En medios de expertos occidentales han apareció señales de alerta sobre un aumento del recelo entre Rusia y China, a pesar de la oficial estrecha amistad entre Moscú y Pekín que sigue suministrando pertrechos y soldados a la invasión rusa de Ucrania, conflicto el que Rusia parece estar empantanada y confía en obtener, con ayuda de Trump, una rendición parcial de Ucrania y entrega a Rusia de los territorios que ya ocupa en el este del país.
La filtración de un informe secreto del FSB, el servicio de seguridad ruso, sobre la reactivación de ambiciones territoriales de China en Rusia oriental y en Asia Central, y del que informa Alexia Columba en ABC, abona esta preocupación.
China y Rusia tienen una larga historia de enfrentamientos por límites fronterizos en discusión, producto de acuerdos en el siglo XIX entre los zares y los emperadores chinos y más tarde corregidos, aunque no aceptados por China, en la época de Stalin. Pero en la coyuntura actual, el gobierno chino está refrenando los argumentos del ala más nacionalista del Partido Comunista Chino para aprovechar la debilidad actual de Rusia y reamar territorios “usurpados” de Manchuria y hoy rusos, aunque a veces emite mapas que los incluyen como chinos.
China está aprovechando las dificultades rusas para comprar a bajo coste productos, y no solo energéticos, que Rusia no puede vender a Europa por las sanciones y le vende a Moscú piezas de artillería para su guerra de Ucrania, pero, según el FSB, mueve piezas para desplazar empresas e intereses rusos en Asia Central y sureste asiático y, lo que es más preocupante, el documento alerta de una preparación acelerada de las fuerzas armadas chinas y añade que los militares chinos parecen ansiosos por estar listos para una guerra moderna y rápida. En este sentido, los rusos subrayan el cerco militar a Taiwán y preparativos para aumentar presencia militar china en el Ártico, en zonas consideradas de interés ruso.