La 30.ª Conferencia de las Partes (COP30), celebrada en Belém (Brasil) entre el 10 y el 21 de noviembre de 2025, se consolidó como uno de los hitos más relevantes del régimen climático internacional desde la firma del Acuerdo de París. El encuentro se desarrolló en un momento marcado por la aceleración de los eventos climáticos extremos, una presión creciente de la comunidad científica para mantener abierta la posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, y tensiones geopolíticas que dificultan los consensos multilaterales (Carbon Brief, 2025; IISD, 2025). El simbolismo de su ubicación en el corazón de la Amazonía añadió un componente político fundamental, reforzando la idea de que la protección de los bosques tropicales y la transición energética justa deben situarse en el centro de la acción climática global.
A pesar de las expectativas, el balance final de Belém fue mixto. Por un lado, la cumbre avanzó en ámbitos como la financiación climática, la adaptación y el mecanismo de pérdida y daño. Por otro, no logró cerrar un acuerdo vinculante sobre la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, un objetivo considerado esencial por amplios sectores científicos y diplomáticos (The Guardian, 2025). En este escenario, China desempeñó un papel estratégico, actuando simultáneamente como potencia imprescindible para cualquier acuerdo global y como actor que prioriza la flexibilidad en sus obligaciones internacionales (WRI, 2025). Su posición influyó de manera decisiva en el contenido final de las decisiones adoptadas.
- Contexto previo y expectativas globales
La preparación de la COP30 estuvo marcada por una serie de informes del IPCC que advirtieron sobre la proximidad del planeta a superar el umbral de 1,5 °C antes de 2035 si no se aplicaban reducciones rápidas, drásticas y sostenidas de las emisiones globales (IISD, 2025). A ello se sumaron megasequías en África y regiones del Cono Sur, incendios de gran escala en Estados Unidos, Canadá y Australia, y récords de temperatura en Oriente Medio que alcanzaron los 50 °C por segundo año consecutivo. Estos factores contribuyeron a construir una narrativa de urgencia científica y política que situó a Belém como una cumbre supuestamente decisiva.
Las tensiones geopolíticas también condicionaron las expectativas. La fractura entre Estados Unidos y China, la guerra en Ucrania, la desestabilización en Oriente Medio y la creciente rivalidad comercial entre grandes bloques económicos dificultaron la posibilidad de consensos amplios y efectivos (Reuters, 2025). La UE llegaba a la COP con una estrategia climática reforzada, pero enfrentaba críticas internas por los costes socioeconómicos de la transición; mientras que los países del Sur Global reclamaban mayor financiación y equidad.
Las expectativas se centraban especialmente en tres grandes ámbitos:
- financiación climática y apoyo a la adaptación,
- definición de un compromiso claro sobre combustibles fósiles,
- mecanismos más transparentes para la transición energética.
Sin avances sustanciales en estos temas, varios analistas advertían que el Acuerdo de París podía perder capacidad operativa y transformarse en un marco predominantemente declarativo (Carbon Brief, 2025).
- El “Belém Package”: avances en financiación, adaptación y pérdida y daño
El avance más importante de la COP30 fue la adopción del llamado Belém Package, un conjunto de decisiones orientadas a reforzar la arquitectura financiera para enfrentar el cambio climático. Su elemento central, el “global mutirão”, consistió en un compromiso político para triplicar la financiación de adaptación antes de 2035, un anuncio recibido con optimismo cauteloso por parte de los países en desarrollo (UNFCCC, 2025). Sin embargo, no se definieron mecanismos jurídicos para garantizar el cumplimiento, ni rutas de movilización específicas, lo que generó críticas sobre la credibilidad del compromiso (IISD, 2025).
En materia de pérdida y daño, Belém logró establecer un sistema de reposición periódica del Fondo, considerado históricamente uno de los temas más conflictivos. Organizaciones como WRI (2025) señalaron que este fue uno de los logros más tangibles, aunque advirtieron que, incluso con el nuevo acuerdo, la financiación prevista dista enormemente de las necesidades, estimadas en más de 300.000 millones de dólares anuales para 2030. La brecha financiera sigue siendo especialmente problemática para los pequeños Estados insulares y países menos desarrollados, que dependen en mayor medida de la ayuda internacional para hacer frente a impactos climáticos crecientes.
El Belém Package también incluyó iniciativas sobre deuda verde, transición energética justa, tecnologías limpias y protección de bosques tropicales, aunque la mayoría carecen de mecanismos de seguimiento robustos. Diversos analistas señalan que el paquete representa un avance diplomático, pero no un punto de inflexión estructural en la financiación climática global (Carbon Brief, 2025).
- La imposibilidad de acordar una hoja de ruta vinculante sobre combustibles fósiles
El debate sobre la eliminación progresiva de los combustibles fósiles se convirtió en el punto más conflictivo de la cumbre. La UE, los países insulares y un numeroso grupo de Estados exigieron incluir por primera vez un calendario vinculante de eliminación de petróleo, gas y carbón. Sin embargo, países productores y grandes economías emergentes se opusieron frontalmente, argumentando que las obligaciones estrictas no pueden ignorar los distintos niveles de desarrollo, las desigualdades históricas en emisiones acumuladas y las necesidades de seguridad energética (Reuters, 2025).
China, India, Arabia Saudí y varios miembros de la OPEP defendieron una transición “ordenada, justa y diferenciada” sin compromisos jurídicos específicos. Pekín, en particular, subrayó que imponer obligaciones uniformes podría perjudicar gravemente su modelo de desarrollo, todavía dependiente en parte del carbón para garantizar la estabilidad energética (MOFA China, 2025).
El resultado fue un texto calificado de “ambiguo” por medios especializados. La decisión final se limitó a “reconocer la necesidad de acelerar la transición energética y reducir el uso de combustibles fósiles”, sin establecer metas temporales ni compromisos cuantificables (UNFCCC, 2025). The Guardian (2025) calificó este resultado como el “mayor fracaso” de Belém, y Carbon Brief (2025) señaló que sin una hoja de ruta concreta, el objetivo de 1,5 °C es prácticamente inalcanzable.
- Iniciativas voluntarias y compromisos no vinculantes: una tendencia en expansión
Ante las dificultades para alcanzar acuerdos universales, Belém registró una proliferación de iniciativas voluntarias que, aunque demostraron una creciente cooperación sectorial, carecen de fuerza jurídica y mecanismos de rendición de cuentas. Entre estas, el Belém 4x Pledge, que busca cuadruplicar el uso de combustibles sostenibles para 2035, fue uno de los anuncios más destacados. Se impulsaron también compromisos en energía solar, hidrógeno verde, eficiencia energética, transporte sostenible, protección de bosques y sistemas alimentarios resilientes.
Las iniciativas voluntarias fueron celebradas como gestos positivos, especialmente porque permiten actuar con rapidez sin necesidad de esperar el consenso de 198 Estados. Sin embargo, múltiples organizaciones advirtieron que su proliferación puede contribuir a fragmentar la gobernanza climática internacional si no se integran en marcos de transparencia y verificación (IISD, 2025). Aunque representan un dinamismo notable, su impacto real está condicionado a su implementación nacional, al acceso a financiación y a la voluntad política de los Estados participantes.
Este auge de iniciativas no vinculantes refleja un desplazamiento progresivo desde el multilateralismo tradicional hacia una diplomacia climática más flexible, pero también más dispersa. Algunos autores señalan que esta tendencia puede reforzar la acción climática a corto plazo, pero a costa de erosionar la coherencia del sistema global si no se establecen puentes entre los compromisos voluntarios y los objetivos oficiales del Acuerdo de París (WRI, 2025).
- El papel estratégico de China en Belém y en la gobernanza climática global
China desempeñó un papel decisivo en Belém, tanto por su peso geopolítico como por su condición de mayor emisor mundial. Su delegación sostuvo que la cumbre debía respetar el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y evitar imponer obligaciones uniformes sin tener en cuenta el nivel de desarrollo (MOFA China, 2025). Pekín apoyó activamente el refuerzo de la financiación para adaptación y la transferencia tecnológica, y promovió la cooperación Sur–Sur como mecanismo complementario a la ayuda tradicional Norte–Sur.
Sin embargo, China se negó a asumir compromisos vinculantes adicionales a los incluidos en su NDC actualizada para 2025. Reiteró su intención de alcanzar el pico de emisiones antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060, pero no ofreció nuevas metas cuantificadas ni un adelanto de sus plazos. Para Carbon Brief (2025), esta posición refleja un equilibrio complejo entre ambición climática y seguridad energética. Aunque China lidera el mundo en energías renovables —representa más del 50 % de la capacidad solar instalada global—, su demanda energética sigue creciendo y mantiene una dependencia significativa del carbón.
China también expresó profundas reservas hacia el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono de la UE (CBAM), considerándolo una posible “barrera comercial injustificada” (Reuters, 2025). Este desacuerdo influyó directamente en las negociaciones sobre mercados de carbono y sobre mecanismos de financiación vinculados al comercio internacional.
El papel chino en Belém revela, en definitiva, una diplomacia climática pragmática, orientada a consolidar su posición como proveedor global de tecnologías limpias, pero sin aceptar compromisos jurídicos que puedan limitar su desarrollo. Su influencia condiciona profundamente la capacidad del sistema multilateral para avanzar hacia metas climáticas más exigentes.
Conclusiones
La COP30 dejó un balance dual: avances diplomáticos significativos en financiación, adaptación y pérdida y daño, acompañados de bloqueos profundos en la cuestión de los combustibles fósiles. El Belém Package representa un progreso notable, pero insuficiente para cerrar la brecha entre ambición y acción. La falta de una hoja de ruta vinculante para la eliminación de los combustibles fósiles mantiene en riesgo el objetivo de 1,5 °C.
China actuó como mediador pragmático y actor imprescindible, pero no elevó su ambición climática vinculante. Su peso económico y su modelo de desarrollo condicionan la gobernanza climática global. El reto para las próximas cumbres será transformar compromisos voluntarios en políticas verificables, reforzar la financiación climática y articular una transición energética justa que no profundice las desigualdades existentes.
Bibliografía
Carbon Brief. (2025). COP30: Key outcomes agreed at the UN climate talks in Belém.
IISD. (2025). COP30 Outcome: What it means and what’s next.
Ministry of Foreign Affairs of the People’s Republic of China. (2025). China to work with all parties to achieve positive, balanced results.
Reuters. (2025). COP30 climate summit deadlocked as EU rejects draft deal.
The Guardian. (2025). Fossil fuel giants finally in the crosshairs: COP30 avoids total failure with last-ditch deal.
UNFCCC. (2025). Decisions of the Belém Climate Change Conference.
WRI. (2025). COP30: Outcomes, disappointments and what’s next.




