En Bakú, capital de Azerbaiyán, se inauguró con importantes ausencias la cumbre anual sobre el clima, está vez oficialmente centrada en la necesidad de pactar mecanismos de financiación para hacer posible la llamada transición energética en aquellos países y regiones menos adaptadas, más vulnerables y con menos recursos para ese proceso.
Cada vez más, el cambio climático, sus orígenes y sus consecuencias se alejan más del debate científico, que lo hay por mucho que se quiera imponer una doctrina rígida y oficializada, para instalarse en un discurso fundamentalmente ideológico que trata de atribuir todos los efectos del proceso al sistema capitalista, las sociedades abiertas y el bienestar occidental. En este marco, parece coherente que China, Rusia y otros aspiren a parecer cómo líderes del cambio y fiscales de los culpables. Como apoyo, las movilizaciones frente a la sede de la cumbre con apoyos a Hamás y la llamada causa palestina y las consignas apocalípticas habituales.
China ha venido siendo, durante décadas, el país más contaminante, el mayor emisor de gases de efecto invernadero producto de una economía planificada desde las oficinas del Partido Comunista gobernante. Y China va a defender en Bakú sus resultados en la contención de ese fenómeno en el país y el supuesto éxito de sus medidas.
“China ha echado el freno al carbón», declaró la directora del proyecto de Greenpeace Asia Oriental, Gao Yuhe, según los datos oficiales de Pekín. Según esos datos, el país asiático aprobó 14 nuevos proyectos de energía a carbón en los primeros seis meses de 2024, con una capacidad combinada de 10,34 gigavatios, una disminución interanual del 79,5 %, según la organización medioambiental.
Sin embargo, Greenpeace dijo que es preocupante el hecho de que casi tres cuartas partes de dichas aprobaciones fueron grandes instalaciones «que no se activan y desactivan ágilmente, lo que contradice el propósito declarado de utilizar estas instalaciones como respaldo en los períodos de máxima demanda, indicó Gao.
Los debates en Bakú van a quedar, probablemente, en propaganda y búsqueda de negocios de sostenibilidad sin adaptar las medidas necesarias a las posibilidades reales y sin alterar bruscamente y sin alternativas de progreso el mercado, los empleos y el bienestar general.