El primero de febrero da comienzo al nuevo año chino, el Año del Tigre, y por tercer año consecutivo las celebraciones del festival más importante en el país se encuentran en una especie de limbo debido a la pandemia y las estrictas restricciones impuestas por el gobierno chino.
Las celebraciones del año nuevo chino son lo más parecido a las navidades en las culturas cristianas, donde la reunión de las familias es parte fundamental de la festividad. En consecuencia, las movilizaciones de ciudadanos chinos reportadas durante este festival, que tiene una duración de unos 15 días, representan estadísticamente los flujos de viajes más grandes del planeta.
Este año las autoridades están pidiendo a los ciudadanos cooperación y responsabilidad, incluso en aquellas regiones chinas donde los casos de Covid son casi inexistentes. Las autoridades locales cuentan con cierta autonomía por lo que ponen en práctica todo lo que han aprendido durante la pandemia para contener los contagios. Un buen ejemplo es lo ocurrido en la ciudad de Xi`an, ubicada en el centro de China, que permaneció en confinamiento estricto por un mes entero. Sus casi 13 millones de ciudadanos tuvieron que mantenerse en aislamiento en sus casas hasta el lunes pasado como una medida extrema para prevenir contagios.
Otro caso es el de Dongguan, un centro manufacturero en el que habitan 7 millones de chinos que se han desplazado desde sus zonas de origen hasta allí por trabajo y las autoridades locales han ofrecido recompensar a aquellos ciudadanos que no viajen con 80 dólares. Lo que es una cantidad significativa para motivar a los habitantes a permanecer en Dongguan durante este festival.
El caso de Beijjing supera hasta la trama de cualquier película de Hollywood y como que si de ficción se tratara la capital china ha dividido la ciudad en dos. Por un lado se encuentra la vida y actividad normal de la ciudad que como ha venido ya sucediendo está exquisitamente escrudiñada por sus autoridades, quienes reciben alertas hasta de lo que un residente compra en la farmacia, por ejemplo algún medicamente que trate un constipado o síntomas de gripe emite un aviso que identifica al usuario que lo ha comprado, por lo que en el siguiente puesto de control (que valga decir se encuentran desplegados por toda la metrópoli) podría ser obligado a hacer una cuarentena para descartar que lo que tiene sea potencialmente Covid. O como recién ha hecho el distrito de Fengtai que había registrado desde el 15 de enero 45 casos de Covid por lo que decidieron lanzar una agresiva campaña para hacerle la prueba de Covid a sus 2 millones de ciudadanos en un día.
Ahora bien, la otra parte de la ciudad es la estratégicamente planificada para los Juegos Olímpicos de Invierno que comenzarán el 4 de febrero, sólo 3 días después del año nuevo chino. Esta área, que abarca una superficie de 180 kilómetros, cuenta con todo lo que los juegos, atletas y otros participantes requerirán.
Se estima que habrá unas 11.000 personas provenientes de todas partes del mundo y se mantendrán en las 3 zonas de competición. La ciudad olímpica se ha diseñado como un sistema de circuito cerrado, una seria de burbujas que se mantendrán absolutamente aisladas de la dinámica y vida de la ciudad.
Ha sido tal el nivel de detalle que teniendo en mente mantener el virus fuera de las fronteras incluso las autoridades que estén trabajando en la ciudad olímpica no tendrán contacto con la otra parte de la ciudad y viceversa. Beijing construyó un tren de alta velocidad para la villa olímpica que se complementa con un sistema de autobuses que servirán para movilizar a los participantes.
Cada participante al llegar a China se le hace el test y aunque el resultado sea negativo, se les continuará practicando cada día un test y se mantendrán aislados del público.
Y aunque toda la capital tiene decoraciones, vallas publicitarias y la mascota de los juegos olímpicos decorando sus alrededores, el ciudadano de a pie no podrá ni acercarse a la villa, ni siquiera circular por sus alrededores. Así como de la misma manera los participantes en los juegos de invierno no podrán salir de sus burbujas olímpicas.
El 23 de enero se cumplían dos años del confinamiento de Wuhan, la ciudad donde se cree que se contagió el paciente cero del Covid-19. Esa dramática medida del gobierno chino sorprendió al mundo, aunque un par de meses más tarde era replicada por muchas otras naciones del planeta. Hoy China tiene una gran experiencia en imponer medidas extremas que en efecto han mantenido los números de infecciones bajas en la mayoría de los casos, aunque a un altísimo costo emocional y oportunamente se han aprovechado para controlar más al ciudadano, que tiene aplicaciones en sus móviles que llevan registro de todas sus pasos, acciones y actividades.
Y en pandemia, ni el comienzo de un año nuevo lunar pinta tan alegre, ni los juegos olímpicos son sinónimos de fiesta…