Biden cumple su primer año como presidente y contra los pronósticos iniciales la situación es desfavorecedora para su administración. Su popularidad se encuentra en el 44 % cuando el primer año de Trump se encontraba en el 37% y la de Obama en el 50%. Ciertamente, ningún otro presidente en la era moderna había tenido que lidiar con una pandemia y estos números son en parte reflejo de esta situación. En efecto, el 64% de los encuestados creen que Biden no ha manejado bien la pandemia, aun cuando los ciudadanos estadounidenses han tenido acceso a vacunas desde principios del 2021.
Según esta encuesta realizada por la CBS y dada a conocer el 16 de enero, la mitad de la población estadounidense se define como frustrada con el presidente, el 49% decepcionados y otro 40% nerviosos con el desenvolvimiento de Biden e insatisfechos con la manera como ha manejado la economía pues el año 2021 se cerró con el 7% de inflación.
La credibilidad de la que hicieron alarde los demócratas durante la era de Trump parece haber sucumbido, lo que demuestra una vez más la crisis política que está atravesando la nación estadounidense, pues tanto republicanos como demócratas parecen haber caído en desgracia.
La esperanza en el escenario internacional con el regreso de los demócratas se centraba en la recuperación de las formas políticas tradicionales y diplomáticas y también el retorno del liderazgo de América, por lo que se anticipó que el presidente Biden asumiría un liderazgo internacional claro y de esa forma los valores occidentales en el mundo recuperarían su fuerza y posición.
Pero nada de esto ha sucedido, El equipo de Biden que maneja la política exterior están compuesto por intelectuales que han salido de universidades de élite estadounidenses que suelen preferir citar autores y libros en sus discursos o comentarios, mientras sostienen la importancia de la igualdad y el respecto individual de cada nación a tomar sus decisiones, aun cuando algunos países estén promoviendo valores antidemocráticos y que en algunos casos pueden llegar a comprometer la seguridad nacional estadounidense.
Biden lleva en sus hombros una larga carrera política y de servicio público por lo que ha sido respetado y reconocido, pero al menos de momento ha fracasado en su intento por recuperar esa “América líder y prospera que ha sido un gran referente internacional”. Y aunque lidiar con una pandemia no ha sido cosa fácil en ninguna nación del planeta, la Administración Biden ha tenido mucho a su favor, como la aprobación de créditos millonarios desde el Congreso para ayudar al ciudadano e impulsar la economía y acceso a las vacunas antes que ningún otro país desarrollado, aunque también ha fracasado en la vacunación, pues no ha conseguido los altos porcentajes de vacunación que ha conseguido España.
Los demócratas criticaron enérgicamente a Trump por no haber sido un líder internacional recio y por su poco interés en nombrar hasta a sus embajadores. Biden, a un año después de haber entrado en la Casa Blanca, tiene posiciones de embajadores vacantes en países tan claves como Reino Unido, Alemania, Italia y Portugal, por nombrar alguno de los aliados de la UE, especialmente en un momento como el actual en el que se está considerando la posibilidad de que Rusia invada Ucrania. Pero tampoco hay nombramientos para Rumanía, Hungría, Croacia o la misma Ucrania.
En otras regiones estratégicas para los intereses estadounidenses tampoco se han nombrado embajadores: Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Qatar, Marruecos, así como tampoco en Surafrica. En América Latina, ni Cuba cuenta con candidato ni tampoco Brasil, a pesar de ser la economía más grande de la región y el país en el que los chinos han conseguido hasta influenciar la política domestica brasileña.
En Asia, ni Filipinas, ni Tailandia ni Corea del Sur cuentan con candidatos en las listas de embajadores, pero tampoco han dado a conocer el nombre del representante en la ASEAN.
El Secretario de Estado, Antony Blinken, que como ya hemos dicho en esta columna era un hombre con carisma y respetado en las esferas del Congreso y el mismo Departamento de Estado, ha defraudado a muchos que anticiparon que sería un Secretario de Estado ambicioso y capaz de dar grandes resultados.
Es cierto que desde el comienzo la Administración Biden ha expresado su preocupación hacía el comportamiento de China y ve en la región de Asia Pacifico una de sus prioridades. Sin embargo, parece no comprender qué es lo que está haciendo Beijing con su Nueva Ruta de la Seda o el BRI (por sus siglas en inglés por el Belt Road Initiative) que va mucho más allá del desarrollo de una red de transporte para movilizar mercancías, pues busca además hacer crecer su influencia internacional, su poder político y con ello hacer crecer su “economía de alta tecnología” tal y como la definen.
Y eso a pesar de que G7, en junio del año pasado, lanzó una alternativa al BRI con el “Build Back Better World” y que busca financiar préstamos para carreteras, puentes, aeropuertos, centrales eléctricas, etc y, en efecto, ya estimaron que necesitarán unos 40 billones de dólares para estas inversiones en los países en desarrollo, la velocidad y astucia china no tiene rival. Y respecto a los países cuyas economías son las más grandes del planeta, China ya ha previsto y desarrollado gran parte de su plan y una vez más lleva la delantera.
Tristemente para las libertades, parece que Biden será un presidente más en la historia del país que, a pesar de seguir siendo grande, cada día disminuye su influencia y poder. Resulta curioso y muy doloroso que todo esto parezca que se está haciéndose deliberadamente…