En los prolegómenos de su encuentro con Xi, a finales de octubre, Donald Trump, en su habitual estrategia del palo y la zanahoria, el halago y la amenaza, han lanzado mensajes de distensión hacia Pekín.
El presidente estadounidense ha señalado que no hay riesgo de invasión para Taiwán por pate de la China continental aunque admite que éste, el de Taiwán, será uno de los asuntos fundamentales en la agenda del encuentro. Donald Trump añadió respecto a un mecanismo especial de disuasión contra los probables planes chinos de ocupar la isla que “no creo que lo necesitemos. Creo que estaremos bien con China. China no quiere hacer eso. En primer lugar, Estados Unidos es la potencia militar más fuerte del mundo, con diferencia. China no está ni cerca. Tenemos el mejor equipamiento. Tenemos lo mejor de todo, y ante eso nadie va a meterse en líos”.
Desde Taiwán, las opiniones de Trump se han recibido con recelo. Efectivamente desde allí se piensan que existen mecanismos disuasorios pero también son conscientes de enorme poderío aeronaval de China respecto a la isla y defienden la necesidad de seguirse fortaleciendo con el apoyo de EEUU. En ese contexto, temen que detrás de la relativización de la amenaza china, Trump acabe sugiriendo un gran acuerdo comercial que incluya presiones sobre Taiwán para un plan de negociaciones de acercamiento con la meta de una unificación “blanda” pilotada por Pekín. Trump Vaticina que la «muy buena» relación comercial de EEUU y China evitará conflictos con Taiwán o Australia.
La sombra de la experiencia de Hong Kong donde China ha acabado imponiendo sus normas y su limitación de derechos y libertades ocupa la conciencia colectiva de los taiwaneses.