sobre cuales sería los planes de Beijing en el caso de que los talibanes se hicieran con el control del país. Aunque en ese momento los análisis no preveían una salida tan abrupta.

Afganistán posee un gran atractivo para China por su extensa riqueza natural de oro, platino, plata, cobre, hierro, cromita, litio, uranio y aluminio, entre otros minerales. También posee piedras preciosas como esmeraldas, rubíes, zafiros, turquesas y lapislázuli. El servicio geológico de los Estados Unidos hizo una extensa investigación que concluyó que este país se encuentra entre las naciones con más riqueza de elementos raros de la tierras como el lantano, cerio, neodimio o el litio que sólo en la provincia de Ghazni el reporte afirma que encontró más depósitos que en Bolivia que es el país que tiene las mayores reservas del mundo.

A principios de julio se había reportado que las autoridades de Kabul estaban cada vez más interesadas en el “corredor económico chino – pakistaní” cuya inversión es de 62 mil millones de dólares y que consiste en la construcción de carreteras, vías férreas, así como oleoductos energéticos entre Pakistán y China. Mientras el enorme proyecto contempla también la construcción de vías de comunicación entre Pakistán y Afganistán, todo como parte del “Belt Road iniciative”.

De acuerdo a Derek Grossman, “China está construyendo una gran carretera en el corredor de Wahkan, a pesar de la complejidad del terreno. Con la conclusión de esta vía China habría conectado la provincia de Xinjjiang con Afganistán y en consecuencia con Pakistán y por lo tanto Asia Central, complementando así su red de carreteras existentes a través de la región.

La Administración Biden heredaba un acuerdo firmado por Trump, pero aun así contaba con suficiente margen de maniobra que pudo y debió utilizar para bien renegociar la salida, los términos de ésta o al menos la forma de marcharse. Porque nadie mejor que los estadounidenses que han pasado los últimos veinte años en esas tierras, con los mejores expertos en terrorismo a la cabeza, los equipos de mayor sofisticación, que han gastado 2.26 billones de dólares de acuerdo con los últimos estimados, y que se han dedicado a estudiar a los talibanes hasta el último detalle, sabían que una salida abrupta suponía un grandísimo riesgo para la estabilidad del país, las mujeres y niñas, y todos aquellos que colaboraron con las fuerzas estadunidenses allí.

 

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