China sigue desarrollando una discreta pero intensa política de acercamiento y refuerzo de relaciones con los países del sureste asiático (especialmente con Tailandia y Vietnam y con Birmania ya las tienen muy intensas) una región que en las últimas décadas se han ido aproximando a Occidente sin reformar las estructuras autoritarias de sus Estados.
Para Estados Unidos es importante el acercamiento entre Pekín y Bangkok, ya que Tailandia, por encima de coyunturas económicas y políticas ha mantenido una buena relación con Washington durante las turbulentas guerras contra los regímenes comunistas de Vietnam y Camboya y las inestabilidades internas repetidas.
Pero, pacientemente, China ha ido construyendo una política de relaciones económicas hasta ahora beneficiosas para ambos países y esto ha visto un relanzamiento en medio de la incertidumbre que la política fiscal de Donald Trump. Y esto es especialmente sensible en el que, paralelamente, la Administración de EEUU está reforzando sus alianzas estratégicas y su presencia militar en la región, desde el Índico al mar de Corea ante una evidente expansión de la influencia china.
En febrero pasado, Tailandia expulsó hacia China a 40 refugiados uigures, la minoría musulmana del oeste de China perseguida, y EEUU aprobó sanciones contra el régimen tailandés, China lleva años presionando a todos los países con los que mantiene relaciones para que rompan relaciones con Taiwán y dificulten la estancia de refugiados uigures en sus territorios. La evolución de y el éxito o no de estas presiones suele ser un buen indicio para valorar el buen entendimiento de China con otros socios.
Con la decisión sobre los refugiados uigures, Tailandia puso fin a más de una década de limbo jurídico al que fueron sometidos los más de 300 uigures que se exiliaron en dicho país en 2014 procedentes de China, una decisión que ha generado malestar en Estados Unidos.
El acuerdo se anunció tras un encuentro entre Xi Jinping y Paetongarn Shinawatra, la primera ministra tailandesa, a inicios del mes de febrero. En la reunión, la deportación de uigures fue negociada junto a un paquete de medidas que incluían la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad entre la ciudad china de Kunming y la capital de Tailandia con una inversión de 6.000 millones de dólares y 1.000 kilómetros de extensión, así como el aumento de la presión contra las redes de estafas telefónicas internacionales que tienen sede en la frontera birmano-tailandesa.