Con ocasión de lo recientes aniversarios de la fundación de ambas repúblicas proclamadas comunistas, China y Corea del Norte han intercambiado felicitaciones, piropos y deseos e mantener cada vez mejores relaciones y promesas de amistad eterna.
Esto no tendría más valor que la liturgia formal, normal y habitual en este tipo de aniversarios si no fuera porque los mensajes cruzados se producen en un contexto de reticencias coreanas respecto a los consejos de Pekín de contención con Japón y Corea del Sur y de estrechamiento de relaciones de Corea del Norte con Moscú, a donde envía pertrechos de guerra y municiones para la guerra de agresión de los rusos en Corea.
En realidad, el gran aliado histórico de Corea del Norte ha sido Rusia y la fundación de su república violando las resoluciones de la entonces recién nacida ONU fue autorizada, estimulada y protegida por Stalin, aunque China se implicó directamente, con tropas, en la guerra contra EE.U.U para intentar imponer el sistema comunista en toda la península coreana. Pero China es una gran potencia regional, necesita exhibir que encabeza las alianzas contra EE.UU. y Occidente y subordinar los actos de sus aliados a su estrategia a medio y largo plazo y no quiere que aumente la influencia de Rusia que en estos momentos está en horas baja a causa de sus problemas en el este europeo.
Pero, a su vez, Corea del Norte, con armas nucleares y una etiqueta de desafío permanente «al imperialismo», es un socio impredecible incluso con discrepancias internas, y Pekín se guarda mucho de revelar roces de la misma manera que se esfuerza en proclamar una y otra vez unas relaciones con Rusia que no son tan estrechas como se afirma.